September 16, 2016

Alégrense en el Señor

Las decisiones morales difíciles son ineludibles, deben afrontarse

Archbishop Joseph W. Tobin

“Los católicos a menudo afrontan decisiones difíciles sobre cómo votar. Es por esto que es tan importante votar de acuerdo con una conciencia bien formada que perciba la relación apropiada que existe entre los bienes morales. Un católico no puede votar a favor de un candidato que toma una posición a favor de algo intrínsecamente malo, como el aborto provocado, la eutanasia, el suicidio asistido, el sometimiento deliberado de los trabajadores o los pobres a condiciones de vida infrahumanas, la redefinición del matrimonio en formas que violan su significado esencial, o comportamientos racistas, si la intención del votante es apoyar tal posición. En tales casos un católico sería culpable de cooperar formalmente con un mal grave. Pero al mismo tiempo, un votante no debería usar la oposición a un mal intrínseco de un candidato para justificar una indiferencia o despreocupación hacia otras cuestiones morales importantes que atañen a la vida y dignidad humanas”
(Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, “Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles,” #34).

Los católicos que somos también ciudadanos de los Estados Unidos nos encontramos en una situación difícil a la hora de tomar decisiones en el día de las elecciones. La postura de nuestra Iglesia es muy clara: la persona que vota por un candidato o partido político porque promueve actos intrínsecamente malos, tales como el aborto provocado, la eutanasia, el suicidio asistido, el tratamiento desigual de los trabajadores (lo que abarca a inmigrantes y refugiados), la redefinición del matrimonio, el racismo u otros actos inmorales, sería culpable de “cooperar formalmente con un mal grave.” ¿Qué debe hacer el elector? ¿Quedarnos en casa en el día de las elecciones? ¿Escribir “ninguno de los anteriores”?

Se nos plantea un dilema serio. Ningún candidato al gobierno representa a la perfección las posturas de la Iglesia católica. Ningún partido político ha redactado una plataforma que sea totalmente coherente con nuestra perspectiva sobre asuntos morales y justicia social. Y sin embargo, nuestro Papa y nuestros obispos nos exhortan con vehemencia a que participemos, a que ejerzamos el derecho (y la responsabilidad) otorgada por Dios de elegir líderes y de respaldar políticas que sean moralmente responsables y que promuevan el bien común.

¿Cómo podemos lograr esto?

He aquí lo que dicen los obispos de los Estados Unidos en su publicaciónFormando la conciencia para ser ciudadanos fieles:

“Puede haber ocasiones en que un católico que rechaza una posición inaceptable de un candidato incluso sobre políticas que promueven un acto intrínsecamente malo decida razonablemente votar a favor de ese candidato por otras razones moralmente graves. Votar de esta manera sería solamente aceptable si verdaderamente existen razones morales graves, y no para promover intereses mezquinos o las preferencias de un partido político o para ignorar un mal moral fundamental” (#35).

Las “razones morales graves” constituyen la pauta fijada por los obispos de los Estados Unidos para votar por candidatos o políticas que sean abiertamente contrarias a las enseñanzas de la Iglesia en cuestiones que sean intrínsecamente malas. Los obispos prosiguen:

“Cuando todos los candidatos tienen una posición que favorece un mal intrínseco, el votante concienzudo afronta un dilema. El votante puede decidir tomar el extraordinario paso de no votar por ningún candidato o, tras deliberar cuidadosamente, puede decidir votar por el candidato que piense que sea quien probablemente menos promueva tal posición moralmente defectuosa y que sea quien probablemente más apoye otros bienes humanos auténticos” (#36).

Un dilema parecido surge cuando un candidato promueve un acto intrínsecamente malo (como por ejemplo el aborto provocado) en tanto que su oponente aparenta rechazar este mal y al mismo tiempo promueve otro acto intrínsecamente malo (como por ejemplo, someter deliberadamente a los trabajadores o a los pobres a condiciones de vida infrahumanas). Los obispos abordan estos dilemas morales de la siguiente forma:

“Al tomar estas decisiones, es esencial que los católicos estén guiados por una conciencia bien formada que reconozca que todas las cuestiones no tienen el mismo peso moral y que la obligación de oponerse a actos intrínsecamente malos tiene una relevancia especial en nuestra conciencia y acciones. Estas decisiones deberían tener en cuenta los compromisos, el carácter, la integridad y la habilidad que tiene un candidato de influenciar en un asunto específico. Finalmente, estas son decisiones que cada católico debe tomar guiado por una conciencia formada por la doctrina moral de la Iglesia” (# 37).

Al final, cada uno de nosotros debe decidir. Sería mucho más fácil (más cómodo) si la Iglesia nos dijera por qué o por quién votar o no. Pero esa no es la función de la Iglesia y los católicos deberíamos ser los primeros en reclamar “¡falta!” si nuestro Papa, los obispos o los sacerdotes se inmiscuyen inapropiadamente en el proceso político.

Entonces ¿cuál es la función de la Iglesia? Proclamar el evangelio, atraer la atención hacia los males morales intrínsecos, exhortar a las personas de buena voluntad a que defiendan la vida humana por encima de todo e invitar a los católicos a aceptar el papel que nos corresponde como discípulos misioneros enviados para llevar al Señor encarnado a las “periferias,” hasta los confines de la tierra.

Los dilemas morales que enfrentamos no son una excusa para la inactividad pasiva. Estamos llamados a elegir, nos guste o no, y a través de nuestras difíciles decisiones, a defender la vida y a promover el bien común. †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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