December 11, 2015

Alégrense en el Señor

Una vez más el Señor viene con gloria

Archbishop Joseph W. Tobin

Este fin de semana celebramos el Domingo de Gaudete (el tercer domingo de Adviento). La palabra latina gaudete significa alegría. En su carta a los filipenses, San Pablo nos dice que debemos estar alegres porque el Señor está cerca (Fil 4:4-7). Los cristianos siempre debemos estar alegres, pero nos regocijamos especialmente durante la época del Adviento por la cercanía del Señor.

Hace 2,000 años Cristo vivió entre nosotros como hombre; tras su pasión, muerte y resurrección, ascendió al encuentro con su Padre. Pero los cristianos creemos que volverá con gloria en el Día Final. También creemos que se encuentra con nosotros aquí y ahora: en la sagrada eucaristía y en todos los sacramentos, en nuestras oraciones y en las obras que realizamos en su nombre, y siempre que haya dos o más reunidos como Su Iglesia.

¿Qué queremos decir al afirmar que el Señor—quien siempre está con nosotros—también volverá en la época de Navidad y al final de los tiempos?

Jesucristo es el Señor de la historia y esto significa que, si bien Él es el objetivo o el fin de la historia de la humanidad, no se encuentra confinado a los límites del tiempo y del espacio como nosotros. Por lo tanto, puede estar presente entre nosotros ahora y, al mismo tiempo, volver en el futuro.

El Adviento celebra este misterio. Aunque sabemos que Cristo siempre está con nosotros, igualmente lo esperamos como nuestra sagrada esperanza y añoramos su regreso glorioso. Si bien creemos que su presencia en la eucaristía es real, anhelamos la comunión más perfecta que disfrutaremos cuando estemos junto a Él en nuestro hogar celestial.

La “comunión perfecta” que está por venir se anticipa en las imágenes, los sonidos y los aromas de la Navidad. La época de la Navidad es el momento del año en el que nuevamente nos alegramos de la venida del Señor. Alabamos su presencia y celebramos el hecho maravilloso de que Dios está con nosotros (Emmanuel), el Señor de la historia que eligió participar en nuestro tiempo y nuestro espacio para hacerse uno con nosotros.

Tal como lo expresó el papa emérito Benedicto XVI: “Como niño, Jesús provino no solamente de Dios sino de otros seres humanos. Creció en el vientre de una mujer que le dio su carne y su sangre, su pulso, sus gestos y su idioma. Recibió vida de otro ser humano.”

La Navidad celebra este gran misterio. Dios verdaderamente está con nosotros, encarnado en un recién nacido envuelto en pañales y acurrucado en un pesebre. Dios Todopoderoso se ha entregado y ha adoptado la forma del ser humano más indefenso y vulnerable: un bebé. Y esto es motivo de júbilo.

Nos inunda la alegría porque finalmente ha llegado el Salvador a quien ansiábamos. Nos regocijamos porque no estamos solos en un universo vasto e indiferente. Dios está con nosotros. Nos conoce por nombre a cada uno y nos ama como sus hermanos en una sola familia de Dios.

Pero incluso mientras celebramos el misterio de la presencia de Dios aquí y ahora, también celebramos la profunda esperanza de que volverá otra vez. Un día pasará el sufrimiento y el mal que aquejan a este mundo, y vendrá el Reino de Dios—en la Tierra como en el cielo—; ese día toda lágrima será enjugada y veremos frente a frente el rostro de Dios.

¿Qué debemos hacer para prepararnos para el regreso del Señor? La lectura del Evangelio de este domingo es muy precisa (Lc 3:10–18):

“La gente le preguntaba: ‘Entonces, ¿qué debemos hacer?’ Y Juan les respondía: ‘El que tenga dos túnicas, comparta una con el que no tiene ninguna, y el que tenga comida, haga lo mismo’ ” (Lc 3:10–11).

¿Qué debemos hacer para prepararnos para la venida del Señor? Compartir generosamente con los demás los obsequios que Dios nos ha dado. Esa es la fuente de la verdadera alegría y la razón por la que anticipamos con alegre esperanza la venida del Señor. Es el motivo por el que celebramos el nacimiento de Cristo y por el que rezamos con absoluta convicción: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven Señor Jesús!

Mi oración para usted y para todos nuestros hermanos y hermanas del centro y del sur de Indiana es que estemos colmados de la esperanza del Adviento, y que expresemos nuestra esperanza acercándonos a nuestros hermanos y hermanas, especialmente a aquellos que más necesitan de nuestro amor, para compartir con ellos nuestra esperanza certera de que el Señor viene, ahora y al final de los tiempos. †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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