September 16, 2011

Buscando la Cara del Señor

Necesitamos del alimento que nos brindan los sacramentos

De vez en cuando disfruto una buena hora de música sacra. Por coincidencia, recientemente conseguí la Hora de Música Gospel Sureña presentada desde el Teatro Orpheum en Memphis. Fue inspiradora y reconfortante y tuvo como motivo la celebración pascual. Me sentí bien después que se terminó y de hecho lamenté que terminara.

Reflexioné sobre el hecho de que muchos oficios pascuales y algunos de semana santa atraen muchas personas porque son reconfortantes, muy parecidos a la hora de música gospel a la que me referí. También me hizo pensar sobre la diferencia entre nuestro enfoque católico hacia el culto y el de otras denominaciones y tradiciones de fe. Sentirse reconfortado pero carecer de sacramentos es una desdicha muy grande.

Por supuesto, también deseamos que nuestra liturgia católica nos inspire y nos brinde un lugar donde encontrar solaz y paz de espíritu. Pero recordemos que la razón fundamental por la cual nos reunimos en nuestras iglesias es, primero y principal, para adorar a Dios y no por lo que podamos obtener de ello. Nos juntamos para alabar a Dios y debido a ello también recibimos fortaleza.

Nuestro culto también difiere de otros oficios religiosos en que lo más importante que recibimos es la fuerza y la gracia que el sacramento de la eucaristía nos proporciona. Debemos buscar algo más que un ritual que nos reconforte. La maravilla de nuestra liturgia eucarística es el hecho de que sin importar cuan simple o elaborada sea la celebración, Dios nos da la gracia invisible para vivir una vida de fe, esperanza y caridad. La buena música nos enriquece y hasta cierto punto también alimenta nuestro espíritu pero no con la clase de sustento que se recibe por medio de la comunión en la misa.

Ponemos en práctica un dogma fundamental de nuestra fe cuando asimilamos la liturgia católica. Dios toma la iniciativa y nosotros respondemos, y no viceversa. Cristo estableció los sacramentos de la iglesia en forma rudimentaria para proporcionarnos los medios para nuestra salvación. La iglesia católica no inventó los sacramentos. A través de la historia, nuestra iglesia ha desarrollado el ritual por medio del cual se celebran los sacramentos, pero no los inventamos. Son un regalo de Cristo, sin el cual nuestras vidas estarían esencialmente empobrecidas.

Me disgusta profundamente que se haya visto disminuida la comprensión de la necesidad y el valor de los sacramentos para el propio significado de la vida por falta de una buena educación religiosa en los programas de nuestras iglesias, colegios y hogares.

Me preocupa que algunas personas prefieran ir a un oficio dominical que los entretenga sin echar de menos recibir la comunión. Más que participar en una celebración eucarística la experiencia que se busca es la de entretenerse. O que si existe un servicio de comunión se le vea de forma simbólica. Los católicos creemos en la presencia real del cuerpo y la sangre de Cristo y esa es una diferencia absolutamente fundamental en la fe.

Este tema está en mi mente porque hace unas semanas hice una observación a uno de nuestros sacerdotes sobre el hecho de que nuestra iglesia está disminuyendo debido a la falta de conocimiento de los principios básicos, especialmente sobre los sacramentos.

Me dijo, “Eso ya viene ocurriendo.” Y puso como ejemplo que en su parroquia, que es bastante grande y pudiente, el número de matrimonios ha disminuido.

Cuando le pregunté por qué pensaba él que estaba ocurriendo ésto, me dió un par de razones. Además del hecho de que la cohabitación sin casamiento se está volviendo bastante común, me dijo que las parejas están prefiriendo celebrar su boda en una de las nuevas mega-iglesias evangélicas en las urbanizaciones residenciales. Comentó que les agradaba tener el beneficio de orquestas, coros profesionales, presentaciones con power-point y cosas por el estilo en la ceremonia. El culto es más entretenido y eso es lo que desean.

El casamiento es un evento radicalmente importante en la vida de nuestra sociedad. Ningún matrimonio es privado; todo matrimonio tiene trascendencia en nuestra sociedad. Y de este modo nuestra iglesia hace hincapié en que debe efectuarse en la comunidad de la iglesia, y más aún, en la parroquia donde esté domiciliado.

No se trata simplemente de un evento para ser “observado” por la familia y los amigos. Y debido a que es un paso trascendental en la vida del hombre y la mujer, sin duda necesitarán la bendición de Dios que se logra a través del sacramento de la iglesia. Es triste cuando una pareja no reconoce la importancia de celebrar el sacramento del matrimonio.

La eucaristía y el matrimonio no son los únicos sacramentos a los que se les ha restado importancia. El sacramento de la penitencia y la reconciliación son, quizás, incluso menos apreciados. Aún así, el pecado es una realidad y necesitamos el tribunal de la misericordia de Dios, a través del sacerdote.

Nosotros los sacerdotes, maestros y padres tenemos ante nosotros un reto catequético, pero no es insuperable. Y la gracia viene de Dios. La vida sacramental de la iglesia es demasiado preciosa para ser rebajada. Y la necesidad nunca ha sido mayor. †

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