June 24, 2011

Buscando la Cara del Señor

La festividad de Corpus Christi es una celebración familiar

El domingo celebramos la festividad de Corpus Christi. Resulta oportuno preguntarnos: ¿verdaderamente atesoramos este maravilloso obsequio de Jesús?

Si usted supiera que tendrá la oportunidad de compartir una última cena con sus familiares o sus mejores amigos, ¿qué haría?

Durante la Última Cena que Jesús celebró con los 12 Apóstoles, amigos elegidos entre todos sus discípulos, nos entregó el sacramento de su Cuerpo y su Sangre para poder estar siempre entre nosotros. Nos entregó este don a pesar de que uno de ellos lo traicionaría por dinero. Otro incluso negaría conocerle.

La última cena que Jesús compartió con sus amigos coincidió con la comida tradicional judía de la Pascua, la conmemoración de la liberación de la esclavitud. La comida ritual de la Pascua Judía se transformó en la Cena del Señor, el memorial del sacrificio del Cordero de Dios en el cual Jesús nos entregó el pan de la vida. Para nosotros eso ha hecho toda la diferencia.

Durante esa cena pascual, Jesús instituyó la Sagrada Eucaristía. Sin la Misa, nuestras reuniones no serían más que un ritual de Pascua, una representación dramática de algo que ocurrió hace mucho tiempo.

Al igual que en la Pascua que le da origen, la fiesta de Corpus Christi y la caridad van de la mano. La comida pascual de la tradición judía es una celebración familiar.

En aquella noche cuando el ángel de la muerte rondó de puerta en puerta en Egipto, la reunión familiar fue el lugar de salvación. Aquellos que se encontraban reunidos como familia en esa noche aciaga se salvaron. La Pascua se convirtió en la reunión anual de Israel como familia contra la amenaza recurrente del ángel de la muerte en un mundo de caos.

¿Acaso la intención de Jesús no fue que la celebración de Corpus Christi juntara a la familia y que dicha familia fuera nuestro lugar de salvación, en contraste con el caos y la confusión que compone buena parte de nuestro mundo?

En un mundo de familias desmembradas, ciertamente Jesús desea que nosotros, su Iglesia, seamos una familia, una comunidad de fe. Y seguramente la intención de Jesús era que nuestros hogares fueran las células que conforman la familia que es la Iglesia. Y por lo tanto, la fiesta de Corpus Christi, la fiesta del sacramento de la unidad y la caridad, es una celebración familiar y Jesús es la cabeza.

No fue por accidente que Jesús eligió la comida anual de la Pascua como el contexto en el cual su propia Pascua se conmemoraría por siempre. Es importante recordar que la Pascua Judía era una celebración de la peregrinación familiar. Al igual que nuestros ancestros judíos, seguimos siendo un pueblo de peregrinos, camino al reino final.

Nunca hemos sido una familia perfecta. Somos familias buscando ser familias. Al igual que algunos de nosotros, muchos judíos que se aventuraron a Jerusalén para la Pascua no tenían familia. Aquellos que se encontraban solos se reunieron para formar una familia para la comida pascual.

Hasta que Jesús no vuelva para traernos la plenitud de su Reino, el ángel de la muerta seguirá rondando entre nosotros. Durante el camino sufrimos la separación trágica de seres queridos, incluso en nuestros propios hogares.

¿Acaso no es cierto que el ángel de la muerte llega a nosotros de formas distintas? Tenemos la muerte, el divorcio, la traición, las adicciones a las drogas, el alcohol y el sexo; la violencia en nuestras calles y peor aún: la violencia emocional y física en nuestros hogares.

Muchos se encuentran solos, incluso en sus propios hogares. La Madre Teresa destacó que la soledad es la peor pobreza que existe en Estados Unidos.

En esa Última Cena Pascual, Jesús transformó un antiguo ritual familiar en la sagrada Eucaristía de nuestra Iglesia de modo que siempre existirá una familia para todos, sin importar cuán solos o perdidos estemos.

La Eucaristía nos convierte en una comunidad a la cual pertenecemos aunque estemos solos. Seguimos siendo un pueblo peregrino y debemos reunirnos como familia y como una familia de familias. Y debemos darle la bienvenida a aquellos que necesitan que seamos una familia para ellos.

Nadie debe sentir que ha de entregarse al alcohol, al sexo, a las drogas o a relaciones de manipulación para encontrar el amor verdadero. En su Última Cena Jesús incluyó a Judas quien lo traicionaría con un beso y a Pedro quien lo negaría tres veces.

Esta semana celebramos la sagrada Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Jesús, los cuales nos entregó como pan de vida y para lograr la unidad entre nosotros.

En la sagrada Eucaristía debemos darle la bienvenida a aquellos que necesitan que seamos familia para ellos. Debemos darnos la bienvenida unos a otros porque debemos ser familia para todos, tanto en nuestros hogares como en nuestras iglesias. †

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