May 13, 2011

Buscando la Cara del Señor

Encontrando al Buen Pastor, la luz pascual de la esperanza en la oscuridad

Nos referimos al cuarto Domingo de Pascua como el Domingo del Buen Pastor.

El Evangelio representa a Jesús como la imagen del pastor de ovejas. Resulta aleccionador pensar sobre el pastoreo en el Cercano Oriente. La imagen que Jesús utilizó es útil no solamente para nosotros los sacerdotes; dicha imagen puede traducirse con facilidad a cualquier relación de padres e hijos, así como de liderazgo cristiano.

Hasta el sol de hoy, los pastores en el Cercano Oriente viven modestamente. Viajan con poco equipaje, cargando un bolso hecho de pieles de animales en las que llevan comida, algo de pan, frutas secas, algunas aceitunas y queso.

Y, según recordamos en la historia de David y Goliat, los pastores llevan una honda, tanto para protección como para cazar, y es útil para traer de vuelta a las ovejas descarriadas. Los pastores también llevan un callado, el bastón de los pastores. Con él pueden atrapar y halar a las ovejas que están empezando a descarriarse. Del mismo modo, pueden apoyarse en el callado mientras caminan por terrenos escabrosos.

En muchos países se crían ovejas para luego matarlas y convertirlas en alimento. En el Cercano Oriente, las ovejas se crían mayormente para obtener lana y confeccionar ropa y otros materiales derivados de la lana. De este modo, muchas ovejas andan con sus pastores por muchos años. Por lo tanto, llegan a conocer bien a su pastor y éste a sus ovejas; la oveja reconoce la voz del pastor.

Debido a los peligros del terreno, el pastor camina adelante y guía a las ovejas rumbo a nuevos pastizales. Muchas veces, cuando es necesario franquear un riachuelo o algún área peligrosa, las ovejas se muestran renuentes a seguirlo. En tales casos, el pastor debe cargar un pequeño cordero sobre sus hombros para que la oveja madre y las demás lo sigan.

Estos detalles sobre el pastoreo en el Cercano Oriente nos ayudan a crear nuestra reflexión sobre la imagen de Jesús como el Buen Pastor. (También sugieren ciertos aspectos que podrían ser aplicables para padres y madres.)

Nuestro contacto más cercano con el Buen Pastor sucede en la Eucaristía y en la Comunión. Esta historia seleccionada ejemplifica el tesoro que se nos entrega en cada misa.

Hace algunos años un hombre santo de fe valerosa murió de cáncer en Roma. El Cardenal Francis Xavier Van Thuan estuvo preso en Vietnam del Norte por 13 años, nueve de los cuales pasó en aislamiento.

Después de su liberación y exilio de Vietnam, se le preguntaba con frecuencia al cardenal: “¿Podía celebrar la Santa Misa [en prisión]?”

Respondía: “Cuando me arrestaron tuve que irme inmediatamente con las manos vacías. Al día siguiente se me permitió escribirle a mi gente para pedir las cosas más esenciales, tales como ropa, pasta de dientes, entre otros. Escribí: ‘Por favor envíenme un poco de vino como medicina para mi dolor de estómago.’ ” Su gente entendió.

“Me enviaron una pequeña botella de vino para la Misa, con una etiqueta que decía: ‘medicina para dolores de estómago’. También me enviaron algunas hostias que escondieron en una linterna.

“La policía me preguntó: ‘¿Sufre de dolores de estómago?’

“Sí.

“ ‘Aquí tiene una medicina.’

“¡Nunca podré expresar la alegría tan grande que sentí! Todos los días celebraba la misa con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de mi mano. ¡Ese era mi altar y esa era mi catedral!

“Fue una verdadera medicina para el alma y para el cuerpo. Cada vez que celebraba la misa tenía la oportunidad de extender mis manos y clavarme a la cruz con Jesús para beber con él del cáliz amargo.

“Todos los días, al recitar las palabras de la consagración, confirmaba con todo mi corazón y con toda mi alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo por medio de su sangre mezclada con la mía. ¡Esas fueron las misas más hermosas de mi vida!” (Van Thuan, Testimonio de esperanza, Pauline Books, 2000. p. 131).

En la oscuridad de la noche el cardenal distribuía la comunión a los católicos que se encontraban con él, e hizo un sagrario con un paquete de cigarrillos de desecho.

Declaró: “La eucaristía se convirtió para mí y para otros cristianos en una presencia oculta y alentadora en medio de todas nuestras dificultades.” (Ibid., p. 132).

“De esta forma, la oscuridad de la prisión se convirtió en la luz pascual… La prisión se transformó en una escuela de catequesis. Los católicos bautizaban a otros prisioneros y se convertían en padrinos de sus compañeros” (Ibid., p. 133).

Tal vez estar en prisión puede hacer que uno aprecie más fácilmente el amor del Buen Pastor y la Eucaristía que representa su amor.

Existen otras formas de estar en prisión—la esclavitud del pecado, la oscuridad de la enfermedad o del miedo, la profunda tristeza por la pérdida de un ser querido o la desilusión por la traición de alguien a quien queremos.

En este mundo real podemos encontrar al Buen Pastor, la luz pascual de la esperanza en la oscuridad. †

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