August 20, 2010

Buscando la Cara del Señor

La oración nos recuerda lo necesario que es Dios en nuestras vidas

Resulta útil conocer las distintas formas mediante las cuales la Iglesia católica distingue la tradición de la oración cristiana. Existe la oración común o pública de la Iglesia, y la oración personal, en ocasiones llamada la oración privada.

La oración pública más sublime de la Iglesia es la Eucaristía. Nos referimos a la Eucaristía, o Misa, como la fuente y la cumbre de la vida en la Iglesia.

Sin la Eucaristía no existiría la Iglesia. Naturalmente, nuestra oración central fundamental es la Misa establecida como tal por Cristo. En el transcurso del año 2011 dedicaremos una concentración especial a la Eucaristía y a los demás sacramentos.

Desde el Concilio Vaticano II la Iglesia católica ha creado un nuevo nivel de conciencia respecto a otra oración pública, a saber, la Liturgia de las Horas. Muchas parroquias celebran Maitines y, en ocasiones, Vísperas, los domingos y días de guardar. Por lo general, los monasterios y las comunidades religiosas celebran la Liturgia de las Horas. La celebración de la Liturgia de las Horas es de carácter obligatorio para el clero ordenado, pero no para los fieles laicos.

Las solemnidades y festividades anuales que celebran los misterios de Cristo, tales como la Navidad, la Pascua y Pentecostés, dan forma a la oración litúrgica pública de la Iglesia católica. Hablamos del año litúrgico o de la Iglesia con sus temporadas de Adviento, Cuaresma, Pascua y Tiempo ordinario.

Por supuesto, el misterio de la vida de Cristo es el eje central de nuestra oración litúrgica. Con el pasar de los siglos, la fe de la Iglesia ha dado paso para rememorar a personajes santos que reflejan el misterio de la vida de Cristo en formas ejemplares. Así pues, celebramos días de fiesta de distintos santos.

La bendición del Santísimo Sacramento, la Adoración del Santísimo Sacramento, el Vía Crucis, el Rosario y la Corona de la Divina Misericordia son ejemplos de oraciones piadosas de la Iglesia, pero en el sentido estricto no forman parte de la verdadera vida litúrgica y sacramental de la Iglesia. Éstas, así como otras devociones, tales como las diversas novenas y letanías aprobadas, se recomiendan como oraciones de apoyo para el sustento y el cultivo de nuestra fe.

El estudio del Evangelio nos abre una perspectiva bastante impresionante para comprender a Jesús en relación a la oración a su Padre. Algunas de las citas son claramente oraciones públicas ofrecidas por Jesús. Y en muchas instancias se nos dice que Jesús se retiró “a un lugar apartado” para orar solo.

Jesús da testimonio tanto de la oración pública como de la privada. Asimismo, existen muchos episodios en los que resulta evidente que Jesús escucha las oraciones de aquellos que claman por él.

El Catecismo de la Iglesia Católica cita a San Agustín, quien resume las tres dimensiones de la oración de Jesús: “Ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; a Él se dirige nuestra oración como a Dios nuestro. Reconozcamos, por tanto, en Él nuestras voces; y la voz de Él, en nosotros” (cf. #2616).

Al estudiar la historia de los fieles de la Iglesia que oraban, descubrimos diversos tipos de oración que en general nos resultan familiares. Primero, está la oración de bendición y adoración. La oración de bendición es nuestra respuesta a los dones de Dios: todo lo bueno proviene de Él. La adoración es nuestro reconocimiento fundamental de que fuimos creados por Dios y debemos rendirle tributo.

Quizás la oración que se conoce más comúnmente es la de petición. Si somos sinceros, estamos plenamente conscientes de nuestra necesidad de Dios. Especialmente en tiempos de adversidad y crisis, procuramos humildemente Su amor y Su socorro.

En lo particular, soy muy consciente de la oración de intercesión. Jesús es, por supuesto, nuestro verdadero intercesor ante el Padre. Sin embargo, mi deber es servir en su nombre, de modo que a lo largo de todo este tiempo he sabido de muchos de ustedes que aceptan mi invitación para interceder ante Jesús por sus necesidades, tribulaciones y aflicciones.

También está la oración de acción de gracias. El agradecimiento “caracteriza la oración de la Iglesia que, al celebrar la Eucaristía, manifiesta y se convierte cada vez más en lo que ella es” (#2637).

“La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios” (#2639). Esta forma de agradecimiento es un reconocimiento humilde de que debemos alabar y glorificar a Dios simplemente por quién es.

A medida que repaso las formas de oración, recuerdo una preocupación que el difunto Santo Padre Juan Pablo II expresaba con frecuencia. Le angustiaba la pérdida del sentido de Dios y de quién es Él en nuestra cultura laica contemporánea. A menudo nos recordaba que no captamos el significado fundamental de la vida si clasificamos a Dios como innecesario en nuestras iniciativas humanas.

Creo que resulta fácil caer en esta mentalidad seglar si no rezamos a Dios. La oración es un aspecto esencial de nuestra relación con Jesús y nuestro Creador y Padre. †

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