August 13, 2010

Buscando la Cara del Señor

La humildad es la base de la oración

Hablo y escribo mucho acerca de la oración, y lo he hecho durante los últimos 23 años en los que he sido obispo y por 23 años antes de eso, como sacerdote.

Uno de mis motivos de agradecimiento cuando me ordené como obispo en Memphis fue que mi formación monástica en Saint Meinrad me había instruido en el hábito de la oración. Constituye una preocupación en mi ministerio pastoral y así debe ser.

La gente por lo general me pide que hable y escriba más sobre la oración. De hecho, el tema salió a flote durante nuestra reciente Asamblea sacerdotal en Saint Meinrad, a finales de junio.

Acababa de dar una charla para concluir la asamblea. Como era de esperar, dije algunas cosas acerca de mi convicción en la importancia de la oración en el ministerio pastoral sacerdotal.

Durante una sesión de preguntas y respuestas, luego de la charla, uno de nuestros sacerdotes preguntó si resultaría buena idea hacer que la oración fuera el tema de un proyecto importante de formación en la Arquidiócesis. Eso me hizo pensar que podría emplear mi columna semanal, por lo menos de vez en cuando, para repasar diversos aspectos de la tradición católica de la oración.

La oración cristiana posee múltiples dimensiones para ponderar. Intentaré no ser demasiado repetitivo en mis reflexiones, aunque no vendría mal si se le considera como un repaso.

El Catecismo de la Iglesia católica tiene mucho que decir sobre nuestra tradición de oración cristiana y la presenta muy bien. No pretendo simplemente repetir las enseñanzas y las recomendaciones del catecismo, sino que estructuraré algunas de mis reflexiones y experiencias de acuerdo a su formato.

Recordemos que el catecismo está conformado por cuatro partes, a las cuales generalmente se les conoce como los cuatro pilares de esta obra trascendental promulgada por el papa Juan Pablo II el 11 de octubre de 1992, en el aniversario número 30 de la inauguración del Concilio Vaticano II.

La Primera parte tiene que ver con el misterio de la fe, según profesamos en el Credo. La Segunda parte trata sobre la vida sacramental y la liturgia de la Iglesia. La Tercera parte aborda el tema de nuestra vida en Cristo bajo la guía del Espíritu Santo y la Cuarta parte se relaciona con nuestra relación personal con Dios. Tal como lo indica el Catecismo “esta relación es la oración” (cf. #2558).

Bajo el encabezado “¿Qué es la oración?” el catecismo cita un pasaje de la autobiografía de Santa Teresa del Niño Jesús. Expresó: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de agradecimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría” (cf. #2558).

La cita de San Juan Damasceno ofrece una definición más familiar de la oración, la cual dice: “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (cf. #2559).

Las dos definiciones que cita el catecismo constituyen un buen indicativo para nosotros de que la oración es algo sencillo y no tiene que se complicada. Más adelante en mis reflexiones sobre mi propia vida de oración, espero dar testimonio de mi experiencia sobre la sencillez de la oración cristiana.

Desde el comienzo resulta útil y, de hecho, necesario, plantear el fundamento de la oración, lo cual hace el catecismo, a saber, que “la humildad es la base de la oración. Sólo cuando reconocemos humildemente que ‘no sabemos pedir como conviene’ [Rom 8:26] [...] tenemos la disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración” (#2559).

El catecismo resalta otro punto importante en su enseñanza introductoria sobre la oración. De acuerdo a las Sagradas Escrituras “es el corazón el que ora. Si éste está alejado de Dios, la expresión de la oración es vana” (#2562). La trascendencia de esta enseñanza será fruto para más reflexiones posteriores.

La semana pasada reflexioné sobre el papel fundamental del sacramento del bautismo en nuestra existencia cristiana. Este sacramento hace posible la comunión de nuestras vidas con Cristo.

A través del bautismo quedamos ya unidos a Cristo. Tal como lo enseña el catecismo: “La oración es cristiana en cuanto es comunión con Cristo y se extiende por la Iglesia que es su Cuerpo. Sus dimensiones son las del Amor de Cristo” (#2565).

Pienso que resulta útil una consideración fundamental más, a medida que comenzamos una reflexión más extensa sobre la oración cristiana: reconocemos que Jesús es nuestro modelo para una vida de oración. En el Evangelio según San Lucas encontramos un énfasis especial en la acción del Espíritu Santo y en el significado de la oración en el ministerio de Cristo. †

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