December 18, 2009

Buscando la Cara del Señor

La oración de agradecimiento a los sacerdotes en un excelente obsequio de Navidad

Uno de los himnos de entrada de la Misa de conmemoración de un sacerdote santo dice: “Pero levantaré para mí un sacerdote fiel que hará conforme a los deseos de mi corazón y de mi alma, dice el Señor” (1 Sm 2:35).

Sabemos muy bien que se nos ordena como sacerdotes para proclamar la Palabra de Dios, para celebrar los sacramentos y para servir a Dios y a Su Pueblo de manera humilde, generosa y en el nombre de Jesucristo, el Sumo Sacerdote.

El ministerio sacerdotal es maravilloso. Podemos servir en virtud de la gracia especial que recibimos de Dios, a través del sacramento de las órdenes sagradas, y la cual nos asiste todos los días de nuestras vidas como sacerdotes.

Somos lo suficientemente realistas como para darnos cuenta de que vivir el compromiso de ser sacerdotes en el mundo real también ofrece desafíos. Y por ello, contamos con Su gracia, confiamos en la Divina Providencia.

Hace dos años, durante la homilía de la Misa Crismal, el papa Benedicto XVI señaló: “Esta teología del bautismo se repite de modo nuevo y con nueva insistencia en la ordenación sacerdotal. De la misma manera que en el bautismo se produce un ‘intercambio de vestidos,’ un intercambio de destinos, una nueva comunión existencial con Cristo, así también en el sacerdocio se da un intercambio: en la administración de los sacramentos el sacerdote actúa y habla ya ‘in persona Christi.’ En los sagrados misterios el sacerdote no se representa a sí mismo y no habla expresándose a sí mismo, sino que habla en la persona de Otro, de Cristo.”

En el bautismo recibimos un traje blanco que simboliza nuestra nueva existencia en Cristo. En la ordenación se nos viste con túnicas litúrgicas que simbolizan una nueva relación, aún más definitiva, con Cristo

Los sacerdotes se ponen a disposición de Cristo. Nos ofrecemos para servir generosamente al pueblo de nuestra Iglesia local en la persona de Cristo, el Sumo Sacerdote y el prometido de la Iglesia. En la ordenación rezamos para que Jesús nos tome de la mano una y otra vez y nos guíe en el ministerio sacerdotal

Durante la ordenación rezamos para poder servir a nuestros hermanos y hermanas con una visión entusiasta e inquebrantable, al igual que los dos misioneros pioneros de nuestra Iglesia local, el obispo Simon Bruté y Santa Theodora Guérin.

Estos santos se entregaron por completo a las manos de la Divina Providencia; dedicaron sus vidas a Cristo, especialmente a los pobres y a los que se encuentran en las tinieblas.

Al igual que nuestros pioneros fundadores, rezamos para que nuestro ministerio esté colmado de un amor profundo y sincero. Tal como nuestros antepasados, pedimos para que el nuestro sea un amor puro que se alimenta al postrarnos ante los sagrarios de las iglesias en las cuales servimos.

A través de la imposición del manos del arzobispo, el Señor coloca sus manos sobre los ordenandos. Cada sacerdote escuchó a su manera el llamado del Señor que le decía “sígueme.”

Quizás al principio comenzamos a seguirlo con indecisión, mirando hacia atrás y preguntándonos si realmente este es el camino que nos corresponde.

Tal vez, al igual que le ocurrió a San Pedro, hayamos sentido temor debido a nuestras incapacidades y estuvimos tentados a regresar. San Pedro le dijo a Jesús: “¡Apártate de mí, Señor, pues soy hombre pecador!” (Lk 5:8). No obstante, Jesús lo tomó de la mano con ternura, al igual que hace con los sacerdotes. Nos acerca a él y nos dice que no temamos. Estoy contigo. No te abandonaré. Debemos recordar al obispo Bruté y a la Madre Theodore quienes son testigos valientes de la compañía de Cristo a lo largo de nuestro camino como misioneros.

En la ordenación los sacerdotes colocan sus manos sobre las del arzobispo y renuevan su promesa de obediencia. Me gusta evocar las palabras del cardenal benedictino Basil Hume, quien expresó: “Concatenemos dos gestos: el beso de paz del obispo y la promesa de obediencia. La señal de la paz marca la pauta de la promesa; su promesa es una expresión de su voluntad de tomar parte en la responsabilidad de velar por el Pueblo de Dios.” (Light in the Lord [Luz en el Señor], p.47). También señaló: “Considero que la obediencia está muy unida al amor, de hecho, es un aspecto de éste” (p. 90).

Pero hay algo más acerca de la obediencia: el papa Juan Pablo II comentó en una ocasión acerca el gesto del ordenando de colocar sus manos sobre las del obispo: “El sacerdote debe sentir, especialmente en momentos de dificultad y de soledad, que el obispo le tiene de la mano.” ¿Acaso no es éste un gesto mutuo que simboliza la seguridad que experimentamos en las manos de Cristo?

Terminaré con una reflexión. En una oportunidad San Carlos Borromeo exhortó a sus sacerdotes: “¿Estás a cargo de una parroquia? De ser así, no descuides la parroquia de tu propia alma, no te entregues de tal modo que no quede nada para ti mismo. Ocúpate de las personas sin olvidarte de ti.”

Recen con agradecimiento por nuestros sacerdotes generosos y dedicados. Resultará un obsequio de Navidad muy oportuno. †

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