July 24, 2009

Buscando la Cara del Señor

Carta pastoral se concentra en Cristo como nuestra esperanza

La “esperanza” ha sido un tema recurrente para expresar, tanto nuestros esfuerzos, como el fruto de éstos al continuar con la misión de Cristo en la arquidiócesis.

Recuerdo que durante la preparación para la celebración de nuestro aniversario en el año 2000, elegimos el tema “Camino de fe 2001.”

Adoptamos la idea de que éramos peregrinos de camino al nuevo milenio cristiano y que lo recorríamos con esperanza.

A lo largo del trayecto al nuevo milenio y para recabar fondos para nuestro camino de esperanza, lanzamos nuestra primera gran campaña de recaudación de capital y fondos. Como tema, elegimos el título “Legado de esperanza.” Posteriormente, titulamos una campaña corporativa “Construyendo comunidades de esperanza.”

La pasada primavera comenzamos a hacer énfasis y a promover una nueva conciencia sobre la misión particular de las actividades de nuestras obras de caridad católicas. Se nos ocurrió el título “Diseminando la esperanza en todos los barrios” (SHINE, por sus siglas en inglés), como una forma de resumir nuestro objetivo.

Recientemente, mientras buscábamos crear una nueva expresión descriptiva de nuestra forma de continuar con la misión espiritual y pastoral integral de Cristo en nuestra Iglesia local, ideamos el lema “Cristo nuestra esperanza: compasión en nuestras congregaciones.”

No es de sorprender que el tema de la esperanza ocupe nuestros pensamientos y corazones, ya que es una virtud sobrenatural para todos los creyentes de Cristo.

Pero también considero que hoy en día la esperanza natural es un anhelo conmovedor de todas las personas.

Existe una pesadez espiritual que es el resultado del bajo nivel de los valores sociales.

El materialismo, el secularismo y el individualismo rebelde no elevan el espíritu humano. De hecho, los valores superficiales que ignoran las necesidades de nuestra alma espiritual, conllevan a un anhelo natural más profundo por alcanzar algo mejor. Existe la esperanza de encontrar algo mejor en la vida.

Pero hay una diferencia entre la fe natural y la fe sobrenatural. Existe una diferencia entre el deseo natural de alcanzar la felicidad y la confianza natural en Dios. Experimentamos la esperanza natural cuando plantamos una semilla que algún día se convertirá en un gran árbol. Cuando emprendemos un viaje tenemos la esperanza natural de que llegaremos a nuestro destino.

La esperanza cristiana es muy superior a la esperanza natural. Nuestra travesía de esperanza cristiana se encamina hacia el Reino de la vida eterna, hacia la felicidad sobrenatural. Nuestra meta es la unión con Dios nuestro Padre. Cristo es el camino, la verdad y la vida, es decir, Cristo es nuestra esperanza.

La característica común de la esperanza natural y la sobrenatural es la carencia de certidumbre de que llegaremos a la meta. La esperanza es la confianza en aquello que no se ve, e implica una base de fe o la confianza en el orden natural. La naturaleza de la fe sobrenatural distingue a la esperanza cristiana del orden natural. Cristo hace la diferencia.

La virtud de la esperanza es una realidad tan compleja como profunda que amerita más exploración como un componente importante de nuestra experiencia cristiana, y resulta también una virtud necesaria en nuestra búsqueda de la santidad, y finalmente, de la salvación. Por este motivo, considero que durante las próximas semanas sería útil presentar una serie de cartas pastorales sobre la esperanza en mis columnas semanales.

Somos cristianos católicos comprometidos y buscamos ayuda constantemente para cumplir con nuestro llamado bautismal a llevar una vida santa. Las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad son elementos fundamentales que nos permiten llegar a ser santos.

Quizás una reflexión más profunda sobre la esperanza cristiana serviría como estímulo para vivir de manera intencional y comprometida con la esperanza sobrenatural. Asimismo, tal vez podría abrir la puerta para una evaluación más exhaustiva de los valores por los cuales se rigen nuestras vidas cotidianas.

Por supuesto, el Papa Benedicto XVI reconoce el valor de comprender y vivir nuestra esperanza cristiana con agradecimiento. Hace dos años redactó la encíclica “Spe Salvi.” El título en latín fue extraído de la Carta de San Pablo a los Romanos: “En esperanza fuimos salvados” (Rm 8:24).

En la introducción, el Santo Padre señala: “Según la fe cristiana, la ‘redención’, la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino. Ahora bien, se nos plantea inmediatamente la siguiente pregunta: pero, ¿de qué género ha de ser esta esperanza para poder justificar la afirmación de que a partir de ella, y simplemente porque hay esperanza, somos redimidos por ella? Y, ¿de qué tipo de certeza se trata?” (#1)

Junto con el Papa Benedicto, abordaremos estas preguntas. †

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