December 14, 2007

Buscando la Cara del Señor

Dios espera que lo encontremos durante el Adviento

Nos preparamos para celebrar el misterio de la Encarnación. Una vez más celebraremos el nacimiento de Jesús.

El nacimiento de un niño es una ocasión de júbilo en cualquier circunstancia. El nacimiento del hijo de Dios nos hace caer de rodillas. Nos asombra el hecho de que Dios se convirtiera en uno de nosotros y que lo hiciera de forma tan humilde.

El hecho de que Jesús, Dios y hombre, pudiera tornarse en un ser vulnerable, como un niño, es motivo de admiración y maravilla ante la humildad de Dios. Su llegada al mundo como un bebé constituye ciertamente una profecía del modo cómo se desarrollaría su vida entre nosotros.

Con todo y lo revelador que es para nosotros que Dios se convirtiera en hombre, también representa en buena medida un misterio de divinidad oculta. Por lo tanto, el Adviento es la época para prepararnos una vez más para reflexionar sobre la revelación del Hijo de Dios como un niño que es al mismo tiempo indefenso por ser un bebé vulnerable y es también poderoso como el Salvador de nuestra familia humana.

Esta paradoja de Dios que se transforma en uno de nosotros es un llamado a la fe y a la celebración de Dios quien está dispuesto a convertirse en un ser humilde por el bien de nuestra salvación. El misterio nos hace caer de rodillas para reflexionar sobre el increíble don que ha sido idealizado con el pasar de los siglos.

Pese a ello, la divinidad oculta representa un obstáculo para algunos. La Iglesia nos presenta el Adviento como un obsequio para que reflexionemos sobre el hermoso misterio del hijo de Dios que se convierte en uno de nosotros en todos los sentidos, menos en el pecado. Por lo tanto, constituye una época especial para la reflexión y la oración a fin de fortalecer nuestra fe en el niño que se convirtió en nuestro Salvador.

En un libro publicado en 1992 titulado Co-workers of the Truth (Compañeros de trabajo de la verdad), el entonces futuro Papa Benedicto XVI escribió sobre la maravilla del nacimiento del Dios hecho hombre adoptando la forma de un niño.

Narra la historia. “Dios se ha hecho hombre. Dios se ha convertido en un niño. Por lo tanto, cumple la grandiosa y misteriosa promesa de ser Emmanuel. Al convertirse en un niño nos ofrece la posibilidad de encontrarnos con él en un terreno familiar. Esto me recuerda un relato rabínico documentado por Elie Wiesel. Nos cuenta sobre Jehel, un pequeño niño que llega corriendo a la habitación de su abuelo, el famoso Baruch.

“Gruesas lágrimas corren por sus mejillas. Y grita: ‘Mi amigo me ha abandonado por completo. Es muy injusto y muy malo conmigo.’ ‘Veamos, ¿podrías explicarme esto un poco mejor?’, le pregunta el maestro. ‘Está bien,’ responde el pequeño niño. ‘Estábamos jugando al escondite. Yo estaba muy bien escondido y él no podía encontrarme. Entonces simplemente se dio por vencido y se fue a casa. ¿No te parece cruel?’

“El escondite más emocionante ha perdido su emoción porque el otro deja de jugar. El maestro acaricia el rostro del niño. Él mismo tiene también lágrimas en los ojos. Y dice: ‘Sí, no está bien. Pero fíjate, sucede lo mismo con Dios. Él está escondido y nosotros no lo buscamos.

“¡Imagínate! Dios está escondido y la gente ni siquiera lo busca.’ En esta pequeña historia el cristiano puede hallar la clave para el antiguo misterio de la Navidad. Dios está escondido. Él espera que su creación salga en pos de Él, espera que aparezca un renovado y ardiente “Sí”, que el amor surja de su creación como una nueva realidad. Él espera a los hombres.”

En una de sus audiencias semanales (17 de mayo de 2006), el Papa Benedicto nos recordó que “La escuela de la fe no representa una marcha triunfal, sino una travesía marcada diariamente por el sufrimiento y el amor, las vicisitudes y la lealtad.”

El Papa reflexionaba sobre la fe de Pedro. “Pedro, quien prometió lealtad absoluta, conoció la amargura y la humillación de la negación: el hombre arrogante aprende la costosa lección de la humildad. Pedro también debe aprender que es débil y necesita del perdón.

Pedro deseaba un “hombre divino” que llenara las expectativas del pueblo imponiendo su poder sobre ellos.

El Papa nos recuerda: “también quería que el Señor impusiera su poder y transformara instantáneamente el mundo. Jesús se presentaba como un ‘Dios humano,’ el siervo de Dios, que desmoronó las expectativas de las masas al elegir un camino de humildad y sufrimiento.”

Y todo comenzó con el nacimiento de un bebé. La gracia del Adviento nos brinda la oportunidad de tomar esta lección de la escuela de la fe.

Asimismo, tenemos la oportunidad de reconocer la debilidad de nuestra fe y procurar el perdón a través del don de la misericordia de Dios, la reconciliación sacramental.

Dios nos espera. †

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