July 13, 2007

Buscando la Cara del Señor

Liturgia de la Palabra y la Eucaristía constituyen un acto único de adoración

(Noveno de la serie)

En su exhortación apostólica, reflexionando sobre los componentes de la Misa, el Papa Benedicto XVI recuerda: “la unidad intrínseca del rito de la santa Misa” (n. 44).

“La liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística—además de los ritos de introducción y conclusión—‘están estrechamente unidas entre sí y forman un único acto de culto’ ” (Ordenación General del Misal Romano, 28). En efecto, la Palabra de Dios y la Eucaristía están intrínsecamente unidas. Escuchando la Palabra de Dios nace o se fortalece la fe (cf. Rm 10:17); en la Eucaristía, el Verbo hecho carne se nos da como alimento espiritual” (n. 44).

El Santo Padre pide que “en la liturgia se ponga gran atención a la proclamación de la Palabra de Dios por parte de lectores bien instruidos” (n. 45) y que deben llevarse a cabo iniciativas que ayuden a los fieles a apreciar la Sagrada Escritura (cf. n. 45).

“Nunca olvidemos que ‘cuando se leen en la Iglesia las Sagradas Escrituras, Dios mismo habla a su Pueblo, y Cristo, presente en su palabra, anuncia el Evangelio’ ”(Ordenación General del Misal Romano, 29). “… Cristo no habla en el pasado, sino en nuestro presente, ya que Él mismo está presente en la acción litúrgica” (n. 45). El Papa cita a San Jerónimo: “desconocer la Escritura es desconocer a Cristo” (cf. n. 45).

Reflexionando sobre la Homilía, el Sumo Pontífice afirma categóricamente: “La necesidad de mejorar la calidad de la homilía está en relación con la importancia de la Palabra de Dios. En efecto, ésta ‘es parte de la acción litúrgica’; tiene como finalidad favorecer una mejor comprensión y eficacia de la Palabra de Dios en la vida de los fieles” (n. 46).

Sugiere que la proclamación de la Palabra de Dios esté vinculada a la celebración sacramental y que deben evitarse las homilías genéricas y abstractas. En ciertas ocasiones pueden ser apropiadas las homilías “temáticas”, especialmente si están fundamentadas en los cuatro pilares del Catecismo de la Iglesia Católica, a saber: la profesión de la fe, la celebración del misterio cristiano, la vida en Cristo y la oración cristiana (cf. n. 46).

El Santo Padre subraya la importancia de la presentación de las ofrendas: “en el pan y el vino que llevamos al altar toda la creación es asumida por Cristo Redentor para ser transformada y presentada al Padre. En este sentido, llevamos también al altar todo el sufrimiento y el dolor del mundo, conscientes de que todo es precioso a los ojos de Dios” (n. 47).

Esta sección de la exhortación que trata sobre la Plegaria Eucarística, el centro y la cumbre de toda la celebración, cita la Ordenación General del Misal Romano, con la lista de los principales elementos de toda Plegaria Eucarística: acción de gracias, aclamación, epíclesis, relato de la institución y consagración, anamnesia, oblación y doxología final (OGMR, 78-79). El Papa pide que la “riqueza teológica y espiritual inagotable” de estas plegarias sean el sujeto de una catequesis efectiva (cf. n. 48).

Se le concede gran importancia al símbolo de la paz, descrito como la respuesta al “anhelo indeleble en el corazón de cada uno” (n. 49).

De conformidad con la solicitud de los obispos sinodales, el Santo Padre ha pedido a las oficinas competentes de la Curia del Vaticano que estudien la posibilidad de colocar el rito de la paz antes de la presentación de las ofrendas, lo cual “recordaría de manera significativa la amonestación del Señor sobre la necesidad de reconciliarse antes de presentar cualquier ofrenda a Dios” (cf. Mt 5:23, ff.) (n. 49).

Observó que, “se comprende la intensidad con que se vive frecuentemente el rito de la paz en la celebración litúrgica. A este propósito, sin embargo, durante el Sínodo de los Obispos se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, que puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la Comunión. Sería bueno recordar que el alto valor del gesto no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración, limitando por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos” (n. 49).

Con respecto a la distribución y recepción de la Comunión, el Papa Benedicto recomienda que “respecto a las prescripciones para una praxis correcta, me remito a los documentos emanados recientemente” (en la instrucción Redemptionis Sacramentum), que debe observarse fielmente, “viendo en ellas la expresión de la fe y el amor que todos han de tener respecto a este sublime Sacramento” (n. 50).

El Santo Padre habló sobre la despedida final de la Misa: “Ite, missa est” (“Pueden irse, la Misa ha terminado.”) “En este saludo podemos apreciar la relación entre la Misa celebrada y la misión cristiana en el mundo. … La expresión ‘missa’ se transforma, en realidad, en ‘misión.’ Este saludo expresa sintéticamente la naturaleza misionera de la Iglesia” (n. 51). El Papa dijo que quizás sea de utilidad proporcionar los nuevos textos para la oración sobre el pueblo y la bendición final que expresen dicha relación.

La próxima semana: “Participación plena, activa y fructuosa.” †

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