October 6, 2006

Seeking the Face of the Lord

La verdadera caridad cristiana emana de la oración

A principios de septiembre, tuvo lugar en Indianápolis la convención nacional de la Sociedad San Vicente de Paul.

Tuve el privilegio de presidir la misa de clausura. Expresé profunda gratitud a todos los presentes por continuar con la misión de buscar el rostro de Cristo en un sinnúmero de nuestros necesitados. Tengo el agrado de decir que la sociedad está prosperando en nuestra arquidiócesis.

El beato Frederic Ozanam, fundador de la Sociedad San Vicente de Paul fue beatificado por el difunto Papa Juan Pablo II en París en 1997.

En su juventud, Frederic sufrió una crisis de fe. En lo más profundo de su lucha interior fue a la Iglesia de San Buenaventura, se paró en una esquina oscura, y llorando ante el Santo Sacramento le rogó a Dios que lo aliviara de sus dudas y lo sacara de la oscuridad. Le prometió a Dios que si lo hacía, dedicaría su vida al servicio de la verdad.

Frederic entregó su alma. Las dudas se alejaron y nunca regresaron. Por consiguiente fundó la Sociedad San Vicente de Paul en su vigésimo cumpleaños en 1883. Podríamos resumir el espíritu vicentino de la sociedad como la inspiración para contemplar el rostro de Cristo en los más necesitados y consecuentemente servirlos.

En su primera carta a la Iglesia, “Dios es amor,” el Papa Benedicto XVI habló ampliamente sobre la caridad cristiana en nuestra época. Nos dijo que nuestra obligación de realizar obras de caridad como Iglesia es inseparable del deber de la Iglesia de proclamar la palabra de Dios y celebrar los sacramentos. Nuestro Santo Padre enfatizó en el aspecto de que la verdadera caridad cristiana emana de la oración. Si, como dice él, deseamos ver con los ojos del corazón, debemos rezar.

El difunto Papa Juan Pablo II dijo que al igual que en la época de Jesús, cuando algunos griegos se acercaron a Felipe y los discípulos y les dijeron: “Queremos ver a Jesús,” así también en nuestros días la gente quiere ver a Jesús.

La gente no quiere simplemente que hablemos de Jesús. Quieren ver al Jesús compasivo. Si vamos a mostrar el rostro de Jesús al mundo, debemos contemplar el rostro de Jesús en el Evangelio y en la oración. Seguramente esta fue la inspiración del Beato Frederic.

La Beata Teresa de Calcuta dijo: “Dudo que exista alguien que necesite más la ayuda y la gracia de Dios que yo. En ocasiones me siento muy indefensa y débil. Creo que es por eso que Dios me usa. Porque no puedo valerme de mi propia fuerza es que me apoyo en Él las 24 horas del día. Todos debemos aferrarnos a Dios por medio de la oración. Mi secreto es muy sencillo: Rezo. Por medio de la oración me vuelvo una en el amor con Cristo. Entiendo que rezarle a Él, es amarlo.”

Dijo: “No podemos hallar a Dios en medio del bullicio. La naturaleza: los árboles, las flores y el césped crecen en silencio. Las estrellas, la luna y el sol se mueven en silencio. Lo esencial no es lo que digamos nosotros, sino lo que Dios les dice a los demás por medio de nosotros. En el silencio Él nos escucha; en el silencio Él le habla a nuestras almas. En el silencio se nos concede el privilegio de escuchar Su voz. En el silencio de nuestros ojos, en el silencio de nuestros oídos, en el silencio de nuestras mentes... en el silencio de nuestro corazón. Dios nos hablará.” (cf. Catecismo católico de Estados Unidos para adultos, p. 479-80).

En su encíclica “Dios es amor,” el Papa Benedicto XVI escribió: “Quien reza no desperdicia su tiempo, aunque todo haga pensar en una situación de emergencia y parezca impulsar sólo a la acción. La piedad no escatima la lucha contra la pobreza o la miseria del prójimo. La beata Teresa de Calcuta es un ejemplo evidente de que el tiempo dedicado a Dios en la oración no sólo deja de ser un obstáculo para la eficacia y la dedicación al amor al prójimo, sino que es en realidad una fuente inagotable para ello. En su carta para la Cuaresma de 1996, la beata escribía a sus colaboradores laicos: ‘Nosotros necesitamos esta unión íntima con Dios en nuestra vida cotidiana. Y ¿cómo podemos conseguirla? A través de la oración’” (# 36).

Quizás a veces en medio de la pobreza dudemos de la bondad de Dios. El Papa Benedicto dice: “A menudo no se nos da a conocer el motivo por el que Dios frena su brazo en vez de intervenir [ante nuestro sufrimiento]. Por otra parte, Él tampoco nos impide gritar como Jesús en la cruz: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’ Deberíamos permanecer con esta pregunta ante su rostro, en diálogo orante: ‘¿Hasta cuándo, Señor, vas a estar sin hacer justicia, tú que eres santo y veraz?’ En efecto, los cristianos siguen creyendo, a pesar de todas las incomprensiones y confusiones del mundo que les rodea, en la bondad de Dios y su amor al hombre.” (# 38).

Así también lo hizo el Beato Frederic Ozanam. †

 

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