August 11, 2006

Seeking the Face of the Lord

La Catedral de San Pedro y San Pablo es
la iglesia matriz de la arquidiócesis

Me encanta recibir parroquianos provenientes de toda la arquidiócesis en nuestra Catedral de San Pedro y San Pablo. Nos reunimos aunque procedemos de diversas comunidades parroquiales de los 39 condados, pero compartimos la misma fe.

Del mismo modo que cada sacerdote participa en el sacerdocio del obispo como sucesor de los apóstoles, cada parroquia, cuando se reúne para el culto público, y en particular para la Eucaristía, participa en el culto público de la Iglesia diocesana.

En la Eucaristía presidida por el obispo la realidad de la Iglesia, como sacramento de Cristo, adquiere su máxima y más completa expresión.

La Constitución de la Liturgia Sagrada del Concilio Vaticano Segundo considera la Eucaristía celebrada en la catedral diocesana (en ocasiones llamada la Misa “estacional”), como el arquetipo de la celebración litúrgica: “conviene que todos tengan en gran aprecio la vida litúrgica de la diócesis en torno al Obispo, sobre todo en la Iglesia catedral; persuadidos de que la principal manifestación de la Iglesia se realiza en la participación plena y activa de todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas, particularmente en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto al único altar donde preside el Obispo, rodeado de su presbiterio y ministros.”

Por lo tanto, el oficio del Obispo como maestro, santificador y pastor de su iglesia resplandece a plenitud en una liturgia celebrada con su pueblo en la catedral.

Más aun, el culto público de cada parroquia encuentra sus raíces y depende del hecho de que un obispo diocesano presida Eucaristías con regularidad ante la presencia mínima de representantes de toda la Iglesia diocesana.

Si los Católicos creemos, y así debe ser, que los sacramentos hacen realidad lo que representan, entonces debemos entender el significado y la importancia del obispo como jefe pastoral de una iglesia particular llamada diócesis y debemos reconocer las celebraciones litúrgicas diocesanas como su máxima representación sacramental.

Esto subraya la importancia de la catedral como la iglesia matriz de la arquidiócesis. Es decir, la iglesia catedral no es simplemente otra iglesia parroquial.

Las celebraciones que se llevan a cabo en la catedral no son meramente filigranas o exhibiciones públicas solemnes para inspirar a aquellos que eligen asistir a ellas. Representan a la Iglesia local en acción: son la Iglesia apostólica renovando su misión de santificar al mundo y glorificar a Dios. Todos los que conformamos la Arquidiócesis de Indianápolis compartimos una responsabilidad en las celebraciones litúrgicas diocesanas y de la catedral, aunque no podamos estar presentes en cada una de ellas.

La catedral es el lugar de la silla del obispo. (Cathedra es una palabra en latín que significa silla.) En nuestra tradición Católica, la silla del obispo representa el oficio de la enseñanza del obispo. Por lo tanto, es un símbolo de la unidad, la santidad y la naturaleza católica y apostólica de nuestra Iglesia local. La catedral es propiedad de todos en nuestra diócesis.

La diócesis es la iglesia reconocida como una, santa, católica y apostólica en los 39 condados de Indiana central y del sur. Todos nosotros somos la arquidiócesis, todo el pueblo de Dios que reside en esos condados.

Todas las iglesias diocesanas son expresión de la plenitud de la iglesia apostólica en todas partes del mundo. Desde la creación de la diócesis de Vincennes por decreto papal en 1834, desde que la cátedra del obispo se trasladó a Indianápolis en 1898, desde que nos convertimos en arquidiócesis en 1945, nuestra Iglesia particular resplandece como una manifestación extraordinaria de la unidad y la comunión que Dios busca para toda la humanidad.

Su arzobispo, independientemente de quién sea, representa esa unidad y es el líder principal, maestro y sacerdote para su realización. La propia Catedral de San Pedro y San Pablo, la iglesia que alberga la silla del arzobispo, es un símbolo de dicha unidad.

San Pedro y San Pablo son patrones ideales para la iglesia matriz de una arquidiócesis o diócesis porque fueron misioneros cuya sangre fue derramada para que la Iglesia de Cristo, una, santa, católica y apostólica pudiera enraizarse y prosperar en el tiempo. Los miembros de nuestra catedral proclamaron leal y valientemente a Cristo y sus enseñanzas gracias a lo cual nuestra unidad continúa siendo posible.

La pequeña catedral austera de Vincennes erigida por nuestro obispo fundador, el Sirviente de Dios, Simon Bruté, se encontraba bajo el patronato del gran misionario jesuita, San Francisco Xavier, quien posteriormente fue nombrado patrón de nuestra arquidiócesis.

Al igual que Francisco Xavier, el Obispo Bruté dedicó su vida como un apóstol, en función de la fe en nuestra parte del mundo.

Desde entonces muchos sacerdotes, hombres y mujeres religiosos consagrados (como la Santa Madre Theodore Guérin), y compañeros laicos, junto con nuestros obispos predecesores, no solamente han mantenido la fe católica sino que la han promovido en circunstancias difíciles.

Hoy en día continuamos con su legado.

Seguramente tanto nuestros miembros como nuestro obispo fundador están orgullosos de la Iglesia particular de Indianápolis. †

 

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