June 9, 2006

Seeking the Face of the Lord

Como comunidad de amor, la Iglesia está dedicada a la caridad

La segunda sección de la encíclica del Papa Benedicto XVI, “Dios es amor” trata sobre la práctica del amor por parte de la Iglesia como una “comunidad de amor.”

El Santo Padre inició esta sección con una cita de San Agustín: “Ves la Trinidad si ves el amor.”

La práctica de la caridad de la Iglesia pone de manifiesto el amor de la Trinidad. Escribió: “En las reflexiones precedentes hemos podido fijar nuestra mirada sobre el Traspasado, reconociendo el designio del Padre que, movido por el amor, ha enviado el Hijo unigénito al mundo para redimir al hombre. Al morir en la cruz—como narra el evangelista—Jesús ‘entregó el espíritu,’ preludio del don del Espíritu Santo que otorgaría después de su resurrección.”

Expresó que el Espíritu Santo es en efecto esa fuerza interior que armoniza nuestros corazones y nos lleva a amar a nuestros hermanos al igual que Cristo los amó cuando se arrodilló a lavar los pies de los discípulos, y por encima de todo, cuando entregó su vida por nosotros.

“El amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones: desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal en su totalidad. También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor. En consecuencia, el amor necesita también una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado.”

El Santo Padre nos recuerda que la conciencia de esta responsabilidad fue evidente desde los inicios de la Iglesia. A tal efecto, citó un texto de Hechos: “Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían sus posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno” (Hechos 2:44-5). A medida que la Iglesia creció, esta forma radical de comunión material no pudo de hecho preservarse, pero su núcleo esencial persistió: “en la comunidad de los creyentes no debe haber una forma de pobreza en la que se niegue a alguien los bienes necesarios para una vida decorosa.

“Un paso decisivo en la difícil búsqueda de soluciones para realizar este principio eclesial fundamental se puede ver en la elección de los siete varones, que fue el principio del ministerio diaconal.”

El servicio social que los Apóstoles estaban destinados a proporcionar era absolutamente concreto, pero al mismo tiempo era verdaderamente un servicio espiritual, de modo que se creó el oficio del diácono “era un verdadero oficio espiritual el suyo, que realizaba un cometido esencial de la Iglesia, precisamente el del amor bien ordenado al prójimo.” Con el oficio del diaconato, el ministerio de la caridad pasó a formar parte de la estructura fundamental de la Iglesia.

“La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra.” El Papa citó ejemplos de los comienzos de la historia de la Iglesia para ilustrar esta noción. El mártir Justino, quien murió en ca. 155, en el contexto de la celebración dominical de los cristianos también menciona sus actividades caritativas vinculadas a la Eucaristía misma. Mencionó a Tertullian quien murió aproximadamente en el 220. Cuenta cómo los paganos se sentían asombrados por la preocupación de los cristianos con los necesitados.

La institución responsable por las obras de caridad se conocía como Diaconia. En Egipto se convirtió en la institución dentro de cada monasterio responsable por las actividades asistenciales, el servicio de caridad. Asimismo, en Roma la diaconia constituía una parte esencial de la Iglesia desde sus comienzos.

El Santo Padre citó la historia del diácono mártir, San Lorenzo, (ca. 258). Lorenzo fue responsable de la asistencia a los pobres en Roma. Después de la captura del papa y de sus compañeros diáconos, se le concedió cierto tiempo para recoger los tesoros de la Iglesia y entregárselos a las autoridades civiles.

Primero que nada, Lorenzo distribuyó a los pobres todo lo que había hallado. Cuando llegó la hora de presentarse ante las autoridades con los tesoros de la Iglesia, lo hizo. Reunió a todos los pobres de Roma y los presentó ante las autoridades de la ciudad diciendo que ellos eran “el verdadero tesoro de la Iglesia.”

A San Lorenzo se le recuerda como un gran exponente de la caridad eclesiástica. Incluso Julián el Apóstata (ca. 363), dijo que las actividades caritativas de los cristianos debían emularse y superarse porque a través de ella los “Galileos” habían logrado su popularidad.

El Papa Benedicto escribió: “La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios, celebración de los Sacramentos y servicio de la caridad. Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia.

“La Iglesia es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario.”

Y la caridad se extiende más allá de las fronteras de la Iglesia. †

 

 

Local site Links: