February 11, 2005

Seeking the Face of the Lord

La Cuaresma nos recuerda que debemos compartir el amor de Dios con el prójimo

Parece increíble que la Cuaresma haya llegado ya y que el pasado miércoles hayamos celebrado el ritual de la imposición de cenizas. La mayoría de nosotros opta por realizar más acciones buenas durante la Cuaresma. Una vez más escuchamos las palabras: “recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás.” Constituyen un recordatorio que nos invita a la reflexión sobre el hecho de que no nos pertenece a nosotros el control sobre nuestras vidas y nuestras muertes. De hecho, muchos de nosotros perdemos a seres queridos que estaban con nosotros hace un año.

La Cuaresma es una época para recordar que venimos de Dios, que la vida es un obsequio de Dios, no nuestra posesión egoísta. La Cuaresma es la época durante la cual refrescamos la memoria de que Dios nos ha llamado a vivir a fin de compartir su amor y su misericordia. Su intenso amor y su misericordia se hicieron carne y fue clavada en una cruz en la persona de Jesucristo. Dios nos llama a aceptar el amor de Jesús en nuestros corazones y a extender al prójimo ese amor y esa misericordia.

En el Primer Domingo de Cuaresma escuchamos cómo el Espíritu Santo condujo a Jesús al desierto y allí fue tentado por Satán. Pero los ángeles vinieron y lo socorrieron. En ocasiones el Espíritu Santo nos conduce por el desierto. Y al igual que Jesús, nos vemos tentados por Satán, y a veces pareciéramos experimentar los horrores de vivir en un desierto. Aun así, nuestra fe nos dice, al igual que Jesús, que los ángeles, los mensajeros del amor de Dios, también nos asisten.

Durante esta época de Cuaresma, al igual que Jesús en el desierto, ayunamos y realizamos penitencia, y por encima de todo, como él, oramos de una forma especial. La disciplina de la Cuaresma nos despierta y nos pone en la presencia de los ángeles de la misericordia quienes nos esperan.

La oración, el ayuno y el sacrificio caritativo nos hacen más alerta a los mensajeros de Dios, quienes vienen a nuestro encuentro en las encrucijadas de nuestra vida cotidiana. La oración, el ayuno y el sacrificio caritativo nos ayudan a estar atentos a otro hecho: estamos llamados a ser mensajeros del amor de Dios; estamos llamados a ser ángeles de misericordia. Es, particularmente, la vocación del laico en la Iglesia, convertirse en el mensajero del amor de Dios, un ángel de su misericordia en el trabajo, en el hogar, en la calle, en el centro comercial.

Pienso en un seglar católico, en un exitoso ingeniero en Bogotá, Colombia, quien se pasaba noches viajando millas en alcantarillas subterráneas de la ciudad con equipo de buzo, para encontrar cientos de niños de la calle sin hogares, quienes se escondían de noche en las alcantarillas. Quizás aun lo haga. Su historia comenzó cuando se topó con una niña que estaba sufriendo un ataque epiléptico en la calle y todos simplemente le pasaban por encima. Mientras la ayudaba descubrió que ella vivía debajo de esa calle. Adoptó cientos de niños que vivían en el sistema de alcantarillado de Bogotá para poderlos alejar del mal y encaminarlos hacia otra forma de vida.

Pienso en una mujer anciana afro-americana de Memphis, ya fallecida, quien era mi amiga. Ella era un ángel de misericordia de otra manera. Era una maestra extraordinaria quien tuvo que luchar para forjarse una educación ya que en sus días una joven, especialmente una joven negra, no era supuesta a obtener educación. “Mama Dora” se convirtió en una excelente maestra del sistema público escolar. Y cuando hubo escasez de maestros religiosos en nuestro sistema escolar católico, sacrificó su ingreso adicional para enseñar en las escuelas católicas, como una de las primeras maestras seglares.

Luego de su jubilación, yo diría que Mama Dora se convirtió en predicadora. Nos sermoneó a muchos de nosotros, seglares y sacerdotes, sobre la fe católica y cómo debemos vivirla. A veces era dura con nosotros, sin embargo la respetábamos porque ella se preocupaba por nuestra fe. Ella era un ángel educador de misericordia.

Pienso en el piloto de una aerolínea quien llamó en una oportunidad y preguntó si podía verme. Quería informarse bien en un par de aspectos de nuestra fe, porque no estaba seguro cómo responder algunas preguntas complicadas de sus amigos. Expresamente dijo: “me considero un ángel del Señor y trato de hacer el bien donde quiera que voy.”. Quedé sorprendido.

Durante el bautismo todos los cristianos reciben un llamado a convertirse en “ángel del Señor” en la travesía de la vida, a donde quiera que ésta les conduzca. La Cuaresma es una época para recordar nuestra vocación. El recuerdo de que también podemos ser mensajeros del mal nos hace reflexionar. Y en ocasiones lo somos. O bien somos ángeles de misericordia o no.

Durante la Cuaresma, a través de la Iglesia y de sus sacramentos, Jesús nos llama: “Aléjense del pecado y regresen a mí. Y recuerden: están llamados a ser ángeles de misericordia.” †

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