April 7, 2023

Mensaje de Pascua del Arzobispo Charles C. Thompson

Queridos hermanas y hermanos en Cristo:

Arzobispo Charles C. Thompson¡Saludos pascuales en Cristo resucitado! Habiendo llegado a la cumbre de nuestro año litúrgico, tenemos grandes motivos para celebrar con alegría la Pascua. Quizá la única experiencia más profunda que descubrir el sepulcro vacío de un ser querido sea la de encontrarse con esa misma persona resucitada de entre los muertos. Nos embarcamos en los 50 días de la Pascua, que culminan con el Domingo de Pentecostés, para celebrar un hecho que superó la imaginación humana: la resurrección de los muertos.

Cuando se trata de resucitar de entre los muertos, debemos tener clara la distinción entre resurrección y reanimación (o resucitación): aquel que es reanimado, como Lázaro, al final vuelve a morir; aquel que resucita, como Jesús, ya no muere. La celebración pascual de la resurrección de Cristo marca su victoria sobre el pecado y la muerte. Si bien lloramos la partida de los seres queridos que nos han precedido en la muerte y anhelamos volver a verlos, nuestro mayor deseo es su resurrección en Cristo.

Por su pasión, muerte y resurrección, en unidad con el Padre y el Espíritu Santo, Jesucristo ha demostrado ser el salvador del mundo y el redentor de la humanidad.

En algún momento y con más frecuencia unos que otros, todos hemos vivido bajo la sombra de la cruz, experimentando dolor, desesperación, soledad, injusticia, enfermedad y pérdida. Muchos arrastran heridas de tristeza, miedo, culpa, amargura, vergüenza, incertidumbre, ansiedad, enfermedad y dolor. Al unir nuestras heridas con Cristo resucitado, se nos abre la oportunidad de gozar de la gracia transformadora de la curación, el perdón y la reconciliación. Cualquiera que sea nuestra situación en la vida, tenemos motivos para alegrarnos en Él.

Rezo para que este tiempo de Pascua esté lleno de abundancia de gracia, misericordia, paz y alegría, más allá de lo que podamos imaginar. ¡Jesucristo ha resucitado! ¡Está vivo! Está presente entre nosotros, especialmente en la Eucaristía—su cuerpo y su sangre, su alma y su divinidad—guiándonos por el camino de la salvación. ¡Aleluya, aleluya!

Bendiciones en Cristo resucitado,

Arzobispo Charles C. Thompson

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