May 15, 2020

Alcance de adoración y evangelización / Oscar Castellanos

Entrar en terreno sagrado mediante el arte de la escucha y el acompañamiento

Oscar Castellanos¿Qué pudieran tener en común las siguientes historias?

Marcos es un joven de 26 años que ha terminado la universidad y al ver la realidad de la iglesia comienza a luchar con el pensamiento y la posibilidad de entrar a un seminario y entregar su vida como sacerdote. Al contemplar esa posibilidad le pregunta a Dios cuáles son las señales que debe seguir.

Por otra parte tenemos a Martha, madre de cuatro niños cursando la primaria. Ella se ha sentido frustrada y molesta, ya que durante estos últimos meses ha estado en casa ayudándolos con sus trabajos escolares a través de la tecnología, la cual no maneja muy bien. Ella, quien participaba activamente en su comunidad en diferentes voluntariados, ahora se concentra del todo en ayudar desde su hogar. Martha siente y constata que su fe ha decaído, pues no ha sido alimentada por los sacramentos y ministerios de los cuales usualmente participaba. Al contemplar su realidad, pregunta en su interior: ¿Dios, cuáles son las señales que debo seguir?

Finalmente tenemos a Daniel, un inmigrante quien a sus 50 años ha sido despedido de su único trabajo, sin poder proveer para su familia. Aunque no se considera una persona fiel a su fe, nunca ha dejado de encomendarse a Dios, sobre todo en momentos de necesidad. Daniel no tenía plan B, nunca se imaginó perder su trabajo a estas alturas de la vida y se rehúsa a renegar de Dios, al contrario, de una manera honesta y directa pregunta en oración: ¿Dios, cuáles son las señales que debo seguir?

Todas estas historias, aunque diferentes, en su contexto comparten la experiencia de encontrarse confundidos, faltos de esperanza y deseosos de preguntar y buscar. Es un sentimiento de cierta soledad, no necesariamente de abandono de Dios, sino una soledad que invita a conversar de una manera más profunda con Dios. Experimentan sin darse cuenta, una necesidad de ser acompañados por alguien que los escuche y guie hacia un lugar distinto del que están. La pregunta que se hacen es con quién y qué tipo de acompañamiento. Bastaría con llamar a su mejor amigo o confidente y expresar sus problemas. Bastaría con arrodillarse y desahogar lo que hay en su interior a un Dios que lo escucha todo. En nuestra tradición cristiana, diríamos que la dirección espiritual es una opción muy viable para este tipo de acompañamiento.

Hasta hace pocas décadas, la dirección spiritual se consideraba primordialmente una oportunidad para los religiosos o personas que estaban dentro del seminario o el sacerdocio, y no para los laicos. Aún más interesante, la dirección espiritual no era otorgada por laicos, mucho menos por mujeres. Todavía recuerdo con tristeza hace un par de años, el momento en que una dirigida me llamó y me dijo: “Tenemos que cancelar nuestras sesiones porque mi pareja está convencida que esto no es de Dios ya que la dirección espiritual solo puede darse por sacerdotes.” La dirigida, proveniente de una cultura donde predomina el clericalismo, me confirmó cuanta falta hace educar sobre este ministerio.

La dirección espiritual no debe confundirse con ayuda psiquiatrica o consejería, mucho menos debe igualarse a una sesión de “coaching” o autoayuda. La dirección espiritual se centra en la relación con Dios, su presente y las voluntades. No se busca en la dirección espiritual terapia, aunque en ocasiones el director espiritual tenga conocimiento en las ciencias del comportamiento. No se busca, la solución de problemas o conflictos, aunque el director tenga una recomendación para el dirigido. Los problemas pueden terminar, pero la relación con Dios siempre continúa, es por eso que la dirección espiritual no termina cuando se ha solucionado un problema.

La dirección espiritual, aunque es una práctica muy antigua poco sabíamos de ella. Ahora claramente la vemos como un ministerio oficial dentro de la pastoral de la Iglesia, donde su primordial enfoque es encontrar la voluntad de Dios y llevarla a cabo.

La forma más sencilla de ver este ministerio, es la de un cristiano (capacitado en ciertas áreas) acompañando a otro en el arte de escuchar; dicha experiencia se asemeja al encuentro de Moisés y la sarza ardiente, donde Dios le pide quitarse las sandalias porque está en terreno sagrado. A lo largo de los años como director y dirigido puedo decir que al escuchar y palpar la vida interior y la experiencia de fe de otros, estoy en “terreno sagrado.”

Es así como Marcos, Martha y Daniel en sus diferentes contextos, pudieran beneficiarse de este ministerio, un espacio para el encuentro con un hermano(a) que camina con ellos, y sobre todo, con el verdadero director espiritual: El Espíritu Santo.
 

(Oscar Castellanos es el director de la Oficina de Ministerios Interculturales de la Arquidiócesis.)

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