May 8, 2020

Cristo, la piedra angular

Jesús calma los corazones turbados en tiempos de incertidumbre

Archbishop Charles C. Thompson

“La piedra que desecharon los constructores, Esa, en piedra angular se ha convertido” (1 Pe 2:7).

La lectura del Evangelio del quinto domingo de Pascua nos brinda un mensaje reconfortante durante esta época llena de incertidumbre: “No se turbe su corazón” (Jn 14:1), les dice Jesús a sus discípulos quienes, al igual que muchos de nosotros hoy, se sentían temerosos y nerviosos.

Es un signo de la debilidad humana que estos testigos de la resurrección de Jesús quienes vieron con sus propios ojos el poder de Dios para superar la muerte, todavía estuvieran atribulados. Jesús los tranquiliza diciéndoles “crean en Dios, crean también en Mí” (Jn 14:1).

“Cristo, la piedra angular” es mi lema episcopal y también el título de esta columna semanal en The Criterion. San Pedro utiliza la expresión “a piedra que desecharon los constructores, Esa, en piedra angular se ha convertido” (1 Pe 2:7) en la segunda lectura de este domingo de su primera carta a los gentiles conversos en Asia Menor. Citó el salmo 118, versículo 122: “La piedra que desecharon los constructores” que posiblemente haya significado originalmente la piedra de fundación o la primera piedra del templo, se traduce en que aquello que es insignificante para los seres humanos se ha convertido en algo formidable por elección divina.

San Pedro y otros escritores del Nuevo Testamento interpretaron este versículo como una alusión a la muerte y la resurrección de Jesucristo, aquel que fue rechazado por líderes políticos y religiosos de su tiempo pero que ahora es la fundación sobre la cual se erigen nuestras vidas.

Jesús exhorta a sus discípulos y a todos nosotros a que tengamos fe en él. Ha regresado a su hogar celestial para prepararnos un lugar. “En la casa de Mi Padre hay muchas moradas” (Jn 14:2), afirma Jesús.

“Si no fuera así, se lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para ustedes. Y si me voy y les preparo un lugar, vendré otra vez y los tomaré adonde Yo voy; para que donde Yo esté, allí estén ustedes también. Y conocen el camino adonde voy” (Jn 14:2-4). ¿Qué nos preocupa? Jesús nos cuida y lo hará independientemente de cuáles sean las dificultades que enfrentemos.

Estas son palabras reconfortantes en una época en la que existe gran incertidumbre en nuestras vidas cotidianas. Puesto que somos humanos, nos preocupamos de muchas cosas: la salud, la seguridad económica, nuestros parientes y amigos que sufren y, por encima de todo, tememos a lo desconocido.

Jesús nos dice que “en la casa de Mi Padre hay muchas moradas” (Jn 14:2). Esta no es sencillamente una descripción de lo que es el cielo sino la forma de Jesús de decirnos que el lugar que nos ha preparado atenderá nuestras necesidades individuales y que no debemos preocuparnos. Si depositamos nuestra confianza en Jesucristo, la piedra angular, él se convertirá en la fundación de vidas plenas y felices, tanto ahora como en la eternidad.

Santo Tomás, el discípulo que siempre expresaba dudas, le dijo a Jesús: “Señor, si no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?” (Jn 14:5) y la respuesta de Jesús es de vital importancia para Tomás y para todos nosotros: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí. Si ustedes me hubieran conocido, también hubieran conocido a Mi Padre; desde ahora lo conocen y lo han visto” (Jn 14:6-7). En la medida en que conozcamos a Jesús y nos mantengamos cerca de él, habremos visto al Padre y no tendremos razón para temer a nada.

El papa Francisco nos dice que Jesús es el rostro del Padre. Cuando encontramos a Jesucristo resucitado, vemos a Dios. “No se turbe su corazón” (Jn 14:1), nos dice Jesús. Estamos en las manos de Dios y en Su casa hay un lugar para cada uno de nosotros; pero una vez más, debido a nuestra debilidad humana, tardamos en creer. “¿No crees que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí?” (Jn 14:10), nos pregunta Jesús. “Las palabras que Yo les digo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en Mí es el que hace las obras. Créanme que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí; y si no, crean por las obras mismas. En verdad les digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aún mayores que estas hará, porque Yo voy al Padre” (Jn 14:10-12).

Jesús reconforta nuestros corazones turbados. Si nos mantenemos cerca de él y hacemos las buenas obras que nos pide, no habrá lugar para dudas o temores. Cristo, la piedra angular, es nuestra fundación firme, la razón de nuestra alegría pascual. †

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