May 11, 2018

Cristo, la piedra angular

Tres papas comparten la perspectiva devota del amor conyugal

Archbishop Charles C. Thompson

“Pablo VI fue valiente; fue un buen pastor y advirtió a su rebaño que venían los lobos.”
(Papa Francisco, Reunión de las familias, Manila, Filipinas, 16 de enero de 2015)

Han transcurrido casi 50 años desde que el beato papa Paulo VI escribió su encíclica profética titulada “Humanae Vitae” (“Sobre la regulación de la natalidad”). Esta encíclica fue controversial puesto que denegaba una separación entre las dos finalidades del coito sexual: la unión amorosa entre el esposo y la esposa, y su participación en la generación de una nueva vida humana. Por consiguiente, reafirma la postura de la Iglesia en contra del aborto, la esterilización y los anticonceptivos artificiales.

Lamentablemente, dicha controversia muy a menudo ofusca a los lectores con respecto a la poderosa afirmación de amor y de sexualidad que encierra “Humanae Vitae.” El beato Pablo escribe: “Es un amor total, esto es, una forma singular de amistad personal, con la cual los esposos comparten generosamente todo, sin reservas indebidas o cálculos egoístas. Quien ama de verdad a su propio consorte, no lo ama sólo por lo que de él recibe sino por sí mismo, gozoso de poderlo enriquecer con el don de sí” (“Humanae Vitae,” #9).

La perspectiva de la Iglesia con respecto al amor y la sexualidad no es severa ni negativa. Incluso cuando las enseñanzas de la Iglesia exigen disciplina y mesura, y nos plantean el desafío de considerar el coito como un don que debe atesorarse y que está reservado para el matrimonio—no como una forma de recreación casual o de gratificación personal—dichas enseñanzas reafirman la belleza y la importancia de la sexualidad humana. “La verdadera naturaleza y nobleza del amor conyugal se revelan cuando éste es considerado en su fuente suprema, Dios, que es ‘Amor,’ el Padre de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra” (“Humanae Vitae,” #8).

San Juan Pablo II profundizó en esta enseñanza sobre el amor y la sexualidad, y hablaba a menudo sobre “la unión original entre hombre y mujer” de acuerdo con los designios de Dios. Asimismo, hizo énfasis en la conexión integral entre el amor conyugal y las obligaciones de ser padres responsables. La exhortación apostólica “Familiaris Consortio” (“Sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual”) alude al matrimonio como “el fundamento de la comunidad más amplia de la familia, ya que la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y educación de la prole” (“Familiaris Consortio,” #14)

En “Familiaris Consortio,” san Juan Pablo II expresa que “la Iglesia cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor de la vida: y en cada vida humana sabe descubrir el esplendor de aquel ‘Sí,’ de aquel ‘Amén’ que es Cristo mismo. Al ‘no’ que invade y aflige al mundo, contrapone este ‘Sí’ viviente, defendiendo de este modo al hombre y al mundo de cuantos acechan y rebajan la vida” (“Familiaris Consortio,” #30).

Nuevamente escuchamos la voz de “Humanae Vitae,” pero sin un tono severo o inquisidor. Para san Juan Pablo II, “Humanae Vitae” es una encíclica compasiva. “Al venir no para juzgar sino para salvar, [Cristo] fue ciertamente intransigente con el mal, pero misericordioso hacia las personas” (“Veritatis Splendor,” #95).

El papa Francisco se ha hecho eco muchas veces del sentir de sus predecesores. Durante un discurso pronunciado en Manila el 16 de enero de 2015, el sumo pontífice afirmó: “Pienso en el beato Pablo VI. En un momento cuando surgía el problema del crecimiento poblacional, tuvimos el valor de defender la postura de estar abiertos a recibir vida en las familias. Él conocía las dificultades que enfrentan todas las familias, así que en su encíclica fue muy misericordioso con casos específicos y pidió a sus confesores que también fueran muy misericordiosos y comprensivos al lidiar con casos específicos. Pero también tenía una visión más amplia.”

En su exhortación apostólica “Amoris Laetitia” (“Sobre el amor en la familia”), el papa Francisco cita el núcleo doctrinario de “Humanae Vitae” al decir que: “Desde el comienzo, el amor rechaza todo impulso de cerrarse en sí mismo, y se abre a una fecundidad que lo prolonga más allá de su propia existencia. Entonces, ningún acto genital de los esposos puede negar este significado[86], aunque por diversas razones no siempre pueda de hecho engendrar una nueva vida” (“Amoris Laetitia,” #80).

“Amoris Laetitia” también hace referencia al párrafo #13 de “Humanae Vitae” al enfatizar en que el amor conyugal exige reverencia y respeto. “No está de más recordar que, aun dentro del matrimonio, la sexualidad puede convertirse en fuente de sufrimiento y de manipulación. Por eso tenemos que reafirmar con claridad que ‘un acto conyugal impuesto al cónyuge sin considerar su situación actual y sus legítimos deseos, no es un verdadero acto de amor; y prescinde por tanto de una exigencia del recto orden moral en las relaciones entre los esposos’ ” (“Amoris Laetitia,” #154).

Durante 50 años hemos escuchado a nuestros papas expresarse con una misma voz profética y devota. Nos recuerdan con vehemencia, pero sin severidad, que la vida humana depende de la unidad de cuerpos y almas, y que el amor sexual pertenece exclusivamente a la unión devota entre un hombre y una mujer que están dispuestos a recibir nuevas vidas. Todo esfuerzo por separar el coito del matrimonio convierte esta profunda verdad en algo trivial y transforma al amor en una mercancía.

Al celebrar los 50 años de “Humanae Vitae,” recemos por el valor para aceptar esta enseñanza profética y valoremos el don de la sexualidad. †

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