February 24, 2023

Ministerio Hispano / Felix Navarrete

La Iglesia, aunque numerosa, constituye el único cuerpo de Cristo

Sean GallagherMientras atravesamos la era del divisionismo y el irracionalismo desmedido, nos encontramos ante un mundo que cada vez más, gime por encontrar un punto de equilibrio, donde exista una verdadera comprensión de las culturas, razas y lenguas, esta necesidad es indiscutiblemente auténtica y debe ser categorizada como urgente en nuestros espacios sociales y en especial, dentro de nuestra iglesia.

Como Cristianos Católicos, estamos llamados a la comprensión, al servicio, a la solidaridad y a la búsqueda del bien común, el apóstol Pablo es un profeta para nuestros tiempos, en su carta a los Corintios, nos recuerda que, quién no tiene amor, nada vale, aún cuando nuestras acciones sean buenas, si no actuamos por amor, de nada sirven.

Esta forma de evangelización podría sonar un poco ortodoxa para algunos, no obstante, cuando dejamos nuestro orgullo y reflexionamos objetivamente en estas palabras nos damos cuenta, que en realidad es Cristo a través de Pablo quién nos llama a una profunda conversión mediante el amor, solamente mediante el amor se llega a la comprensión, es como si un velo se desprendiera o como si una venda se soltara para dejarnos conocer e interpretar las necesidades de los demás, no basta con ser bueno o tener buenas intenciones, en realidad lo que vale es amar, cuando se ama, es decir, cuando en nosotros existe ese sentimiento tan sublime, entonces se desprenden únicamente actos buenos, actos de misericordia hacia nosotros mismos y hacia los demás, y alcanzamos la verdadera comprensión.

Donde hay amor, no hay lugar a la división, donde hay amor, no se aplaude a los malvados, donde hay amor, no hay orgullo. Si decimos ser la Iglesia de Cristo, ¿Porqué creamos espacios de división en nuestras comunidades? ¿Acaso no hemos sido llamados al amor? Nuestro deber como miembros de la iglesia es, ante todo, aceptar la voluntad de Dios, pues la voluntad de Dios hoy se traduce en una serie de retos que nos hacen salir de nuestra zona de confort, nuestras comunidades hoy en día son cada vez más diversas, ya no son todos blancos o negros, tampoco todos hablan un mismo idioma, ni todos son profesionales con conocimientos interculturales.

Nuestra iglesia ha sufrido una transformación en países como el nuestro, donde la migración es un factor determinante en el proceso de evangelización; donde la influencia de culturas ha generado y seguirá generando cambios en la representación de nuestros ministerios parroquiales y escuelas católicas, en la misión de cada una de nuestras parroquias, y en la adaptación del evangelio.

En este movimiento del Espíritu Santo en cada una de nuestras comunidades, podemos experimentar la diversidad de obras, pero a un mismo Dios que obra en todas, San Pablo nos dice en la Primera Carta a los Corintios, “La manifestación del Espíritu que a cada uno se le da es para provecho común” (1 Co 12:7). En otras palabras, todos los dones y carismas que provienen del Espíritu Santo y que se manifiestan en cada uno de los miembros en nuestra iglesia son un regalo para la comunidad y fomentan el bien común.

La racionalidad de nuestros sentidos debe estar en perfecta armonía con el mensaje del evangelio que nos llama a ser portadores de la buena nueva, de un mensaje de salvación que no excluye a las personas por razón de la cultura y los matices propios de cada raza o lengua, sino más bien encuentra fortaleza en una iglesia que por voluntad de Dios es diversa y cuya diversidad coadyuva en la extensión del reino hacia las periferias.

No solo latinos y anglos, sino todo el pueblo de Dios, tenemos el deber de incorporar nuestros dones al servicio de la Iglesia de Cristo, es imperativo buscar la unidad del cuerpo místico de Cristo. “Las partes del cuerpo son muchas, pero el cuerpo es uno; por muchas que sean las partes, todas forman un solo cuerpo. Así también es Cristo; … un solo miembro no basta para formar un cuerpo, sino que hacen falta muchos; … Dios ha dispuesto los diversos miembros, colocando cada uno en el cuerpo como ha querido; … aún más, las partes del cuerpo que parecen ser más débiles son las más necesarias” (1 Co 12:12, 14, 18, 22).

En la Iglesia de Cristo, todos somos necesarios, la diversidad de talentos hace de ella una escuela continua de aprendizaje, en donde todos compartimos una sola misión, ser discípulos del Maestro. Y tú, ¿Qué esperas para aceptar la voluntad de Dios en tu ministerio?
 

(Felix Navarrete es el coordinador del Ministerio Hispano en el Arquidiócesis de Indianapolis.)

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