May 20, 2022

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

Jesús trae la paz a través de la mansedumbre, no de la violencia

El Papa Francisco sigue pronunciándose con fuerza contra la violencia y la guerra en Ucrania y otras zonas del mundo. La guerra representa un fracaso de la humanidad y una traición a la paz y la armonía que deberían caracterizar las relaciones diarias entre las naciones y los pueblos.

En su mensaje pascual titulado “Urbi et Orbi” (“Para la ciudad y el mundo”), el Santo Padre expresó:

Que haya paz en la martirizada Ucrania, tan duramente probada por la violencia y la destrucción de la guerra cruel e insensata a la que ha sido arrastrada. Que un nuevo amanecer de esperanza despunte pronto sobre esta terrible noche de sufrimiento y de muerte. Que se elija la paz. Que se dejen de hacer demostraciones de fuerza mientras la gente sufre. Por favor, por favor, no nos acostumbremos a la guerra, comprometámonos todos a pedir la paz con voz potente, desde los balcones y en las calles. ¡Paz! Que los responsables de las naciones escuchen el grito de paz de la gente, que escuchen esa inquietante pregunta que se hicieron los científicos hace casi sesenta años: “¿Vamos a poner fin a la raza humana; o deberá renunciar la humanidad a la guerra?” (Manifiesto Russell-Einstein, 9 de julio de 1955).

La Pascua es el “nuevo amanecer de la esperanza” que anhelamos, el reconocimiento de que Cristo ha resucitado y ha devuelto la paz a nuestro mundo cansado y desgarrado por la guerra. Pero para recibir la paz de Cristo, debemos dejar de “hacer demostraciones de fuerza”; debemos aprender a dialogar con aquellos con los que no estamos de acuerdo, y debemos aprender a perdonar y rezar por quienes nos han ofendido de alguna manera.

A veces se escucha la frustración en la voz del Papa Francisco cuando aboga por un cambio de opinión de los líderes mundiales, y de todos nosotros. “Por favor, por favor, no nos acostumbremos a la guerra,” clama el Santo Padre.

Acostumbrarse a la guerra significa acumular armas de guerra, incluidas las de destrucción masiva; significa ser suspicaz y adversario en nuestro trato con los que no son nuestros aliados; y significa ser fríos e indiferentes a la difícil situación de millones de personas desplazadas en sus países de origen u obligadas a huir a otras naciones como refugiados.

La paz de Cristo nunca es indiferente a las necesidades de los demás. No acepta que la violencia y la guerra sean inevitables entre los países.

Como dijo el Papa Francisco durante su audiencia general del 13 de abril:

La paz que Jesús nos da en Pascua no es la paz que sigue las estrategias del mundo, que cree obtenerla por la fuerza, con las conquistas y con varias formas de imposición. Esta paz, en realidad, es solo un intervalo entre las guerras: lo sabemos bien. La paz del Señor sigue el camino de la mansedumbre y de la cruz: es hacerse cargo de los otros. Cristo, de hecho, ha tomado sobre sí nuestro mal, nuestro pecado y nuestra muerte. Ha tomado consigo todo esto. Así nos ha liberado. Él ha pagado por nosotros. Su paz no es fruto de algún acuerdo, sino que nace del don de sí. Esta paz mansa y valiente, sin embargo, es difícil de acoger.

La paz de Cristo no es fácil; requiere una conversión total de la mente y el corazón, y exige que dejemos de lado nuestra necesidad de venganza, lo que implica que debemos desarmarnos (en sentido literal y figurado) y estar dispuestos a abrazarnos unos a otros como hermanas y hermanos unidos en la única familia de Dios.

Sin embargo, Ucrania y otras víctimas de agresiones injustas deben defenderse, y nosotros, que amamos la justicia y la paz, debemos ayudarlas.

¿Cómo podemos hacerlo? El Papa Francisco no está desconectado de la realidad: sabe que otros países deben proporcionar al pueblo de Ucrania los medios para resistir a un enemigo que ha demostrado un total desprecio por vidas humanas inocentes y por la soberanía de un pueblo libre. Sin embargo, el Santo Padre nos recuerda que nuestra primera responsabilidad es “hacer la paz” con las armas de Jesús. Como nos recordó durante su audiencia del 13 de abril:

La paz de Jesús no domina a los demás, nunca es una paz armada: ¡nunca! Las armas del Evangelio son la oración, la ternura, el perdón y el amor gratuito al prójimo, el amor a todo prójimo. Es así como se lleva la paz de Dios al mundo.

En este tiempo de Pascua, y siempre, el Papa Francisco nos ruega que seamos auténticos constructores de la paz.

“Comprometámonos todos a pedir la paz con voz potente, desde los balcones y en las calles.” Gritemos por todos los medios que podamos: ¡Paz!
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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