May 21, 2021

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

Mantener viva la llama de la presencia de Dios mediante la oración

En sus reflexiones semanales sobre la oración, el papa Francisco sostiene que el primer deber de los cristianos es “mantener viva la llama de la presencia de Dios.” Esto se logra, dice el papa, a través de la oración.

Según el Santo Padre, “nuestros padres, que nos enseñaron primero a rezar, plantaron en nosotros una semilla que madura a través de nuestra experiencia de la vida cristiana.” Las oraciones de los niños—ya sean espontáneas o memorizadas—son especialmente poderosas porque son puras, inocentes y salen del corazón.

“A través del ejemplo de otros hombres y mujeres de fe, a través de nuestra participación en la vida de nuestras parroquias y, sobre todo, a través de la sagrada liturgia,” dice el papa Francisco, “no sólo desarrollamos nuestra vida de oración como individuos, sino que gradualmente llegamos a apreciar la riqueza del patrimonio de oración y espiritualidad de la Iglesia. Especialmente en los momentos difíciles de la vida, nos damos cuenta de la importancia de la oración para fortalecer nuestra fe y nuestra esperanza.”

El papa Francisco identifica al Espíritu Santo como el gran maestro que enseña a todos los hijos de Dios sobre la importancia de la oración. Según expresa:

“La obra del Espíritu Santo es ‘recordarnos’ a Jesús, hacerlo presente en la vida de los cristianos de todo tiempo y lugar. Gracias al Espíritu, Jesús no está lejos, sino que está siempre con nosotros: Sigue educando a sus discípulos transformando sus corazones.

“Esta es la experiencia de tantos que rezan, hombres y mujeres a los que el Espíritu Santo ha formado según la ‘medida’ de Cristo, en la misericordia, el servicio, la oración. Es la experiencia no solo de los monjes y ermitaños, sino de la gente corriente que ha tejido una larga historia de diálogo con Dios. Buscando a Dios, salvaguardan su presencia—en el Evangelio, en la Eucaristía y en el rostro de los necesitados—como una llama secreta.”

En una hermosa y paradójica frase, el Santo Padre nos dice que nuestra búsqueda de Dios, como seres individuales y como comunidad, en realidad “salvaguarda” la presencia de Dios. Mientras busquemos verdaderamente a Dios, el Misterio Divino sigue siendo vital y accesible para nosotros, “como una llama secreta” que produce calor y luz a pesar de su aparente ocultación.

“La historia muestra la importancia de las comunidades de oración, monasterios y congregaciones religiosas, para la renovación espiritual de la Iglesia y de toda la Sociedad.” Las comunidades que mantienen encendida la llama de la presencia de Dios por su fidelidad a la oración personal y comunitaria prestan un servicio que a menudo resulta incomprendido. Es un servicio especialmente valioso en tiempos difíciles de guerra, peste y dificultades económicas como las que hemos vivido recientemente.

“La oración sigue siendo el manantial de la vida de la Iglesia y la verdadera fuente de su fuerza para dar testimonio del Señor resucitado,” nos enseña el Papa. “Por eso, Jesús insiste en la necesidad de que sus discípulos oren incansablemente y sin cesar.”

Durante los últimos 2,000 años, los cristianos han luchado con la admonición de orar sin cesar que figura en las Sagradas Escrituras: “Estén siempre gozosos. Oren sin cesar. Den gracias a Dios en todo, porque ésta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús” (1 Tes 5:16-18). El papa Francisco no dice que para rezar incansablemente y sin cesar tengamos que hablar constantemente. De hecho, la mejor oración es a menudo silenciosa, una apertura del corazón que nos permite escuchar la voz de Dios sin distracciones. Estar en diálogo constante y abierto con el Dios que nos ha creado, redimido y santificado es la esencia de la oración.

“Orar y enseñar a orar—dice el Santo Padre—es esencial para la misión de la Iglesia de anunciar el Evangelio, servir a Cristo en los hermanos y atraer a todos los hombres a la unidad de su reino.”

Mantener viva la llama de la presencia de Dios es “la primera tarea de los cristianos,” dice el papa Francisco, “una tarea simbolizada por las lámparas encendidas que arden noche y día ante la Eucaristía presente en los sagrarios de las iglesias católicas.”

Todos deberíamos rezar para obtener la gracia de estar abiertos a la influencia orientadora del Espíritu Santo en nuestras vidas. Que este gran maestro nos muestre cómo rezar incansablemente y sin cesar para que podamos mantener viva la llama de la presencia de Dios, ahora y siempre.
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

Local site Links: