November 22, 2019

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

El agradecimiento y el trabajo arduo son los pilares de la vida espiritual

“La alegría emana de un corazón agradecido. En verdad hemos recibido mucho. Tantas gracias, tantas bendiciones, y nos regocijamos en esto. Nos hace bien reflexionar sobre nuestras vidas mediante la gracia del recuerdo. El agradecimiento y el trabajo arduo: estos son los pilares de la vida espiritual. Quizá debemos preguntarnos: ¿Qué tan buenos somos en esto de sentirnos agradecidos?” (Papa Francisco, ciudad de Nueva York, el 24 de septiembre de 2015)

Noviembre es una época para dar gracias. Comenzamos el mes con el recuerdo agradecido de Todos los Santos el 1 de noviembre: los hombres y mujeres santos (conocidos y desconocidos), cuya cercanía con Dios nos inspira y nos muestra el camino hacia Jesús. El 2 de noviembre recordamos a Todas las Ánimas: aquellos que han fallecido y que esperan reunirse con Cristo Jesús para siempre.

Hacia el final de noviembre—este año el 28—nuestro país celebra una fiesta nacional dedicada a dar gracias por todas las bendiciones que hemos recibido como nación. En ese día se nos invita a dejar a un lado todo aquello que nos divide como pueblo y a unirnos en agradecimiento por todas las libertades de las que gozamos y las oportunidades que tenemos de lograr que nuestra sociedad sea más benevolente, justa y pacífica para todos.

“La vida cristiana es, por encima de todo, una respuesta agradecida a un Padre generoso,” expresó el papa Francisco el 27 de junio de 2018, durante una reflexión sobre los Diez Mandamientos. “La gratitud es el rasgo característico de un corazón habitado por el Espíritu Santo; para poder obedecer a Dios primero debemos recordar sus beneficios.” Citando a san Basilio el Magno, el papa añadió: “Todo aquel que no deja que esos beneficios se pierdan se orienta hacia la buena virtud y hacia las obras de justicia.”

Durante la misma reflexión, el papa Francisco sugirió que todos nos preguntemos en el silencio de nuestros corazones “¿cuánto ha hecho Dios por mí? ¿Cuántas cosas hermosas me ha dado Dios?” Y también nos animó a recordar “¡lo generoso que es nuestro Padre celestial!”

Cuando estuvo en los Estados Unidos en septiembre de 2015, el papa Francisco describió la gratitud y el trabajo arduo como los “pilares de la espiritualidad.” La conexión entre estas dos virtudes es considerable.

La gratitud jamás es indolente; no da por supuesto las bendiciones de Dios ni asume que tenemos derecho a todo lo que recibimos de la generosidad de Dios. Por el contrario, los cristianos agradecidos están plenamente conscientes de que la gracia de Dios es algo inmerecido y de la cual no somos dignos. No trabajamos para ganarnos la gracia de Dios sino para hacer nuestra parte como administradores responsables de cuidar y compartir los dones materiales y espirituales que hemos recibido como beneficiarios agradecidos de la abundancia de Dios.

En alusión al Libro del Éxodo, cuando los israelitas atravesaron por primera vez el Mar Rojo antes de llegar al Monte Sinaí donde Moisés recibió los Diez Mandamientos, el papa comentó que la voluntad de Dios jamás se logra por medios humanos, aunque ciertamente desempeñamos un papel como instrumentos de la voluntad creativa, redentora y santificadora de Dios. La voluntad de Dios se realiza cuando administramos Sus dones con agradecimiento y trabajo arduo para cerciorarnos de que su voluntad (no la nuestra) se lleve a cabo.

“La formación cristiana no se fundamenta en la fuerza de voluntad sino en la aceptación de la salvación, de permitir ser amados,” dijo el Santo Padre. “La razón por la cual la buena obra de un cristiano fracasa o resulta ineficaz es porque en vez de iniciarla desde el amor del Padre o desde el agradecimiento, lo hace desde sí mismo.”

Uno de los temas más constantes del servicio del papa Francisco como Obispo de Roma ha sido “la alegría.” Sin alegría, la vida cristiana es fría y sombría. La alegría calienta el corazón y le da vida tanto al dador como al receptor de la generosidad de Dios.

Preguntémonos durante esta época de dar gracias en verdad cuán afortunados nos sentimos. ¿Cuánto ha hecho Dios por nosotros? ¿Cuántas cosas hermosas nos ha dado Dios? ¿Qué tan eficaces somos a la hora de cuidar y compartir todos los dones de Dios por agradecimiento y amor? ¿Cuánto nos hemos esforzado para construir comunidades justas y amorosas—por la gracia de Dios—en nuestros hogares, vecindarios y en el mundo?

Detengámonos por un momento y hagamos un inventario de agradecimiento. A medida que tomamos nota de las bendiciones que hemos recibido ¿qué es aquello por lo que debemos sentirnos agradecidos? ¿Ocultamos nuestro agradecimiento por un falso sentido de derecho o de autosuficiencia? ¿O acaso podemos sentirnos verdaderamente alegres porque tenemos un corazón agradecido?
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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