May 18, 2018

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

Como discípulos misioneros estamos llamados a oponernos a todas las formas de injusticia y a buscar la santidad

“Gaudete et Exsultate” (“Alegraos y regocijaos”) del papa Francisco es una instancia más de las enseñanzas inspiradoras, proféticas, repletas de esperanza y, ocasionalmente, controversiales del sumo pontífice.

En su exhortación apostólica más reciente, el papa Francisco deja muy en claro que la santidad no es algo que solo puedan alcanzar los santos. Todos estamos llamados a la santidad y tenemos el potencial, guiados por la gracia de Dios, de llegar a ser santos.

“Entre [estos testimonios] puede estar nuestra propia madre, una abuela u otras personas cercanas,” afirma el papa. “Quizá su vida no fue siempre perfecta, pero aun en medio de imperfecciones y caídas siguieron adelante y agradaron al Señor” (#3).

“Me agrada contemplar la santidad que está presente en la gente de Dios: en aquellos padres que crían a sus hijos con inmenso amor, en los hombres y mujeres que trabajan arduamente para mantener a sus familias, en los enfermos, en los ancianos religiosos que jamás dejan de sonreír. En su perseverancia diaria, veo la santidad de los militantes de la Iglesia. Muy a menudo, se trata de la santidad que vemos en el ciudadano de a pie, aquellos que, en medio de nosotros, reflejan la presencia de Dios. Podríamos llamarlos ‘la clase media de la santidad’ ” (#7).

En este sentido, el papa Francisco rechaza lo que podría denominarse “el elitismo de la santidad” y destaca su presencia (no perfecta ni completa, pero sin duda verdadera) en la gente ordinaria, la clase media de la santidad. El énfasis en lo que el Concilio Vaticano II denominó “el llamado universal a la santidad” no es exclusivo del papa Francisco sino que, como siempre, el Santo Padre emplea imágenes vívidas y gestos para reforzar sus enseñanzas.

Los críticos acusan al papa Francisco de sembrar dudas y confusión al instar a la flexibilidad en la aplicación de las enseñanzas tradicionales de la Iglesia a situaciones concretas. “Gaudete et Exsultate” no silenciará a quienes cuestionan la ortodoxia del papa.

De hecho, el Santo Padre emplea esta exhortación apostólica para desafiar a aquellos que considera como “enemigos sutiles que la santidad” para que se despojen de su “elitismo narcisista y autoritario” y se entregan a una actitud más abierta, amorosa e indulgente frente a las dificultades que enfrenta la gente ordinaria que procura seguir a Jesús, aún a pesar de sus debilidades, su egoísmo y el pecado.

“Cuando alguien tiene respuestas a todas las preguntas, demuestra que no está en un sano camino—advierte el papa—y es posible que sea un falso profeta, que usa la religión en beneficio propio, al servicio de sus elucubraciones psicológicas y mentales. Dios nos supera infinitamente, siempre es una sorpresa y no somos nosotros los que decidimos en qué circunstancia histórica encontrarlo, ya que no depende de nosotros determinar el tiempo y el lugar del encuentro. Quien lo quiere todo claro y seguro pretende dominar la trascendencia de Dios” (#41).

Estas son palabras desafiantes, dirigidas a quienes afirman que las enseñanzas de este papa causan “confusión” entre los fieles que anhelan la claridad al y la seguridad de las enseñanzas de la Iglesia.

Quizás el asunto más grave, desde el punto de vista de muchos de los críticos del papa, es su declaración de que la defensa de los bebés en gestación y otras cuestiones de justicia social son “igualmente sagradas” (#101).

Nuestra defensa de los inocentes que todavía no han nacido, por ejemplo, tiene que ser clara, firme y apasionada, puesto que está en juego la dignidad de la vida humana, que siempre es sagrada y exige amar a cada persona, independientemente de su etapa de desarrollo.

“Pero igualmente sagrada es la vida de los pobres que ya han nacido, que se debaten en la miseria, el abandono, la postergación, la trata de personas, la eutanasia encubierta en los enfermos y ancianos privados de atención, las nuevas formas de esclavitud, y en toda forma de descarte,” señala el papa. “No podemos plantearnos un ideal de santidad que ignore la injusticia de este mundo, donde unos festejan, gastan alegremente y reducen su vida a las novedades del consumo, al mismo tiempo que otros solo miran desde afuera mientras su vida pasa y se acaba miserablemente” (#101).

Este es el “catolicismo del tanto y el como.” Si bien es innegablemente cierto que la defensa de los bebés en gestación es una de las grandes responsabilidades de los cristianos y de todos los que reafirman la dignidad de la vida humana desde el momento de la concepción hasta su muerte natural, no podemos ser fieles al Evangelio si descuidamos cualquiera de los demás aspectos de la justicia social y la moral que el papa Francisco destaca. Así pues, debemos estar radicalmente en favor de la vida y mostrarnos intransigentemente firmes en nuestra postura con respecto a todas las formas de injusticia.

Como siempre, las palabras del papa Francisco causan incomodidad a pesar de que reafirman la misericordia de Dios y nos animan a buscar la esperanza y la alegría en la vida del discipulado misionero al cual estamos llamados en virtud del bautismo.
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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