January 19, 2018

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

El papa Francisco afirma que la pena de muerte es contraria al Evangelio

A nadie debería sorprender que el papa Francisco esté en contra de la pena de muerte. Todos los papas de años recientes se han pronunciado en contra de esta práctica. En su encíclica en favor de la vida, titulada “Evangelium Vitae” (“El Evangelio de la vida”), el papa san Juan Pablo II aclaró las enseñanzas de la Iglesia y enmendó el Catecismo de la Iglesia Católica para que reflejara que la pena de muerte solo está permitida en circunstancias muy estrictas.

Pero el papa Francisco ha despejado toda ambigüedad y ha hablado en forma más directa acerca de las enseñanzas de la Iglesia con respecto a la pena de muerte. Esta práctica, según lo expresó el Santo Padre, “perjudica fuertemente la dignidad humana.” Constituye una “medida inhumana” y es “contraria al Evangelio” puesto que la pena de muerte es la decisión intencional de poner fin a una vida humana que, según lo afirma el papa: “siempre es sagrada a los ojos del Creador.” Al final, “Dios es el único juez y garante” de cualquier vida humana. Ni siquiera los crímenes más violentos e imperdonables justifican suprimir una vida humana. La pena capital elimina la posibilidad de que el culpable reconozca su culpa, pida perdón y comience una nueva vida.

El Evangelio está repleto de ejemplos de la misericordia de Dios hacia los pecadores, inclusive aquellos que han cometido crímenes que, de acuerdo con la ley romana, se castigaban con la muerte. El perdón es absoluto, no está condicionado a la gravedad de la ofensa. Independientemente de lo que hayamos hecho o con qué frecuencia, la redención siempre es una opción.

El sacrificio de Cristo en la cruz pagó por adelantado el precio de nuestras transgresiones, sin importar cuán graves hayan sido. Por tanto, no les corresponde a los agentes humanos decidir si se debe perdonar la vida de una persona. Esa decisión le pertenece exclusivamente a Dios pues Él ve lo que nosotros no podemos ver y sabe cosas que nosotros jamás sabremos ni entenderemos.

El papa Francisco reconoce que esto constituye un acontecimiento que amplía la noción de las enseñanzas de la Iglesia. Antiguamente se permitía la pena capital porque se la consideraba desde la misma perspectiva de la defensa propia. En ausencia de otra opción, una persona puede justificadamente tomar la vida de aquel que represente una amenaza inminente para la propia vida o para la de otra persona. Matar en defensa propia es un acto permitido en circunstancias extremas en la que existe un peligro para la vida, precisamente porque este acto respeta la dignidad humana y protege al vulnerable contra un grave daño.

Sin embargo, la defensa de la pena capital es mucho menos sólida. Muy raramente una sociedad tendría que recurrir a la pena de muerte para proteger a sus ciudadanos contra un peligro inminente. Cuando una persona que ha cometido crímenes graves y que constituye una amenaza para la comunidad se encuentra detenido, siempre existen opciones en cuanto a prisión y, tal vez, rehabilitación. Ciertamente la prisión de por vida representa una carga costosa para la sociedad, pero la vida humana es sagrada e inviolable. Es imposible ponerle precio a un ser humano, aunque esa persona haya cometido los crímenes más abominables.

El papa Francisco considera que esta novedad en las enseñanzas de la Iglesia no contradice ni cambia las convicciones que han tenido siempre los cristianos. La fe cristiana siempre ha insistido en cuanto a la dignidad de la vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Como seguidores de Jesucristo, tenemos la obligación de defender el carácter sagrado de la vida humana siempre y dondequiera que esta se vea amenazada.

“Por lo tanto,—afirma el papa— es necesario reiterar que, por muy grave que sea el delito cometido, la pena de muerte es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona.”

En la actualidad, el catecismo dice que la pena de muerte solo es admisible si: 1) [se ha realizado] la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable; y 2) el recurso a la pena de muerte fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas

Los detractores de la pena de muerte señalan que la historia demuestra lo difícil que es comprobar la identidad o la culpabilidad del que ha sido sentenciado a morir. También insisten en que la pena capital rara vez, por no decir nunca, “es la única opción” para proteger a la sociedad de los criminales peligrosos.

La visión de la infinita misericordia de Dios que tiene el papa Francisco influye marcadamente en su postura con respecto a la pena de muerte. La justicia de Dios no es “leguleya” o rígida. Está teñida por la inmensidad del amor de Dios por cada ser humano, independientemente de su valía a los ojos de la sociedad. Desde esta perspectiva, toda vida humana merece ser salvada, sin importar el costo.
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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