September 22, 2017

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

Jesús: El tesoro escondido y la perla preciosa

Durante su discurso a los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, antes del Angelus, el día 30 de julio, el 17th domingo del tiempo Ordinario, el papa Francisco expresó: 

“El discípulo de Cristo no es uno que se ha privado de algo esencial; es uno que ha encontrado mucho más: ha encontrado la alegría plena que solo el Señor puede donar. Es la alegría evangélica de los enfermos sanados; de los pecadores perdonados; del ladrón al que se le abre la puerta al paraíso.”

Al hablar acerca de la lectura de ese día, tomada del Evangelio según san Mateo y que relata las parábolas del “tesoro escondido” y de la “perla preciosa,” el papa Francisco enfatizó en que “la actitud de la búsqueda es la condición esencial para encontrar.”

Tal como lo indica el papa, el tesoro es el Reino de Dios que se encuentra a través de la persona de Jesucristo, y para obtenerlo, nuestros corazones deben arder con el deseo de buscarlo y encontrarlo.

“Es Él el tesoro escondido, es Él la perla de gran valor. Él es el descubrimiento fundamental, que puede dar un giro decisivo a nuestra vida, llenándola de significado.”

Muchos de nosotros nos pasamos la vida buscando en los lugares incorrectos, cosas que jamás satisfarán nuestros anhelos más profundos.

Las parábolas que narra Jesús en el Evangelio según san Mateo hablan sobre la imperiosa necesidad de buscar y, finalmente encontrar el “tesoro escondido” y “la perla preciosa.” Ya sea que los encontremos por accidente o como resultado de un largo y difícil proceso de búsqueda, nuestra reacción debe ser inmediata y universal.

Debemos vender todas nuestras posesiones, sin tomar en cuenta el precio, y acoger ese nuevo tesoro, la perla preciosa, como el secreto de todos los misterios de la vida.

Tal como lo expresó el papa Francisco en su encíclica titulada “Laudato Si’, sobre el cuidado de la casa común”: “El mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza” (#12). Este es el gran descubrimiento que realiza el discípulo misionero cuando se encuentra con la persona de Jesucristo y lo deja todo para seguirlo y proclamar la Buena Nueva.

Las parábolas del tesoro escondido y la perla preciosa “destacan dos características respecto a la posesión del Reino de Dios: la búsqueda y el sacrificio.”

“Es verdad—dice el papa—‘que el Reino de Dios es ofrecido a todos—es un don, es un regalo, es una gracia—pero no está puesto a disposición en un plato de plata, requiere dinamismo: se trata de buscar, caminar, trabajar.”

En concordancia con su intolerancia ante los “cristianos perezosos” o aquellos de nosotros que gustosamente permanecemos a puerta cerrada en la comodidad y la seguridad de nuestros hogares, el papa Francisco dice que el Evangelio exige acción, no meras palabrerías. Dejarlo todo, incluso la propia vida, por el Evangelio, es la acción más impresionante que puede realizar un discípulo misionero en respuesta a la invitación del Señor: “Sígueme” (Mt 4:19).

“La valoración del valor inestimable del tesoro, lleva a una decisión que implica también sacrificio, desapegos y renuncias” explica el papa.

La elección de un discípulo de sacrificarlo todo por Cristo no significa que menosprecie lo mundano, sino que coloca las cosas en el orden adecuado, anteponiendo a Jesús a todo lo demás.

Y esto es lo que conlleva a la alegría del Evangelio que colma los corazones y las vidas de quienes han encontrado a Jesús. “Aquellos que se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento,” señala el Santo Padre. “Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.”

Todos buscamos “la presencia consoladora de Jesús en nuestra vida.” Y esta presencia, dice el papa Francisco, es lo que transforma nuestros corazones y nos abre a las necesidades de nuestros hermanos, particularmente las de los más débiles o más vulnerables que nosotros, especialmente los pobres, los inmigrantes y refugiados, los bebés que no han nacido, los ancianos y los enfermos que se encuentran en los márgenes de la sociedad.

“Rezamos, por intercesión de la Virgen María—finaliza el papa—para que cada uno de nosotros sepa testimoniar, con las palabras y los gestos cotidianos, la alegría de haber encontrado el tesoro del Reino de Dios, es decir el amor que el Padre nos ha donado mediante Jesús.”
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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