El rostro de la misericordia / Daniel Conway
El amor de Jesús puede transformar nuestros corazones
“Lo que contemplamos y adoramos es a Jesucristo entero, el Hijo de Dios hecho hombre, representado en una imagen suya donde está destacado su Corazón” (“Dilexit Nos,” #48).
La nueva encíclica del Papa Francisco titulada “Dilexit nos [Nos amó]: sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo,” es una meditación sostenida sobre el amor de Dios encarnado. La imagen que utiliza el Santo Padre es el antiguo símbolo del corazón humano, que representa lo más humano que hay en nosotros y lo más parecido a Dios.
“Es indispensable destacar que nos relacionamos en la amistad y en la adoración con la persona de Cristo, atraídos por el amor que se representa en la imagen de su Corazón” (#49). Adoramos el Sagrado Corazón de Jesús, “el mismo que nació en Belén por amor, es el que caminaba por Galilea sanando, acariciando, derramando misericordia, es el que nos amó hasta el fin abriendo sus brazos en la cruz. En definitiva, es el mismo que ha resucitado y vive glorioso en medio de nosotros” (#51).
A lo largo de “Dilexit Nos,” el Papa Francisco recurre a las palabras y al ejemplo de santos y escritores espirituales que se distinguieron por su devoción al Sagrado Corazón. “Esa imagen venerada de Cristo donde se destaca su corazón amante, tiene al mismo tiempo una mirada que llama al encuentro, al diálogo, a la confianza; tiene unas manos fuertes capaces de sostenernos; tiene una boca que nos dirige la palabra de un modo único y personalísimo” (#54).
San Agustín, Santa Catalina de Siena, San Francisco de Sales y Santa Margarita María Alacoque son apenas algunos de los hombres y mujeres santos que han dado testimonio del poder del amor de Dios manifestado en y a través del santo corazón de Jesús. “La imagen del corazón debe referirnos a la totalidad de Jesucristo en su centro unificador y, simultáneamente, desde ese centro unificador debe orientarnos a contemplar a Cristo en toda la hermosura y riqueza de su humanidad y de su divinidad” (#55), nos dice el Papa para aducir que el corazón es el lugar donde se unen Dios y humanidad.
“Mirando la imagen nos situamos frente a Cristo, y ante él el amor se detiene, contempla el misterio, lo disfruta en silencio” (#57).
La persona humana está hecha a imagen y semejanza de Dios, que es amor; por lo tanto, es justo que la imagen más profunda y poderosa de Dios sea la que muestra cómo nuestros corazones endurecidos se transforman mediante el corazón santo del Hijo único de Dios. “El centro íntimo de nuestra persona, creado para el amor, sólo realizará el proyecto de Dios cuando ame”—nos enseña el Papa Francisco—. “Así, el símbolo del corazón al mismo tiempo simboliza el amor” (#59).
El misterio de la Encarnación une de manera poderosa la divinidad y la humanidad.
“La mirada dirigida al Corazón del Señor contempla una realidad física, su carne humana, que hace posible que Cristo tenga emociones y sentimientos bien humanos, como nosotros, aunque plenamente transformados por su amor divino” (#60), nos explica el Papa Francisco.
Las emociones expresadas por Jesús son humanas, pero no están distorsionadas por el pecado. Su ego nunca interfiere en sus sentimientos ni en sus actos. Cristo asumió todos los elementos que forman parte de nuestra naturaleza humana, para que todo en nosotros (mente, corazón y cuerpo) pudiera ser santificado (#62).
La imagen del Sagrado Corazón significa mucho más que una devoción piadosa; es una forma de ver lo que es más importante en nosotros mismos como personas hechas a imagen de Dios. Tal como nos enseña el Santo Padre:
Contemplando el Corazón de Cristo reconocemos cómo en sus sentimientos nobles y sanos, en su ternura, en el temblor de su cariño humano, se manifiesta toda la verdad de su amor divino e infinito. Así lo expresaba Benedicto XVI: “Desde el horizonte infinito de su amor, Dios quiso entrar en los límites de la historia y de la condición humana, tomó un cuerpo y un corazón, de modo que pudiéramos contemplar y encontrar lo infinito en lo finito, el Misterio invisible e inefable en el Corazón humano de Jesús, el Nazareno” (#64).
En Jesús, vemos el rostro de Dios, y en su Sagrado Corazón nos conectamos con el amor y la misericordia incomparables de Dios. El misterio de quiénes somos, y cómo se espera que vivamos, se revela en el corazón santo de Jesús. “Precisamente en su amor humano, y no apartándonos de él, encontramos su amor divino; encontramos “lo infinito en lo finito” (#67).
Dios nos ama y vemos este amor más íntimamente expresado en el Sagrado Corazón de Jesús.
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †