El arzobispo Charles C. Thompson sobre el fallecimiento del Papa Francisco
El papa Francisco saluda al arzobispo Charles C. Thompson de Indianápolis durante una reunión con obispos estadounidenses de Illinois, Indiana y Wisconsin que realizan sus visitas ad limina al Vaticano el 12 de diciembre de 2019. Los obispos realizaban sus visitas ad limina al Vaticano para informar al papa y a las autoridades vaticanas sobre la situación de sus diócesis. (CNS photo/Vatican Media)
Pese a la tristeza que nos invade por la noticia del fallecimiento del papa Francisco a sus 88 años, nos consuela enormemente saber que ahora goza de la recompensa eterna después de tantos años de fiel servicio a Jesucristo y a su Iglesia.
Luego de que el papa Benedicto XVI me nombrara pastor de la Diócesis de Evansville en 2011, fue el papa Francisco quien me eligió para dirigir la Arquidiócesis de Indianápolis en 2017. Pude conocerlo en el Vaticano durante una visita ad limina en 2020, y ha sido para mí un privilegio aprender de sus enseñanzas y de su ejemplo durante los últimos 12 años.
En sus propias palabras, el papa Francisco fue “un hijo de la Iglesia.” En sus muchos años como sacerdote jesuita, como obispo en su Argentina natal y como Obispo de Roma, sucesor de san Pedro, su vida se caracterizó por su santidad, celo misionero y confianza en la presencia del Espíritu Santo. Como pastor, el papa Francisco se comprometió a guiar a nuestra Iglesia en un camino sinodal de diálogo y encuentro centrado en Cristo, instando a todos los pastores a acompañar a sus rebaños, con especial atención a los pobres y marginados, mientras atendemos a un mundo que necesita desesperadamente la paz y el amor de Cristo.
El deseo de apertura, diálogo y transparencia del difunto Papa nos ofreció muchas oportunidades de ver de primera mano cómo respondía a los retos pastorales y sociales de nuestro tiempo. Durante su pontificado, mantuvo su estilo y tono característicos y su mensaje fue siempre constante. Fue verdaderamente un hombre de la Iglesia, comprometido con la defensa de las verdades eternas de la fe católica y con su aplicación pastoral adaptada a las circunstancias actuales.
Al igual que sus predecesores, el papa Francisco mantuvo una visión coherente sobre la verdad que valoraba la vida humana en todas sus dimensiones. Mientras muchos en la cultura secular estaban ansiosos por excluir a la Iglesia de la escena pública, el Papa nunca vaciló en expresar el compromiso de la Iglesia con la paz en nuestro mundo, la santidad de la vida y la preocupación por los pobres y vulnerables, una visión arraigada en la infinita bondad y misericordia de Dios para con todas las personas.
En el prólogo de uno de los muchos libros que escribió sobre su papado, el papa Francisco enumeró tres grandes temas que podría decirse que le preocupaban desde que se convirtió en sucesor de san Pedro como Obispo de Roma hace 13 años, a saber:
- en primer lugar, tener una relación sólida con Dios;
- segundo, tener una fuerte relación con la creación; y
- tercero, relacionarse estrechamente con los demás, centrándose en la migración mundial de los pueblos.
El papa Francisco abrazó sin reparos toda la creación de Dios, especialmente la vida humana—desde la concepción hasta la muerte natural—y el cuidado de la Tierra, nuestra casa común. Cariñoso y feroz defensor de todos los niños, expresó en una ocasión con respecto al aborto: “No está bien ‘acabar’ con un ser humano, por pequeño que sea, para resolver un problema.” También afirmó el compromiso de la Iglesia con el valor de toda vida humana cuando actualizó el Catecismo de la Iglesia Católica en 2018, afirmando en una revisión del párrafo 2267 que “la pena de muerte es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona, y [la Iglesia] trabaja con determinación por abolirla en todo el mundo.”
El difunto Papa fue un poderoso evangelizador que nos recordó en más de una ocasión nuestro llamado “al discipulado misionero.” Todo cristiano está llamado a ser misionero, dijo, compartiendo la buena nueva de la salvación en Cristo y haciendo discípulos para Él, no solo para sí mismos o para un grupo de creyentes afines a él. Tal como escribió en su exhortación apostólica “Evangelii Gaudium,” “Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino” (#127).
El papa Francisco tenía una pasión y una devoción inquebrantables por la fe, la Iglesia y el pueblo de Dios en todas partes. Fue un servidor bueno y fiel, un hijo leal de la Iglesia. Que descanse en la paz eterna, contemplando el rostro de Dios. †