November 28, 2025

Cristo, la piedra angular

¡Estemos vigilantes! Depositemos nuestra fe en la venida del Señor

Archbishop Charles C. Thompson

Este domingo 30 de noviembre es el Primer Domingo de Adviento. Durante esta temporada santa, se nos invita a comenzar el nuevo año eclesiástico con los ojos bien abiertos. Esperamos la Bendita Esperanza, Jesucristo, el Mesías tan anhelado, que vino a la Tierra por primera vez hace 2,000 años y nació de la Virgen María. Está presente entre nosotros ahora, especialmente en la Eucaristía, y volverá con gloria al final de los tiempos.

Nuestro deber es permanecer vigilantes y tener fe en la venida del Señor. Esto es lo que nos dice la liturgia del Primer Domingo de Adviento: ¡Estemos vigilantes! Deben estar preparados y no permitir que la oscuridad del mundo les haga sombra ni les adormezca en la indiferencia. Presten atención a lo que ocurre en su propia vida y en el mundo que los rodea. Manténganse firmes y pongan su esperanza en el Señor, que no los defraudará.

Hace un año, el papa Francisco declaró un Año Santo dedicado a la Peregrinación de la Esperanza que hacemos todos los que somos discípulos misioneros de Jesucristo. En su Bula de Convocación para el Jubileo Ordinario del año 2025, el Santo Padre ofreció estas palabras de esperanza:

La esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida” (Rom 5:10). Y su vida se manifiesta en nuestra vida de fe, que empieza con el Bautismo; se desarrolla en la docilidad a la gracia de Dios y, por tanto, está animada por la esperanza, que se renueva siempre y se hace inquebrantable por la acción del Espíritu Santo.

En efecto, el Espíritu Santo, con su presencia perenne en el camino de la Iglesia, es quien irradia en los creyentes la luz de la esperanza. Él la mantiene encendida como una llama que nunca se apaga, para dar apoyo y vigor a nuestra vida. La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino.

Mientras el Espíritu Santo mantiene encendida la luz de la esperanza “como una llama que nunca se apaga,” se nos ordena permanecer vigilantes, estar alerta y no permitir nunca que la llama de la esperanza se apague en nuestros corazones. Por eso Jesús nos dice en la lectura del Evangelio de este domingo (Mt 24:37-44): “Estén, pues, vigilantes ya que no saben en qué día vendrá el Señor” (Mt 24:42).

En la segunda lectura de este domingo (Rom 13:11-14), san Pablo insiste mucho en este tema del Adviento:

Hermanos y hermanas: Conocen ustedes, además, el momento especial en que vivimos: que ya es hora de despertar del sueño, pues nuestra salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día a punto de llegar (Rom 13:11-12).

La luz de Cristo supera la oscuridad del mundo; penetra en las sombras de la desesperación y trae esperanza a nuestros atribulados corazones y mentes.

La reciente exhortación apostólica “Dilexi Te” (“Te he amado”), que comenzó a redactar el papa Francisco y la culminó el papa León XIV, nos ofrece algunas perspectivas sagaces sobre Jesús, “el Mesías pobre” que es nuestra Bendita Esperanza:

En su encarnación, Él “se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano” (Flp 2:7), de esa forma nos trajo la salvación. Se trata de una pobreza radical, fundada sobre su misión de revelar el verdadero rostro del amor divino (cf. Jn 1:18; 1 Jn 4:9). Por tanto, con una de sus admirables síntesis, san Pablo puede afirmar: “Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8:9). (#18)

La temporada de espera llena de esperanza en la que nos adentramos en este Adviento se nos llama a reflexionar sobre la paradoja del Mesías pobre cuya venida nos bendice a todos, pero especialmente a los pobres y vulnerables entre nosotros, con las riquezas de su gracia celestial. Esperamos este gran regalo del amor de Dios porque confiamos en que se cumplirá la promesa del Señor de regresar con gloria.

Pero primero debemos permanecer despiertos y vigilantes. No nos atrevamos a cabecear, a ceder a la indiferencia ni al aletargamiento que provienen de la autoindulgencia o de la dureza de corazón. En su lugar, debemos mantenernos presentes, con los ojos bien abiertos.

Al celebrar este fin de semana el primer domingo de Adviento, pidamos al Señor de la Esperanza, el Mesías pobre, que nos ayude a permanecer despiertos y a prepararnos para su nueva venida. †

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