August 8, 2025

Cristo, la piedra angular

Ríndete a Dios y sucederán cosas increíbles

Archbishop Charles C. Thompson

Escucha, Israel: el Señor—y únicamente el Señor—es nuestro Dios. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas (Dt 6:4-5).

Hoy, viernes 8 de agosto, la Iglesia celebra el memorial de santo Domingo de Guzmán (1170-1221).

Domingo fue un sacerdote español, fundador de la Orden de Predicadores (dominicos) totalmente dedicada a la predicación para la salvación de las almas. Estaba convencido del valor de la oración contemplativa, una disciplina espiritual centrada en permanecer en la presencia de Dios, lo que a menudo implica silencio y apartar los pensamientos que distraen. La oración contemplativa nos invita a abrir nuestro corazón y nuestra mente a Dios en busca de una relación más profunda e íntima con Él.

Los seguidores de santo Domingo daban testimonio de que pasaban las noches contemplando la Palabra de Dios y durante el día la predicaban. Decían que Domingo solamente hablaba “con Dios o sobre Dios.” Santo Tomás de Aquino, fraile dominico, describió el carisma dominico como “contemplar y transmitir a los demás lo que se ha contemplado.”

La lectura del Evangelio para la liturgia de hoy (Mt 16:24-28) describe lo que se espera de los discípulos de Jesús:

Si alguno quiere ser discípulo mío, deberá olvidarse de sí mismo, cargar con su cruz y seguirme. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que entregue su vida por causa de mí, ese la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su propia vida? ¿O qué podrá dar el ser humano a cambio de su vida? (Mt 16:24-26).

La abnegació —el vía crucis—es el principio fundamental de la vida cristiana. Si queremos seguir a Jesús, debemos estar dispuestos a sufrir y morir como él. Ningún tesoro terrenal, ninguna cantidad de fama o gloria mundana, puede satisfacer los corazones hambrientos de los hombres y las mujeres que en verdad buscan a Dios. Santo Domingo era muy consciente de la necesidad de la abnegación para vivir la Palabra que predicaba.

Una santa moderna que también dio testimonio de este principio de abnegación como elemento fundamental de la espiritualidad cristiana fue santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), cuya memoria celebraremos mañana, sábado 9 de agosto.

Edith Stein nació en 1891 en el seno de una familia judía en Breslau, Alemania (hoy parte de Polonia). A los 14 años se hizo atea, pero su sincera búsqueda de la verdad y la sabiduría como estudiosa de la filosofía la condujo a las puertas de la Iglesia católica. Tan solo podemos imaginarnos los retos a los que se enfrentó por ser una mujer judía que se destacó en sus estudios filosóficos, incluso mientras libraba una lucha personal por buscar y encontrar a Dios.

La lectura del Evangelio de mañana (Mt 17:14-20) habla del tipo de fe que buscaba Edith Stein:

Porque ustedes no tuvieron fe. Les aseguro que si tuvieran fe, aunque sólo fuera como un grano de mostaza, le dirían a este monte: “¡Quítate de ahí y ponte allí!” y el monte cambiaría de lugar. Nada les resultaría imposible. (Mt 17:20)

La fe nos da acceso al tipo de poder espiritual que mueve montañas. Cuando dejamos que nuestra fe nos guíe y rendimos el ego a la Divina Providencia, pueden ocurrir cosas asombrosas. El amor de Dios hará por nosotros cosas que nunca podríamos hacer por nuestra cuenta.

Tras leer la autobiografía de santa Teresa de Ávila, Edith Stein exclamó: “¡Esta es la verdad!” Diez años más tarde ingresó en la Orden de las Carmelitas y recibió el nombre de sor Teresa Benedicta de la Cruz.

La contemplación es, por supuesto, un carisma de las carmelitas, así que la antigua Edith Stein añadió a su búsqueda de Dios un compromiso con la oración contemplativa. Aprendió a practicar las disciplinas espirituales que le ayudaron a transformar sus conocimientos intelectuales en la sabiduría del corazón. En el proceso, aprendió a vivir la antigua oración judía, el Shema, que la llamaba a amar al Señor, su Dios, con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas.

La hermana Teresa Benedicta fue aprehendida por los nazis el 2 de agosto de 1942 y murió en el campo de concentración de Auschwitz siete días después. Su amor por Jesús se consumó con su propia participación en la Cruz de Cristo y por ello se la venera como “mártir del amor.”

¿Qué tienen en común el predicador del siglo XIII, santo Domingo de Guzmán, y la monja carmelita del siglo XX, santa Teresa Benedicta de la Cruz? Ambos se negaron a sí mismos, tomaron sus cruces y siguieron a Jesús, el Verbo de Dios encarnado.

Como discípulos misioneros, y Peregrinos de la Esperanza, todos estamos invitados a contemplar el Misterio del amor de Dios por nosotros y, después, a transmitir a los demás la verdad que hemos contemplado. †

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