February 28, 2025

Cristo, la piedra angular

Hagamos de la Cuaresma un tiempo para renovar el espíritu, y acercarnos más a Cristo

Archbishop Charles C. Thompson

Cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. (Mt 6:6)

La semana que viene es Miércoles de Ceniza que marca el inicio de la Cuaresma. Aunque se trata de un tiempo de penitencia, no debe ser una época sombría para los cristianos.

La Cuaresma nos prepara para la alegría de la Pascua recordándonos que Cristo ha vencido al pecado y a la muerte. Ayunamos, rezamos y damos limosna durante este tiempo santo del año no porque estemos tristes o deprimidos, sino porque Jesús nos ha mostrado que el amor abnegado es la única manera de experimentar una alegría duradera.

En la primera lectura del Miércoles de Ceniza, tomada del libro del profeta Joel (Jl 2:12-18), descubrimos que el Señor es “lento para la ira, abundante en misericordia, y se arrepiente de infligir el mal” (Jl 2:13).

Esta es una excelente noticia ya que significa que si expiamos los pecados que hemos cometido, experimentaremos el amor y el perdón de Dios en lugar de su ira justificable. No merecemos la bondad que Dios nos dedica, pero Él nunca duda en rodearnos de su gracia y acogernos de nuevo en su presencia.

En el salmo responsorial (Sal 51), clamamos al Señor:

Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a Tu misericordia; conforme a lo inmenso de Tu compasión, borra mis transgresiones. Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado (Sal 51:3-4).

Luego le pedimos que nos purifique y nos llene de los dones del Espíritu Santo:

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de Tu presencia, y no quites de mí Tu Santo Espíritu (Sal 51:12-13).

El Miércoles de Ceniza es un día de purificación y renovación espiritual. Es la época en la que reconocemos que somos “polvo,” provenientes de la tierra y a la cual volveremos, excepto por la gracia de Dios, que nos ha creado a su imagen y nos ha destinado a estar unidos en la gloria eterna de su hogar celestial.

La segunda lectura (2 Cor 5:20-6:2) nos invita a reconciliarnos con Dios gracias a la misión que recibimos al ser bautizados; somos “embajadores de Cristo” (2 Cor 5:20), nos dice san Pablo.

Como discípulos misioneros de Jesucristo, tenemos el reto de desprendernos de todo lo que nos frena o nos impide proclamar con alegría su Evangelio: “Ahora es ‘el tiempo propicio’; ahora es el día de salvación” (2 Cor 6:2). La Cuaresma es una oportunidad para renovar nuestro espíritu y despojarnos de todo lo que obstaculiza nuestra conversión a Cristo y nuestra capacidad para llevar a cabo la misión que Él nos ha confiado.

Por último, la lectura del Evangelio del Miércoles de Ceniza (Mt 6:1-6, 16-18) nos aconseja ser humildes y puros de corazón en nuestro testimonio de Cristo. Lo que hacemos, y la forma en que lo hacemos, nunca debe ser ostentoso. Tal como Jesús les dice a sus discípulos:

Cuídense de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de otra manera no tendrán recompensa de su Padre que está en los cielos. Por eso, cuando des limosna, no toques trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres. En verdad les digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna sea en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará (Mt 6:1-4).

La misión que se nos ha encomendado no nos hará ricos, famosos o poderosos. No “practicamos justicia” para que nos vean como santos; la nuestra es una misión de amor y servicio que se lleva mejor en secreto. Dios Padre sabe quiénes somos y qué hacemos en nombre de Jesús y nos recompensará con su amorosa bondad.

Mientras nos preparamos para celebrar el Miércoles de Ceniza y comenzar el tiempo santo de la Cuaresma, recordemos que Dios es misericordioso y que acoge con agrado nuestro arrepentimiento y conversión. La oración, el ayuno y la limosna que se nos invita a hacer durante todo el año son especialmente importantes durante la Cuaresma. La Iglesia nos regala este tiempo penitencial para ayudarnos a reorientar nuestra vida y volver al Padre siguiendo las huellas del Hijo y sometiéndonos a las gracias del Espíritu Santo.

Durante este Año Jubilar 2025, pensemos en el Miércoles de Ceniza como una Puerta Santa que conduce a los dones y gracias especiales de la Cuaresma. Que la Santísima Trinidad nos fortalezca y renueve durante las próximas seis semanas, mientras nos preparamos para la alegría pascual. †

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