February 14, 2025

Cristo, la piedra angular

Las bienaventuranzas son una ‘hoja de ruta’ hacia la felicidad en comunión con Dios

Archbishop Charles C. Thompson

La lectura del Evangelio del sexto domingo del tiempo ordinario (Lc 6:17, 20-26) contiene las ocho bienaventuranzas predicadas por Jesús en su Sermón de la Montaña. Según el Catecismo de la Iglesia Católica (CCC), las Bienaventuranzas “están en el centro de la predicación de Jesús” (#1716). Revelan el verdadero camino hacia la felicidad y conducen siempre a la alegría.

Existe un debate entre quienes prefieren las ocho bienaventuranzas a los diez mandamientos. Se dice que los mandamientos son proscripciones negativas (“no harás”), mientras que las bienaventuranzas son afirmaciones positivas (“bienaventurados”). La realidad es que ambos nos muestran cómo vivir bien y evitar el mal en un mundo teñido por la tristeza, el pecado y la muerte.

Los mandamientos son señales de advertencia que identifican comportamientos destructivos. Al cumplirlos, podemos mantenernos en el buen camino y evitar hacernos daño a nosotros mismos o a los demás. En cambio, las bienaventuranzas son una hoja de ruta; revelan el modo en que debemos vivir si queremos ser felices y alcanzar nuestro destino final, la alegría del cielo.

Tal como nos enseña la Iglesia, “las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el único que lo puede satisfacer” (CCC, #1718). Todo el mundo quiere ser feliz, pero el pecado nos ha distorsionado el sentido innato del bien y del mal. Necesitamos ayuda para determinar cómo debemos vivir.

La Iglesia enseña que “las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin último de los actos humanos: Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Esta vocación se dirige a cada uno personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia, pueblo nuevo de los que han acogido la promesa y viven de ella en la fe” (CCC, #1719).

“Bienaventuranza” es el estado de felicidad suprema que solo puede alcanzarse en comunión con Dios. Nuestro Salvador Jesucristo ha revelado que el camino hacia la última bienaventuranza (la alegría celestial) pasa por él y, en particular, por la experiencia de la muerte abnegada que es la única que conduce a la resurrección, la plenitud de la vida.

Por eso Jesús nos dice sin rodeos que la única manera de vivir plenamente es que el yo muera. El vía crucis es el único camino hacia la felicidad completa y eterna. Dichosos nosotros cuando nos decimos “no” a nosotros mismos y «sí» a Dios.

En su catequesis de 2020 sobre las bienaventuranzas, el papa Francisco enseñó que cada una se compone de tres partes: la palabra inicial “Bienaventurados,” seguida de la situación en la que se encuentran quienes son llamados bienaventurados—pobres de espíritu, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia—y, por último, la razón por la que son bienaventurados.

Las condiciones que dan lugar a la bienaventuranza son espirituales, son las ansias del corazón que clama por la intervención divina. Dichosos nosotros cuando nuestro corazón está inquieto y anhelamos que Dios nos consuele, nos cure y nos lleve al arrepentimiento.

Como observa el papa Francisco, en su significado original, la palabra “bienaventurado” no indica a alguien “con la barriga llena o a quien le va bien,” sino que se refiere a una persona que se encuentra en estado de gracia y que avanza por el camino indicado por Dios con paciencia, humildad, servicio o consuelo para los demás. “Quien avanza por ese camino es feliz y será bendecido.”

La razón de ser de cada bienaventuranza no se encuentra en la situación actual de cada uno, sino en la nueva condición que los bienaventurados reciben como don de Dios: “Porque de ellos es el Reino de los cielos,” “porque ellos serán consolados,” “porque ellos poseerán en herencia la tierra,” etc.

He aquí las ocho bienaventuranzas. Como dice el papa Francisco: “Sería bueno aprenderlas de memoria y repetirlas para guardar esta ley que Jesús nos da en nuestra mente y en nuestro corazón.”

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos. †

Local site Links: