March 3, 2023

Cristo, la piedra angular

Sigamos a santa Catalina Drexel y brillemos con la luz de Cristo

Archbishop Charles C. Thompson

“Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los hizo subir aparte a un monte alto. Y fue transfigurado delante de ellos. Su cara resplandeció como el sol, y sus vestiduras se hicieron blancas como la luz” (Mt 17:1-2).

Hoy, 3 de marzo, celebramos el memorial de santa Catalina Drexel, nacida en Filadelfia en 1858. Catalina fue una misionera incansable que fundó escuelas y se dedicó a los pobres, especialmente a las minorías. Pasó los últimos años de su vida jubilada, dedicándose exclusivamente al ministerio de la oración.

Una de las frases preferidas de santa Catalina Drexel era: “¡Dios mío! ¡Cuánta luz se desperdicia cuando las tinieblas no la comprenden!” Veía la luz de Cristo en todo y en todos, y le daba tristeza que pareciera desperdiciarse en aquellos—cristianos o no—que viven en la oscuridad espiritual.

Santa Catalina murió en 1955, pero la precedió un siglo tremendo: el período que vio florecer las comunidades religiosas femeninas fundadas por ella misma, así como por Rose Philippine Duchesne, Elizabeth Ann Bayley Seton, Anne-Therese Guérin y otras.

Estas mujeres impertérritas y sus hermanas crearon cientos de escuelas, orfanatos y hospitales; educaron e inspiraron a miles de niños pobres en las grandes ciudades de la Costa Este, en las comunidades rurales de las regiones Medio Oeste, Oeste y Sur de Estados Unidos, así como también en Sudamérica. Fueron defensoras de la justicia y del poder liberador de la educación, y estaban totalmente entregadas a la oración y a la vida sacramental de la Iglesia, especialmente a la Sagrada Eucaristía.

Catalina Drexel era de ilustre cuna y pertenecía a la alta sociedad pero también le enseñaron a cuidar a los pobres y a tomarse en serio el don de la fe. Como resultado, decidió libremente renunciar a su riqueza para utilizarla exclusivamente en beneficio de los pobres.

Incluso cuando fundó su orden religiosa, las Hermanas del Santísimo Sacramento, insistió en que nada de su patrimonio personal se utilizara para mantener a las hermanas; debían mantenerse a sí mismas para que toda su herencia pudiera destinarse a atender a los pobres, especialmente en las comunidades afroamericana y nativa americana.

Todos los santos brillan con la luz de Cristo, cada uno a su manera. Entre otras muchas cosas, Catalina Drexel fue una santa dedicada a la corresponsabilidad. Reconoció que sus posesiones no eran algo para acaparar o malgastar, sino que eran un don de Dios que había que cultivar y compartir para el bien de los demás.

Esta “perspectiva de corresponsabilidad” no era compartida por todo el mundo, como tampoco lo eran sus opiniones sobre el servicio a las minorías pobres. Se enfrentó al Ku Klux Klan en el Sur y a quienes odiaban o temían a los nativos americanos en la región Medio Oeste del país.

Catalina Drexel fue responsable de la creación de la primera universidad católica afroamericana, la Xavier University de Nueva Orleans; fundó escuelas para personas de raza negra en 15 estados y misiones para nativos americanos en 16 estados. Una de las escuelas que fundó fue incendiada por segregacionistas. Cuando sus hermanas le contaron que eran objeto de burla y desprecio por parte de quienes se oponían a su trabajo, les preguntó: “¿Han rezado por ellos?”

A pesar de sus diferencias, todos los santos tienen en común una rica vida de oración y una profunda devoción al Santísimo Sacramento. Lo mismo podría decirse de mujeres santas más cercanas a nuestro tiempo como Santa Teresa de Calcuta y Dorothy Day, que humildemente pidió que no se la llamara santa, pero que ciertamente reflejó la luz de Cristo en todo lo que hizo. Lo que une a estas increíbles mujeres es su amor por Jesús, que se expresa en su devoción a los pobres y en su ferviente oración y adoración.

¿Alguna vez ha justificado que no puede rezar porque está muy ocupado? Pregúntese cómo se las arreglaba Catalina Drexel para encontrar tiempo para rezar mientras viajaba, abría escuelas y atendía las necesidades de las minorías. ¿Acaso estamos más ocupados que ella? ¿Acaso nuestro tiempo vale más que el de ella?

Santa Catalina fue una buena administradora de su tiempo. Lo utilizó sabiamente, dedicando una parte proporcional de todos sus dones a la meditación en contemplación de la palabra de Dios y a la adoración del Santísimo Sacramento.

Catalina decidió desde muy temprano en su vida no malgastar su tiempo, su talento ni su dinero. Se lo entregó todo a Dios a través del servicio amoroso a quienes más lo necesitaban. Estaba decidida a ser administradora de la luz de Cristo, compartiéndola generosamente con todos, especialmente con los pobres.

Que el ejemplo de santa Catalina nos brinde inspiración mientras continuamos nuestro camino cuaresmal y nos preparamos para la brillante luz de la resurrección de Cristo. Que, al igual que ella, compartamos todos los dones de Dios y seamos generosos administradores de la luz de Cristo. †

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