November 9, 2018

Cristo, la piedra angular

Los obispos tienen la obligación de hacer ‘cambios reales’ en medio de la crisis

Archbishop Charles C. Thompson

Cada noviembre, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) se da cita en Baltimore para nuestra reunión anual.

Tal como se describe en la declaración de su misión (cf. www.usccb.org), la USCCB existe para: 1) contribuir a que los obispos de los Estados Unidos “actúen en colaboración y congruencia con los asuntos vitales que enfrenta la Iglesia y la sociedad; 2) promover la comunión con la Iglesia y las demás naciones, dentro de la Iglesia universal, bajo el liderazgo de su pastor supremo, el Pontífice romano; y 3) brindar ayuda adecuada a cada obispo para cumplir con su ministerio específico en la Iglesia local.”

Cuando nos reunimos como obispos hermanos, abordamos una amplia variedad de temas e inquietudes, pero prestamos especial atención a los objetivos prioritarios definidos para un período de tres años. Las cinco áreas de prioridad que se han identificado para el período 2017‑2020 son: 1) evangelización; 2) familia y matrimonio; 3) vida y dignidad humanas; 4) vocaciones y formación constante, y 5) libertad de culto.

Estos son asuntos vitales y se abordarán durante nuestra reunión en Baltimore la semana que viene, sujeto a las limitaciones del tiempo, pero, obviamente, dadas las circunstancias actuales en las que prevalecen los alegatos de abuso sexual y el encubrimiento por parte de líderes eclesiásticos, ciertamente no se “tratará de una agenda normal.”

Los obispos tenemos la obligación de explorar estos temas abiertamente y demostrar mediante nuestras acciones, más que en palabras, que se están efectuando cambios en cuanto a cómo ejercemos las obligaciones sagradas que nos ha encargado Cristo, el Buen Pastor.

El 19 de septiembre, el comité administrativo de la USCCB se reunió para hablar acerca de la agenda de la próxima reunión. Después de su reunión emitieron la siguiente declaración:

“Nosotros, el Comité Administrativo de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, nos reunimos la semana pasada en Washington en este momento de vergüenza y dolor. Algunos obispos, mediante sus acciones u omisiones han provocado enormes daños tanto a personas individuales como a la Iglesia en su totalidad. Han empleado su autoridad y poder para manipular y abusar sexualmente de otros. Han permitido que el temor al escándalo sustituya la preocupación genuina y la atención que necesitan aquellos que se han convertido en víctimas de sus agresores. Por ello, pedimos nuevamente perdón al Señor y a aquellos que han resultado perjudicados. Acudimos al Señor para recibir fortaleza a fin de superar esto y, efectivamente, ser mejores.”

El Comité Administrativo aplicó las siguientes medidas dentro de los límites de su autoridad:

  1. Aprobó la creación de un sistema de comunicación independiente para recibir de manera confidencial, por teléfono y por Internet, denuncias de abuso sexual de menores por parte de obispos y de acoso sexual o de conducta sexual indebida con adultos por parte de un obispo. Este sistema canalizará dichas denuncias a la autoridad eclesiástica correspondiente y, según lo exijan las leyes pertinentes, a las autoridades civiles.
  2. Instruyó al Comité sobre Asuntos Canónicos y Gobierno de la Iglesia de la USCCB a crear propuestas de políticas para abordar las restricciones con respecto a los obispos que fueron expulsados o que renunciaron a causa de alegatos de abuso sexual de menores, de acoso sexual o conducta sexual indebida con adultos, lo que incluye a seminaristas y sacerdotes.
  3. Inició el proceso para crear un Código de Conducta para obispos con respecto al abuso sexual de menores, acoso sexual, conducta sexual indebida con adultos o negligencia en cuanto al ejercicio de sus obligaciones en relación con dichos casos.
  4. Otorgó su apoyo para llevar a cabo una investigación completa con respecto a las circunstancias que rodean al arzobispo Theodore E. McCarrick, incluyendo las alegaciones de agresiones contra menores, sacerdotes y seminaristas, así como las respuestas frente a tales alegaciones. Dicha investigación deberá apoyarse en expertos laicos en los campos correspondientes, tales como las autoridades y los servicios sociales.

Esto es solo el comienzo. La consulta con una amplia gama de padres preocupados, expertos y otros seglares, conjuntamente con el clero y demás religiosos, generará otras medidas específicas que deberán adoptarse para reparar el escándalo y restablecer la justicia. Damos humildemente la bienvenida y nos sentimos agradecidos por la ayuda de todo el pueblo de Dios al hacernos responsables.

Para aquellos que han sido víctimas de abuso: jamás duden en comunicarse también con las autoridades locales. Si por algún motivo no se sienten cómodos con la ayuda de la Iglesia, la diócesis puede ponerlos en contacto con los servicios comunitarios correspondientes. Con compasión y sin juicio, los obispos de los Estados Unidos nos comprometemos a brindar sanación y protección con la plenitud de la fuerza que Dios nos otorga.

En comunión con el Santo Padre, a quien le reiteramos nuestro amor, obediencia y lealtad, hacemos nuestra la oración del Papa Francisco plasmada en su carta al pueblo de Dios el día 20 de agosto: “Que el Espíritu Santo nos dé la gracia de la conversión y la unción interior para poder expresar, ante estos crímenes de abuso, nuestra compunción y nuestra decisión de luchar con valentía.”

Estas iniciativas y muchas otras se explorarán en Baltimore la semana que viene. Recen por nosotros mientras nos esforzamos por proteger a los vulnerables y restablecer la confianza en el liderazgo de nuestra Iglesia. †

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