July 22, 2016

Alégrense en el Señor

Todos los niños tienen derecho a recibir el amor de una madre y de un padre

Archbishop Joseph W. Tobin

En el quinto capítulo de “Amoris Laetitia” (“La alegría del amor”), el papa Francisco pondera la dimensión dadora de vida del matrimonio: su fecundidad. La semana pasada ofrecí algunas reflexiones sobre la perspectiva del Santo Padre sobre los hijos. En esta columna deseo ofrecer algunas reflexiones sobre la visión del papa Francisco para las madres y los padres.

En las palabras del sumo Pontífice, sean estas escritas o pronunciadas, la maternidad es siempre una constante. La maternidad es una de sus imágenes predilectas de Dios que no es ni hombre ni mujer y sin embargo expresa los atributos de cada uno, y de la Iglesia que está llamada a ser una madre santa, a imagen de la Virgen María. “Las madres son el antídoto más fuerte ante la difusión del individualismo egoísta,” dice el Papa. “Una sociedad sin madres sería una sociedad inhumana, porque las madres saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la entrega, la fuerza moral” (“La alegría del amor, #174).

Para el papa, las madres son sinónimo de ternura y misericordia, cualidades que se atribuyen a Dios por encima de todo. Pero también alaba “la entrega y la fuerza moral” que demuestran las buenas madres, especialmente cuando sus hijos corren peligro, ya sea físico o espiritual. “La madre, que ampara al niño con su ternura y su compasión, le ayuda a despertar la confianza, a experimentar que el mundo es un lugar bueno que lo recibe” (#175). Durante este Año Santo de la Misericordia, celebramos esa misma ternura y compasión.

Según comenta el papa Francisco, los padres son distintos, pero no por ello menos importantes. “La figura paterna, por otra parte, ayuda a percibir los límites de la realidad, y se caracteriza más por la orientación, por la salida hacia el mundo más amplio y desafiante, por la invitación al esfuerzo y a la lucha” (#175).

El padre que confía en su “identidad masculina” y que en su trato a la esposa demuestra “el afecto y la protección” son aspectos tan importantes como el cuidado materno. El papa Francisco comprende que las funciones y las responsabilidades del padre y de la madre se mezclan, dependiendo de las circunstancias individuales y de las personalidades, “pero la presencia clara y bien definida de las dos figuras, femenina y masculina, crea el ámbito más adecuado para la maduración del niño” (#175).

La triste realidad es que hoy en día somos, cada vez con más frecuencia, una “sociedad sin padres.” El papa Francisco reconoce la crisis de paternidad que aqueja a la cultura occidental contemporánea en la que “la figura del padre estaría simbólicamente ausente, desviada, desvanecida” y en la que “aun la virilidad pareciera cuestionada” (#176).

El Santo Padre considera esto una reacción extrema a la época de la figura paterna autoritaria. “El problema de nuestros días no parece ser ya tanto la presencia entrometida del padre, sino más bien su ausencia, el hecho de no estar presente. El padre está algunas veces tan concentrado en sí mismo y en su trabajo, y a veces en sus propias realizaciones individuales, que olvida incluso a la familia” (# 176).

El papa argumenta que los padres siempre deben estar presentes para sus esposas y para sus hijos, pero aclara que esa presencia no equivale a ser controladores. “Los padres demasiado controladores anulan a los hijos” (# 177). El papa comenta que no es bueno que los niños queden sin padre ni que crezcan antes de tiempo.

Al papa Francisco le inquieta que las mismas fuerzas culturales y económicas que alejan a los padres de sus hijos estén comenzando a afectar también a las madres.

Citando a san Juan Pablo II, el papa Francisco expresa que “la mujer está ante el hombre como madre, sujeto de la nueva vida humana que se concibe y se desarrolla en ella, y de ella nace al mundo” (# 173). Esta primacía de las madres se ve amenazada por comportamientos que devalúan el rol de la madre en la familia y en la sociedad.

“Valoro el feminismo —dice el Santo Padre—cuando no pretende la uniformidad ni la negación de la maternidad. Porque la grandeza de la mujer implica todos los derechos que emanan de su inalienable dignidad humana, pero también de su genio femenino, indispensable para la sociedad. Sus capacidades específicamente femeninas—en particular la maternidad—le otorgan también deberes, porque su ser mujer implica también una misión peculiar en esta tierra, que la sociedad necesita proteger y preservar para bien de todos” (# 173).

Ambos padres son necesarios para la crianza y el desarrollo de los hijos. Esta es una perspectiva que en verdad choca contra la cultura de nuestra época y el papa Francisco es el primero en advertirnos que no juzguemos a las familias que no llegan a cumplir con este ideal.

¡Que Dios bendiga a todas las madres y los padres! †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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