October 30, 2015

Alégrense en el Señor

María, reina de todos los santos, consuela nuestras almas

Archbishop Joseph W. Tobin

El mes de octubre es un momento de devoción especial para la Santa Virgen María. Si bien esta es una época de conmemoración especial todos los años, creo que este año resulta todavía más apropiada ya que hemos dedicado el mes de octubre para deliberar con recogimiento sobre las necesidades de las familias de hoy en día. La aceptación total de la voluntad de Dios por parte de María, su testimonio de vida familiar y su función fundamental como la primera discípula de Jesucristo la convierten en modelo de lo que debe ser la Iglesia doméstica (la Iglesia del hogar).

Conforme se acerca el final de octubre y comenzamos el mes de noviembre (a menudo denominado el mes del agradecimiento), el calendario litúrgico de la Iglesia nos invita a celebrar con los santos en el cielo (la Solemnidad de Todos los Santos, el 1 de noviembre) y las pobres ánimas del purgatorio (la celebración de todos los fieles difuntos, el 2 de noviembre).

La transición del mes de María al mes en el cual damos gracias por todos los obsequios de Dios, comenzando con la comunión de los santos, ocurre sin interrupciones. Después de todo, María es la reina de todos los santos y consuelo de los que se han ido, especialmente aquellos que todavía expían sus pecados.

Todos los santos, vivos y difuntos, buscan en María el camino para hallar a Jesús, su hijo divino. Elevamos nuestra mirada a esta sencilla mujer de Nazaret para aprender a vivir como Cristo desea que lo hagamos, como santos, hombres y mujeres de Dios que responden con valor e integridad a las exigencias del Evangelio. Esto es especialmente cierto cuando la dignidad humana, la vida familiar o la libertad individual se ven amenazadas.

María, la Madre de la Iglesia fue una figura importante en las deliberaciones del Concilio Vaticano II. “La Constitución Dogmática de la iglesia” del Concilio Vaticano II, “Lumen Gentium,” dedica todo un capítulo a María como “signo de verdadera esperanza y consuelo para el pueblo peregrino de Dios.”

La función de María en la historia de la salvación (el pasado), en la vida de la Iglesia hoy en día (el presente) y el signo del mundo venidero (el futuro) es fundamental para comprender lo que buscaba lograr el Concilio Vaticano II hace 50 años. También es vitalmente importante para comprender y aceptar la voluntad de Dios en nuestras vidas diarias hoy en día.

María vivió en una época tumultuosa de la historia humana en la que la libertad de credo estaba amenazada. Los pobres, los enfermos y las personas que, por distintos motivos se encontraban al margen de la sociedad, eran habitualmente objeto de persecución, abuso o simplemente ignorados. María era una judía devota, rodeada de la hipocresía, la intolerancia y el autobombo de los líderes políticos y religiosos de su época que no ayudaban a su pueblo a ver la verdad.

¿Cuál fue la respuesta de María? La fiel aceptación de la voluntad de Dios, dedicación a su familia y el servicio a los demás. Aunque el mundo en torno a ella era un caos, María se mantuvo fiel.

Tal como puso en evidencia el reciente Sínodo sobre la vida familiar, uno de los principales problemas que enfrentamos hoy en día es la devaluación del matrimonio de la vida familiar. En nuestros intentos por ayudar a los católicos y a todos los pueblos de buena voluntad a crear conciencia y a ejercer sus responsabilidades como ciudadanos fieles, los obispos hacemos énfasis en la importancia de la familia. Esta se basa en el matrimonio entre un hombre y una mujer y constituye la célula fundamental de la sociedad. La familia es la unidad social que protege y promueve la creación y crianza de los hijos.

No tenemos derecho a redefinir el matrimonio ni a tratar a la familia como si fuera algo arbitrario o una estructura social modificable. El apoyo a la vida familiar auténtica debe ser una prioridad en las normas económicas y sociales. Tal como los obispos de Indiana lo expresamos en nuestra carta pastoral publicada recientemente, titulada Pobreza en la Encrucijada: la respuesta de la Iglesia ante la pobreza en Indiana: “Nuestra sociedad es únicamente tan fuerte o saludable como su unidad social más elemental: la familia.”

Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de proteger y fomentar familias fuertes. Todos estamos llamados a garantizar que la vida familiar no se debilite, no se ignore ni sufra maltratos.

A medida que nos esforzamos por fortalecer a las familias, también resulta prudente buscar la intercesión y la ayuda de María, el corazón de la Sagrada Familia. María conoce la importancia del matrimonio y de la vida familiar, así como también los retos que enfrentamos hoy en día.

Pidámosle que sea nuestra intercesora y nuestra inspiración mientras alentamos a los casados a que sean tan valientes y fieles como María cuando aceptó la voluntad de Dios y eligió libremente convertirse en la Madre de nuestro Señor y, por la gracia de Dios, también en nuestra madre.

Y oremos a todos los santos del cielo para que intercedan por nosotros, peregrinos en un recorrido terrenal, y por todas las almas del purgatorio que anhelan ver el rostro de Jesús. †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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