July 10, 2015

Alégrense en el Señor

El trabajo nos beneficia pero no nos debemos al trabajo

Archbishop Joseph W. Tobin

Probablemente no le sorprenda enterarse de que le dedico una devoción especial a San José, el esposo de María y padre adoptivo de Jesús. Me maravilla la discreta fortaleza y la dignidad de este humilde hombre, el carpintero de Nazaret. Se enfrentó a situaciones ante las cuales la mayoría de nosotros huiría, pero José se mantuvo firme; aceptó cosas que no podía ni remotamente comprender porque era, primero que nada, un hombre de fe.

Solía protestar cuando veía imágenes que representaban a San José acostado, durmiendo, ya que, después de todo, José el carpintero era un hombre de acción. ¿Por qué lo insultaban al mostrarlo descansando? Entonces descubrí que las imágenes de San José acostado ilustraban el hecho de que conoció a Dios a través de los mensajes que le entregaba en sueños. Y lo que es más importante: estaba abierto a aceptar la palabra de Dios, sin importar cuán misteriosa o aterradora fuera, y siempre reaccionaba y cumplía con su deber.

En 1955, el papa Pío XII instituyó la festividad de San José Obrero, la respuesta de la Iglesia ante la Festividad de Los Mayos de los trabajadores, patrocinadas por las organizaciones comunistas. El Papa quería reafirmar aquello en lo que los cristianos han creído desde un principio: que Jesús, el aprendiz de carpintero, se preocupa enormemente por las vicisitudes de los trabajadores (así como por aquellos que no pueden encontrar trabajo).

En la carta pastoral publicada recientemente por los obispos de Indiana, titulada Pobreza en la Encrucijada: la respuesta de la Iglesia ante la pobreza en Indiana, hacemos las siguientes observaciones acerca del trabajo y su importancia para la dignidad humana y el bien común:

“ ‘La economía debe estar en función de los pueblos, no al contrario’ es la paráfrasis sucinta de la declaración fundamental que realizó San Juan Pablo II en su encíclica titulada “Laborem Exercens”: ‘ante todo, el trabajo está ‘en función del hombre’ y no el hombre ‘en función del trabajo’ (#6.6). El trabajo es más que una simple forma de ganarse la vida; es la participación continua en la creación de Dios. Si se ha de proteger la dignidad del trabajo, entonces también deben respetarse los derechos básicos de los trabajadores, entre los que se encuentran el derecho al trabajo productivo, a un salario decente y justo, a organizarse, a la propiedad privada y a la iniciativa económica.”

Especialmente durante las elecciones para cargos en el gobierno estatal y federal, oímos muchas cosas sobre la economía y la necesidad de crear empleos. Pero raramente oímos acerca de la dimensión espiritual del trabajo o de los efectos devastadores que puede provocar el desempleo crónico sobre la persona humana, la familia y la propia sociedad.

Pobreza en la Encrucijada prosigue:

“Para San Juan Pablo II, esta poderosa afirmación—el trabajo está en función del hombre y no el hombre en función del trabajo—es el principio rector del éxito o del fracaso de todos los sistemas económicos. La persona humana es lo más importante, no la teoría económica ni las estructuras sociales. La persona humana, el trabajador, no es un medio para lograr un fin, sino el principal beneficiario de su propia labor.

“Cada trabajador posee una dignidad fundamental porque él o ella está hecho a imagen y semejanza de Dios. Los trabajadores son, junto con Dios, cocreadores en la construcción de la comunidad humana; no son bienes desechables. No son instrumentos de producción ni herramientas en las manos de propietarios o supervisores, que se sienten con el derecho de usarlos y luego marginarlos al final del día o tras culminar un proyecto en particular.”

La devoción de nuestra Iglesia a San José Obrero pone de relieve nuestra convicción de que cada uno de nosotros posee una dignidad fundamental como hijos de Dios y que nuestro trabajo, independientemente del que sea, es una forma de participar en la obra de nuestro Creador. Desde esta perspectiva tan profunda, debemos contemplar la economía, los empleos, las condiciones de trabajo, los salarios justos y el significado mismo del trabajo desde un punto de vista distinto. No somos medios para alcanzar un fin (la economía o el Estado). Junto con Dios, somos “cocreadores en la construcción de la comunidad humana.”

Tal como lo expresamos en la carta pastoral: “Indiana es hogar de miles de personas denominadas ‘trabajadores pobres.’ Estos son hombres y mujeres que poseen empleos pero cuyo ingreso no les alcanza para mantenerse o para cubrir las necesidades básicas de la vida, como por ejemplo alimento, vivienda, atención médica, transporte y cuidado infantil. Para estas familias, el trabajo a tiempo completo durante todo el año por sí mismo no es suficiente para salir de la pobreza.”

Nuestra Iglesia se preocupa enormemente por estas familias y por otras miles en nuestro estado que se encuentran desempleadas, sin hogar o que no pueden trabajar pues sufren enfermedades mentales o físicas.

San José Obrero, ora por nosotros. Inspíranos a escuchar la voz de Dios y a actuar para ayudar a nuestros hermanos y hermanas pobres a encontrar ocupaciones rentables, acordes con su dignidad humana. †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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