February 27. 2015

Alégrense en el Señor

La Cuaresma es la temporada para desterrar la indiferencia

“Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Simón Pedro:—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?—Sí, Señor, tú sabes que te quiero—contestó Pedro.—Apacienta mis corderos—le dijo Jesús.”
—Jn 21:15-16

Archbishop Joseph W. TobinCuando mis compañeros de peregrinación y yo comenzamos nuestra travesía espiritual en Tierra Santa, a principios de este mes, estábamos conscientes del hecho de que caminábamos sobre los pasos de Jesús.

Queríamos andar donde Él había andado y ver el mundo tal como Él lo vio. También queríamos “ver” que sus palabras cobraran vida—por ejemplo, las Bienaventuranzas—en la tierra donde las pronunció por primera vez.

Unas de las bendiciones inesperadas de este viaje fueron los frecuentes encuentros con San Pedro Apóstol. Durante los primeros días, nuestro peregrinaje nos condujo hasta Jafa donde Pedro resucitó a Dorcas de entre los muertos, a Cesarea donde Pedro predicó y Pablo estuvo preso durante dos años, a Galilea donde Pedro conoció por primera vez a Jesús y lo dejó todo para seguirlo y, finalmente, a los lugares donde Pedro profesó su fe a Jesús y donde Cristo resucitado ordenó a Pedro “apacienta a mis corderos” (Jn 21:17) a orillas del Mar de Galilea.

Sabemos que San Pedro fue un hombre santo, no porque su fidelidad a Cristo fuera una constante sino porque siempre acudía al Señor pidiendo perdón y prometiendo ser un mejor discípulo. El ejemplo de Pedro resulta alentador para los pecadores como nosotros que buscamos seguir a Jesús durante esta Cuaresma.

El papa Francisco denomina a la Cuaresma como “un temporada de gracia” que nos desafía a desterrar la actitud de la indiferencia. En el mensaje para la Cuaresma de este año, el Santo Padre escribe que “la indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.”

La conciencia de Pedro a menudo le generaba dificultades. A pesar de lo mucho que amaba a Jesús y de que quería seguirlo fielmente, en muchas ocasiones no dio la talla. Inclusive negó al Señor tres veces. Tres veces le preguntó Cristo resucitado “¿Pedro me amas?” Y Pedro respondió con insistencia “tú sabes que te quiero.” La respuesta de Jesús fue “apacienta a mis corderos” (Jn 21:17). 

El Señor le dio a Pedro las llaves del reino y autoridad sobre su Cuerpo, la Iglesia. Pero para poder llegar a ser el líder fiel que Cristo quería que fuera, primero tuvo que desterrar su indiferencia y dedicarse verdaderamente a la vida de los demás, los corderos a los que le ordenó tres veces que apacentara.

Tal como vemos en los Hechos de los Apóstoles, Pedro aprendió la lección lentamente. Se rehusaba admitir a los extraños (gentiles) en la joven Iglesia, hasta que vio cómo el Espíritu Santo había tocado sus corazones y ardían con el fuego del amor de Dios. Entonces ya Pedro no pudo ser indiferente a los cristianos gentiles y abrió su corazón para darles la bienvenida.

En esta Cuaresma, preguntémonos de qué forma hemos cerrado nuestros corazones o se mantienen indiferentes a los demás. Aprovechemos esta temporada de gracia para abrir nuestros corazones. Pero cuando fracasemos en nuestro intento, recordemos el ejemplo de San Pedro. Pidámosle perdón a Dios y prometamos ser mejores.

Nuestros encuentros con San Pedro en Tierra Santa nos acercaron a mí y a mis compañeros de peregrinación al lado humano de Jesús, quien amó y perdonó a Pedro, tal como nos ama y nos perdona nosotros.

“¿Me amas?” nos pregunta el Señor a cada uno de nosotros. Si nuestra respuesta es afirmativa, entonces el Señor nos desafía a desterrar nuestra indiferencia y a “apacentar a sus corderos.” †
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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