August 22, 2014

Alégrense en el Señor

El Espíritu Santo nos invita a pensar a escala mundial y a actuar localmente

Archbishop Joseph W. TobinEn una de mis primeras columnas comenté acerca de la ausencia de noticias internacionales en nuestra televisión y nuestros periódicos.

De hecho, en los medios de comunicación contemporáneos aparecen muy pocas “noticias” y los análisis proporcionados muy a menudo son partidistas (en vez de objetivos) e ideológicos (en lugar de informativos). Esto constituye un grave problema para nosotros, como ciudadanos de un país que depende cada vez más de la interacción económica, política y cultural con la comunidad internacional. También es un motivo de preocupación importante para aquellos de nosotros que pertenecemos a la Iglesia universal.

Mi ministerio en la congregación redentorista me brindó una perspectiva única en cuanto al “pequeño mundo” en el que vivimos. También me ayudó a comprender mejor el papel que desempeña la Iglesia como fuerza positiva en el mundo y como colaboradora, junto con otras organizaciones religiosas y culturales, en la lucha contra algunos de los problemas más graves que enfrentan nuestros hermanos y hermanas en otras regiones del planeta.

Saco a colación este asunto en el contexto de la pregunta que he venido planteando durante el año y medio anterior: ¿Qué oportunidades nos brinda el Espíritu Santo en el centro y el sur de Indiana? ¿Acaso se nos está pidiendo que nos salgamos de nuestra “comodidad” para crear una perspectiva global en cuanto a los asuntos internacionales y a la misión de evangelización de nuestra Iglesia?

Seguramente habrán escuchado la expresión: pensar a escala mundial y actuar localmente. Tal vez este sería un buen lema para el desafío que debemos aceptar como católicos pertenecientes a una Iglesia mundial, pero que vivimos nuestra fe en congregaciones locales. Tal como lo sugiere el lema, debemos estar al tanto de lo que sucede en el mundo que nos rodea pero las acciones que estamos llamados a tomar normalmente se manifestarán a través de nuestras parroquias, nuestra arquidiócesis o agencias tales como la Campaña Católica para el Desarrollo Humano (Catholic Campaign for Human Development) o los Servicios de Auxilio Católico (Catholic Relief Services). Por supuesto, también tenemos oportunidades para actuar mediante el apoyo a las congregaciones religiosas que realizan obras misioneras en todo el mundo.

Como expresión de su ministerio pastoral, los obispos de Estados Unidos actúan en concreta solidaridad con los pobres y los indefensos.

Como parte de su ministerio, la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. participa activamente en apoyo a cuestiones relativas a la defensa y el fortalecimiento de las comunidades pobres y vulnerables en Estados Unidos y en todo el mundo. Aquí y en todas partes la Iglesia tiene el compromiso de defender la vida humana, la libertad religiosa, fortalecer el matrimonio y la vida familiar, velar por los inmigrantes y refugiados, así como por la justicia, la paz y el desarrollo humano.

La labor de los obispos abarca poner fin al sufrimiento de aquellos que experimentan conflictos violentos. Nos esforzamos por disminuir la pobreza en todo el mundo mediante la asistencia internacional eficaz, programas de salud, la condonación de deudas para los países más pobres y políticas comerciales justas.

Procuramos aplicar las enseñanzas sociales del catolicismo para promover y crear una política pública que fortalezca y construya familias y comunidades que resistan los embates de la vida. Esto incluye defender a los pobres y a los vulnerables en una serie de aspectos relacionados con la dignidad humana, la vida familiar, la dignidad laboral y de los trabajadores, la erradicación de la pobreza, el acceso a una alimentación y atención médica adecuadas, y a la integridad de la creación.

La mayoría de las obras de nuestra Iglesia en la escena nacional e internacional ocurre “tras bastidores.” Raramente se escucha acerca de esto en las noticias de los medios de comunicación, a no ser que guarde relación con algún asunto controversial como la “planificación familiar” o la teoría económica. (El papa Francisco fue duramente criticado por sus aseveraciones en el capítulo cuatro de “Evangelii Gaudium” (“La alegría del Evangelio”) de que la riqueza de algunos países se basa en la pobreza de otras naciones.)

¿Hasta qué punto entendemos el mensaje del Papa? ¿Dependemos de lo que escuchamos en los programas de radio o en los medios de comunicación laicos, o hemos desarrollado una perspectiva global por cuenta propia? ¿Es nuestra experiencia con la Iglesia totalmente local o vivimos nuestra fe en solidaridad con nuestros hermanos y hermanas de toda la Iglesia universal?

Creo que el Espíritu Santo nos invita a pensar a escala mundial y a actuar localmente. Esto significa que debemos estar mejor informados acerca de las cuestiones importantes. También significa que tenemos que tener acceso a oportunidades específicas para hacer la diferencia aquí en Indiana y en distintas regiones del mundo.

El papa Francisco nos ha desafiado a todos a vernos como “discípulos misioneros” llamados a proclamar la alegría del Evangelio a nuestros hermanos y hermanas en todas partes.

A medida que participamos en la planificación pastoral en nuestras localidades, continuaré sondeando de qué forma la arquidiócesis puede ser más eficaz para crear una perspectiva internacional y proporcionar a los católicos del centro y del sur de Indiana los medios necesarios para pensar a escala mundial y actuar localmente. †

Traducido por: Daniela Guanipa

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