September 15, 2006

Seeking the Face of the Lord

El servicio continúa siendo la clave para llevar a cabo la misión de Cristo

Cuando pienso acerca de los retos que enfrentamos a la hora de llevar a cabo la misión de Cristo en nuestra Iglesia local pienso mucho sobre nuestros santos fundadores.

Uno de los muchos aspectos impactantes de la vida de la Santa Madre Theodore Guérin es el arrojo de su fe. Ella arriesgó su vida por aquello en lo que creía. No tenía por qué poner en peligro su vida cruzando el tormentoso Océano Atlántico varias veces en barcos que eran poco aptos para la navegación.

Ni tampoco tenía que fundar una comunidad en el bosque de la primitiva Indiana occidental. No contaba con los recursos económicos ni los maestros para fundar escuelas para los pobres, pero empezó con convicción y oración. Arriesgó mucho y compensó con labor ardua y oración aun cuando su salud era delicada. Nosotros, al igual que muchísimos otros, somos los beneficiarios de su fe valiente y su obra.

El Siervo de Dios, el Obispo Simon Bruté había recibido de parte de Napoleón una oferta para ser médico de la corte imperial francesa. Él la rechazó. Más tarde, como sacerdote recién ordenado Napoleón le ofreció el cargo de capellán de la corte.

En lugar de ello, el Padre Bruté eligió convertirse en misionario en el nuevo mundo. Pudo haber vivido una vida de comodidades materiales, pero eligió la rigurosa vida misionaria en las circunstancias más difíciles. También lo hizo con una salud delicada.

Es probable que ya sufriera de tuberculosis cuando navegaba por el Río Ohio para asumir su misión como obispo de la nueva diócesis de Vincennes. Bajo su liderazgo se arraigó la Iglesia Católica en Indiana. No quería ser obispo. Sin embargo, nosotros y muchos otros somos los beneficiarios de su fe valiente y su humilde obediencia.

Es importante reflexionar sobre el hecho de que la vasta mayoría de los católicos disfrutamos de culto, la disponibilidad de los sacramentos, educación religiosa y otros aspectos de la vida parroquial en instalaciones que nosotros no pagamos. Aunque en estos momentos seamos miembros de una parroquia nueva o en crecimiento a la cual hayamos contribuido, por ejemplo, a través de la campaña el Legado de nuestra Misión, probablemente nos criamos en una parroquia cuyas instalaciones y servicios heredamos de generaciones anteriores.

Todos nos beneficiamos de los frutos de la sangre, el sudor, las lágrimas y el dinero de las generaciones anteriores; tenemos la responsabilidad de transmitir a las generaciones futuras el fruto de nuestra generosidad.

Al hacerlo estamos simplemente reconociendo que todo proviene de las manos de Dios y le pertenece a Él.

Una antigua tradición hebrea enseña que la limosna restituye el orden correcto de Dios en el mundo, ya que a través de ella redistribuimos sus dádivas de acuerdo a Su plan.

El entendimiento adecuado del servicio nos recuerda que aun aquellas cosas que “poseemos” no nos pertenecen en realidad, sino que son obsequios de Dios para compartir.

Estamos involucrados en diversas facetas de la campaña el Legado de nuestra Misión. Buena parte de los aportes recibidos permanecen en nuestras parroquias. Las comunidades parroquiales deben tener cuidado de no aferrarse a sus instalaciones y recursos como si se tratara de efectos personales de aquellos que han realizado aportes a la campaña.

El diezmo—una “donación” para la Iglesia—es en realidad una respuesta a la generosidad de Dios, el reconocimiento de que es Él quien determina el estándar de donación y quien no nos priva de nada. Admitimos humildemente que aun nuestro “dinero ganado arduamente” es un obsequio de Dios.

La actual campaña para recaudar fondos “Legado de nuestra Misión” nos brinda la oportunidad de medir nuestra capacidad de servicio en la oración.

Por supuesto, el servicio es mucho más que dinero. Supone nuestro compromiso para participar en la vida de nuestra parroquia local en la oración, sacrificando nuestro valioso tiempo y poniendo a disposición nuestros talentos de la mejor manera posible.

El servicio también comprende un sano reconocimiento de nuestras iglesias, escuelas y demás instalaciones parroquiales, tratándolas como si fueran nuestro propio hogar.

Pero el servicio también abarca dinero. La Santa Theodora Guérin y el Obispo Simon Bruté arriesgaron sus vidas para obtener recursos financieros a fin de que la misión de la Iglesia de Cristo pudiera echar raíces y finalmente florecer en nuestra arquidiócesis.

Nuestros valientes pioneros de fe sabían muy bien que la Iglesia y su misión viven en el mundo real. Nosotros no podemos hacer menos.

Las circunstancias de nuestra época actual hacen que nuestros ministerios sean difíciles de mantener, fomentar y desarrollar con la fe y la visión de nuestros santos fundadores. Tenemos muchas ventajas y bendiciones que ellos nunca tuvieron ni soñaron tener. Pero junto con estos adelantos han venido formas de pobreza contemporáneas.

Hacemos bien en rezar por nuestros patronos fundadores, pidiéndoles ayuda para ser tan valientes en la fe como ellos lo fueron, y para trabajar arduamente en favor de nuestros hijos y las generaciones futuras.

 

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