April 7, 2006

Seeking the Face of the Lord

La enseñanza Católica social nos obliga a procurar justicia para los inmigrantes

La controversia sobre la situación de la inmigración en nuestro país es tan dolorosa como compleja.

Por un lado, es cierto que perdonar la infracción de la ley en una tierra puede, de hecho, no sólo debilitar sino socavar el sistema legal de un país. Es incorrecto objetivamente quebrantar la ley.

Por otro lado, debe admitirse que los inmigrantes están ilegalmente cruzando la frontera de Estados Unidos porque sus empleadores les están dando la bienvenida y están dispuestos a contratarlos. Hay empresarios que me han dicho que sin estos trabajadores su empresa no podría sobrevivir. Estos empresarios me dicen que los inmigrantes que trabajan para ellos son confiables y que trabajan duro, deseosos siempre de hacer un esfuerzo extra.

Al evaluar la realidad ilegal de la situación de inmigración que enfrentamos, surge otra pregunta. En vista del hecho de que la ilegalidad de un movimiento migratorio masivo ha estado ocurriendo durante años, ¿por qué los líderes del gobierno han estado haciéndose de la vista gorda hasta ahora?

Es justo decir que entre los empresarios que emplean a estas personas y la negligencia benigna del gobierno en la aplicación de la ley han, en efecto, incentivado la inmigración ilegal. El tema se ha debatido durante años.

Creo que bajo estas circunstancias, es dudoso que quienes han cruzado nuestras fronteras ilegalmente tengan motivos para sentirse moralmente culpables.

Mientras tanto, tenemos una gran población de gente confiable y luchadora que son un factor sustancial en el desarrollo de la economía de EE.UU., y tanto así que su partida repentina de los Estados Unidos crearía una crisis económica.

Los inmigrantes contribuyen a la vitalidad económica de nuestro país. Cerca del 60 por ciento de los empleos recientemente creados entre 1996 y 2000 fueron ocupados por inmigrantes; estos índices son más altos en las áreas de servicio y construcción.

Muchos inmigrantes trabajan en empleos profesionales de alta clasificación, mientras otros desarrollan el trabajo ingrato pero necesario que sirve al bien común y nos beneficia a todos. Un estudio conducido por el Instituto Urbano reveló que los inmigrantes pagaron $70.3 billones en impuestos por año y recibieron solamente $42.9 billones en servicios.

El temor de que los terroristas entren a nuestro país se ha incorporado al debate sobre la seguridad de nuestras fronteras, especialmente en nuestra frontera sureña. ¿Existe información que apoye que ésta ha sido una vía de entrada para terroristas? ¿Construir un muro será un factor disuasivo realmente efectivo?

Creo que necesitamos preguntarnos a nosotros mismos por qué la gente deja sus hogares para arriesgar sus vidas cruzando nuestra frontera sureña. Las condiciones que les apremian son desesperadas: Los inmigrantes de hoy necesitan oportunidades para satisfacer necesidades urgentes de la vida para ellos mismos y para sus familias.

Podríamos argumentar que la mayoría de nuestros ancestros vinieron a este país por las mismas razones. La enseñanza Católica social nos obliga a procurar justicia para los inmigrantes. Nuestra historia como comunidad de fe en los Estados Unidos ha sido como Iglesia para inmigrantes en una nación de inmigrantes. En 1920 los inmigrantes constituían el 75 por ciento de los Católicos en Estados Unidos.

Estos fueron nuestros ancestros. En respuesta la Iglesia creó, adaptó o desarrolló ministerios para satisfacer las necesidades de esta población de inmigrantes.

La experiencia bíblica de la Iglesia sobre la inmigración nos ha enseñado a tener empatía con los emigrantes. Jesús, María y José fueron emigrantes. Jesús nació en un pesebre en un peregrinaje, él y su familia escaparon a Egipto y en su ministerio “no tenía donde recostar su cabeza.” El nos ha enseñado a buscarle en los rostros de los emigrantes y a dar la bienvenida a los extraños.

Como nación mayormente edificada por emigrantes, hay mucho apoyo público para proporcionar a los inmigrantes la oportunidad de legalizar su condición. Una encuesta realizada en el 2005 por el Washington Post/ABC News reveló que tres de cada cinco americanos expresaron que debía dárseles a los trabajadores indocumentados la oportunidad de permanecer y convertirse en ciudadanos.

En junio de 2004 el Comité de Obispos Católicos sobre Emigración de la Conferencia Católica de Estados Unidos y la Red Legal de Inmigración Católica Inc. acordó hacer una reforma inmigratoria integral, con especial énfasis en la legalización, una prioridad de política pública principal dentro de la Iglesia. La campaña “Justicia para Inmigrantes: Una Jornada de Esperanza” se propone llegar más allá de las redes de organismos nacionales participantes, y procurar el apoyo de todos nosotros como individuos e instituciones en diócesis por todo el país.

Me enteré recientemente de que Indianápolis tiene el quinto lugar de más rápido crecimiento de población hispana en los Estados Unidos.Esto nos recuerda que estos inmigrantes son nuestros hermanos y hermanas. Muchos de ellos comparten nuestra fe Católica. Ellos no sólo se incorporan a la fuerza laboral que sustancialmente apoya nuestra economía local, sino que también traen consigo una hermosa y enriquecedora devoción a Jesús y nuestra Bendita Madre María y los santos.

Durante esta venidera Semana Santa y Pascua, oremos fervientemente por el mejoramiento de sus vidas entre nosotros. Asegurémonos de ser parte de la resolución de la situación de inmigratoria, no parte del problema. †

 

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