October 24, 2025

Uno en Cristo / Daniel Conway

La peregrinación ecuménica nos recuerda que todos somos peregrinos de la esperanza

El jueves 17 de julio, el papa León XIV saludó a un grupo muy especial de peregrinos encabezado por el cardenal Joseph W. Tobin de Newark, Nueva Jersey, y el arzobispo griego ortodoxo Elpidophoros de Estados Unidos. Los peregrinos estaban embarcándose en un viaje ecuménico que los llevaría a numerosos lugares de importancia para las tradiciones católica y ortodoxa en su recorrido de Roma a Constantinopla (hoy Estambul).

Bajo el título “De la vieja a la nueva Roma: Una peregrinación católica romana y ortodoxa” el evento conmemoró el MDCC aniversario del primer concilio ecuménico de la Iglesia, el Concilio de Nicea, del que surgió el Credo de Nicea, que expresa las creencias fundamentales de la fe cristiana.

En su discurso de bienvenida, el papa León expresó:

Partieron de Estados Unidos, que, como saben, es mi país natal, para este viaje, que quiere ser un regreso a las raíces, a las fuentes, a los lugares y a los recuerdos de los apóstoles Pedro y Pablo en Roma, y del apóstol Andrés en Constantinopla. Es también una forma de experimentar de manera nueva y concreta la fe que nace de escuchar el Evangelio, de sentir el Evangelio que nos han transmitido los Apóstoles (cf. Rom 10,16).

Es significativo que su peregrinación tenga lugar este año, en el que celebramos los mil setecientos años del Concilio de Nicea. El Símbolo de la fe adoptado por los Padres reunidos sigue siendo, junto con las adiciones aportadas por el Concilio de Constantinopla en el año 381, patrimonio común de todos los cristianos, para muchos de los cuales el Credo es parte integrante de las celebraciones litúrgicas. Además, por una providencial coincidencia, este año los dos calendarios en uso en nuestras Iglesias coinciden, de modo que hemos podido cantar al unísono el Aleluya pascual: “¡Cristo ha resucitado! ¡Ha resucitado verdaderamente!”

El Aleluya pascual proclama que el Cordero inmolado, Jesucristo nuestro Señor ha vencido las tinieblas del pecado y de la muerte. En palabras del Santo Padre, esta aclamación “nos inspira una gran esperanza, porque sabemos que ningún grito de las víctimas inocentes de la violencia, ningún lamento de las madres que lloran a sus hijos quedará sin ser escuchado.” Depositamos nuestra esperanza en Dios, pero “precisamente porque bebemos constantemente de la fuente inagotable de su gracia, estamos llamados a ser testigos y portadores de ella.”

“Peregrinos de esperanza” es el tema que el papa Francisco eligió para el actual Año Jubilar, por lo que el papa León señaló: “¡Espero que su peregrinación les confirme a todos en la esperanza que nace de la fe en el Señor resucitado!”

La unidad entre los que creen en Cristo es uno de los signos del don de consolación de Dios, afirmó el Sumo Pontífice. Las Escrituras nos prometen que “en Jerusalén serán consolados” (Is 66:13). “Roma, Constantinopla y todas las demás Sedes no están llamadas a disputarse la primacía, para no correr el riesgo de encontrarnos como los discípulos que, en el camino, precisamente mientras Jesús anunciaba su pasión inminente, discutían sobre quién de ellos era el más grande” (cf. Mc 9:33-37).

El papa León describió esta singular peregrinación como “uno de los frutos abundantes del movimiento ecuménico destinado a restablecer la plena unidad entre todos los discípulos de Cristo, según la oración del Señor en la Última Cena, cuando Jesús dijo: “para que todos sean uno” (Jn 17:21). Destacó que a veces “a veces damos por sentados estos signos de compartir y de comunión que, aunque aún no significan la plena unidad, ya manifiestan el progreso teológico y el diálogo en la caridad que han caracterizado las últimas décadas.”

El Santo Padre recordó que “el 7 de diciembre de 1965, en vísperas de la conclusión del Concilio Vaticano II, mi predecesor, san Pablo VI, y el patriarca Atenágoras firmaron una Declaración Conjunta, borrando de la memoria y de la vida de la Iglesia las sentencias de excomunión que siguieron a los acontecimientos de 1054. Antes de eso, una peregrinación como la suya probablemente ni siquiera habría sido posible.”

El papa León observó que es la gracia del Espíritu Santo la que crea en los corazones la disponibilidad para dar los pasos iniciales “como presagio profético de la unidad plena y visible.”

Concluyó diciendo: “Por nuestra parte, debemos seguir implorando al Paráclito, al Consolador, la gracia de recorrer el camino de la unidad y de la caridad fraterna.”
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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