September 18, 2020

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

La pandemia revela enfermedades sociales generalizadas

“Como discípulos de Jesús, no queremos ser indiferentes o individualistas ya que estas son dos actitudes desagradables contrarias a la armonía. Indiferente: me hago la vista gorda. Individualista: busco solamente el propio interés.” (Papa Francisco, audiencia general, 12 de agosto de 2020)

Poco después de que la COVID-19 causara un cierre sin precedentes de las actividades sociales en todo el mundo, el papa Francisco observó que el “pecado de la indiferencia” es una amenaza igualmente grave para la comunidad mundial.

A lo largo de su pontificado, el papa a menudo ha destacado esta amenaza. Ha desafiado a los cristianos, a los de otras tradiciones de fe y a todas las personas de buena voluntad a desechar tanto la indiferencia como el individualismo como obstáculos para la salud y el bienestar de la familia humana y del mundo que habitamos como administradores de la creación de Dios.

“La pandemia ha puesto de manifiesto lo vulnerable e interconectado que está el mundo,” afirmó el Santo Padre durante su audiencia general el 12 de agosto. “Si no nos cuidamos los unos a los otros, empezando por ‘los más pequeños,’ por los más afectados, incluyendo la creación, no podremos curar al mundo.” Esta es una de las creencias firmemente arraigadas del papa Francisco: la interconexión del respeto a la dignidad humana y el cuidado de toda la creación que es fundamental para nuestra identidad como personas hechas a imagen y semejanza de Dios.

El Santo Padre ofreció palabras de agradecimiento y alabanza para las mujeres y hombres que se encuentran en la primera línea de la lucha contra esta pandemia y sus efectos en la vida de millones de personas. “¡Son héroes!” aseveró el papa. Dan testimonio “del amor humano y cristiano al prójimo, al dedicarse a los enfermos, incluso a riesgo de su propia salud.”

Al mismo tiempo, el Sumo Pontífice advirtió que “el coronavirus no es la única enfermedad que se debe combatir, sino que la pandemia ha revelado males sociales más amplios.” El papa señaló que la indiferencia y el individualismo, junto con la visión distorsionada de la persona humana que estos conllevan, son las causas fundamentales de los males sociales que nos han asolado desde mucho antes de la actual pandemia.

“A veces vemos a los demás como objetos, para ser usados y desechados,” dijo el papa. “En realidad, esto ciega y fomenta una cultura individualista y agresiva en la que todos son desechables y se transforma al ser humano en un bien de consumo.”

Esta ceguera, previamente abordada por él en su exhortación apostólica titulada “Evangelii Gaudium” y su encíclica “Laudato Si’, sobre el cuidado de la casa común,” contradice el plan de Dios para las mujeres y los hombres creados a la imagen divina.

“A la luz de la fe, sabemos que Dios mira a un hombre y a una mujer de otra manera,” aseguró el papa. “Nos ha dado una dignidad única, llamándonos a vivir en comunión con Él, en comunión con nuestros hermanos y hermanas, con respeto a toda la creación.”

La comunión, no el aislamiento o el individualismo, es el camino de Dios, y todos estamos invitados a vivir en armonía según el plan original de nuestro Creador, lo cual representa a la vez un reto para nosotros.

Según el papa Francisco, “la armonía creada por Dios exige que miremos a los demás, las necesidades de los demás, los problemas de los demás, en comunión.” Esto requiere que “reconozcamos la dignidad humana en cada persona, sea cual sea su raza, idioma o condición.” Mediante la armonía podemos considerar el plan de Dios para toda la creación como una comunión de personas cuyos derechos no son únicamente individuales sino también sociales. “El ser humano, en efecto, en su dignidad personal, es un ser social, creado a imagen de Dios, Uno y Trino.”

Somos seres sociales que necesitamos vivir gregariamente en paz, trabajando unidos por el bien de todos, pero la realidad del pecado rompe esta armonía santa. Como dijo el papa Francisco, “Cuando hay egoísmo, nuestra perspectiva no llega a los demás, a la comunidad, sino que se centra en nosotros mismos, y esto nos hace feos, desagradables y egoístas, y se destruye así la armonía.”

El respeto a la dignidad humana de las personas individuales exige que reconozcamos nuestra identidad como seres sociales que deben vivir en comunidades (familias, vecindarios, naciones y la comunidad mundial) y que deben colaborar para el bien de todos. Cuando descuidamos esta responsabilidad o trabajamos activamente en contra de ella, traicionamos nuestra dignidad humana.

“Mientras todos trabajamos para hallar la cura de un virus que ataca a todos sin distinción—apuntó el Santo Padre—la fe nos exhorta a comprometernos seria y activamente a combatir la indiferencia ante la violencia y la dignidad humana.”

Oremos para que el Señor nos ayude a redescubrir lo que significa ser miembros de la familia humana que se cuidan unos a otros, y al mundo en que vivimos, como respuesta a un profundo respeto por la dignidad humana.
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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