July 14, 2017

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

Obras de misericordia y participar en el sufrimiento del prójimo

Realizar obras de misericordia no significa sencillamente dar limosna para tranquilizar la conciencia; también significa participar en el sufrimiento de los demás, aunque esto implique un costo personal para nosotros.

La “misericordia” es un tema constante del papa Francisco, y a partir de sus escritos y comentarios verbales, resulta claro que su concepto de la misericordia es muy concreto y práctico. En “El rostro de la misericordia,” el papa nos dice que Jesús es el amor misericordioso del Dios encarnado: vemos la misericordia del Padre en el rostro de Jesús y sentimos su amor en todas las palabras y en las acciones de su Hijo.

La misericordia que se nos revela en la vida y el ministerio de Jesús no son situaciones sentimentales, actividades diseñadas para ayudarnos a “sentirnos bien.” La misericordia de Dios es real, y como tal, puede entrañar un costo real, tal como lo demostró el propio Jesús en la cruz.

“Una obra de misericordia no es hacer alguna cosa para tranquilizar la conciencia: una obra de bien así estoy más tranquilo,” señala el papa. “Es misericordioso el que sabe compartir y también apiadarse de los problemas de las otras personas. Y aquí la pregunta: ‘¿Yo sé compartir? ¿Soy generoso? ¿Soy generosa? ¿Sé ponerme en los zapatos de los demás? ¿En la situación de sufrimiento?’ ”.

La Iglesia sugiere siete “obras de misericordia corporales,” y otras siete “espirituales.” Todas ellas son acciones que nos llevan a abandonar nuestra comodidad y a atender las necesidades físicas, mentales, emocionales o espirituales de los demás, lo que a menudo conlleva un costo personal para nosotros.

Las obras de misericordia corporales son eminentemente prácticas: alimentar al hambriento y dar de beber al sediento, vestir al desnudo y dar albergue al indigente, visitar a los enfermos y a los prisioneros, y dar sepultura a los muertos. Para ser genuinamente misericordiosos, el papa Francisco nos recuerda que no basta con enviar cheques a la Caridad Católica o a la Sociedad de San Vicente de Paul (si bien estos gestos son importantes para el éxito continuado de estas organizaciones).

Para ser misericordiosos, debemos estar dispuestos a participar en el sufrimiento de los demás, lo que podría significar estar allí cara a cara con ellos, de formas muy personales y, a veces, incómodas.

Las obras de misericordia espirituales no son tan “prácticas” como las corporales, pero no por ello son menos reales o importantes. Los ministerios de formación, orientación, consuelo, sanación, perdón y oración por los vivos y los muertos también requieren un alto grado de entrega y estar dispuestos a ser humildes por el bien de los demás. En el Padre Nuestro le pedimos ayuda a nuestro padre celestial para perdonar a aquellos que nos han ofendido, precisamente porque esa obra de misericordia espiritual es muy difícil.

En ocasiones, ser auténticamente misericordioso también implica tomar riesgos.

Al recordar los años de la Segunda Guerra Mundial en Europa, el papa Francisco destacó la labor de todas las personas, comenzando por el Papa Pío XII, que arriesgaron sus vidas para salvar a los judíos de la deportación y la muerte, y considera esta labor un ejemplo muy práctico de nuestra historia reciente de lo que significa asumir riesgos para demostrar misericordia.

Quienes realizan obras de misericordia deben asumir riesgos y es posible que otros se burlen de ellos. El papa considera que realizar obras de misericordia significa estar dispuestos a sufrir molestias, así como todos los santos y mártires se sometieron a humillaciones, sufrimientos e inclusive a la muerte para compartir la misericordia de Dios con quienes más lo necesitaban: los pobres, los vulnerables y los marginados de la sociedad.

“Quien es capaz de hacer una obra de misericordia—subraya el papa Francisco—[es porque] el Señor le ha dado la misericordia a él. Pensemos en nuestros pecados, en nuestras equivocaciones y en cómo el Señor nos ha perdonado: nos ha perdonado todo, ha tenido esta misericordia y nosotros hacemos lo mismo con nuestros hermanos.”

Las obras de misericordia nos alejan del egoísmo y del pecado pues son el reflejo más fiel de Jesús y, por lo tanto, una forma de compartir su vida a plenitud.
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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