June 16, 2017

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

María, madre de Jesús, madre de esperanza

El mes pasado el papa Francisco realizó una peregrinación de dos días a Fátima, en Portugal, para celebrar los 100 años de la aparición de María a los tres pastorcitos, ocurrida allí en 1917. Durante su viaje entre el 12 y el 13 de mayo, el papa presidió la canonización de los dos niños videntes, Francisco y Jacinta Marto.

“En su nombre [de Cristo], iré hasta vosotros con la alegría de compartir con todos el Evangelio de la esperanza y de la paz,” afirmó el papa. “El Señor os bendiga y la Virgen Madre os proteja.”

Durante este histórico viaje a Fátima, el papa Francisco tuvo la oportunidad de reflexionar sobre el papel que desempeñó María en la historia de nuestra salvación, así como también su función constante en nuestras vidas como cristianos.

En los comentarios realizados durante la audiencia general, pocos días antes de su viaje a Fátima, el papa Francisco afirmó que el “sí” de María en la Anunciación fue más que acceder a llevar en sus entrañas al Hijo de Dios; fue la aceptación de todo lo que tendría que soportar después, algo que toda madre vive al tener un hijo.  

“No fue fácil decir que ‘sí’ a la invitación del ángel; y sin embargo ella, una mujer que todavía se encontraba en la flor de la juventud, responde con valor, pese a no saber qué le deparará el destino.

En ese momento, María se asemejaba a cualquier madre del mundo, extremadamente valiente cuando se trata de acoger en su seno la historia de un nuevo ser humano que se está gestando», expresó el Sumo Pontífice. “Su ‘sí’ al ángel de la Anunciación fue tan solo el primer paso en una larga lista de obediencias que la condujeron hasta el momento en que se paró al pie de la cruz de su Hijo.”

De acuerdo con el papa Francisco, los Evangelios ilustran a María como una figura poderosa que habla en pocas ocasiones, pero siempre con una profunda importancia, y cuyas acciones demuestran una gran personalidad y fortaleza.

Sencillamente se para al pie de la cruz, por ejemplo, sin sollozar ni llorar, solamente de pie, en silencio, con la confianza de que se está llevando a cabo el plan de Dios en la persona de su hijo.

A lo largo de la historia, grandes poetas y artistas han imaginado este momento con un detalle vívido y apasionante, “pero los Evangelios solamente dicen que ella estaba ‘de pie.’ Estaba allí, en el peor momento, el más cruel, y sufría por su hijo, y según el papa Francisco, su sola presencia era más elocuente que cualquier palabra o gesto.

“Las madres no traicionan y, en ese momento, al pie de la cruz, no es posible afirmar cuál de las dos pasiones fue la más cruel: la del hombre inocente que muere clavado en una cruz, o la agonía de una madre que acompaña los últimos instantes de la vida de su hijo,” asevera el Santo Padre.

Sorprendentemente, María no está llena de rabia, ni protesta, como ciertamente tendría derecho a hacer; simplemente está allí, de pie. Cuando muchos otros huyeron, María estuvo allí presente, al pie de la Cruz, en este momento crucial de la historia de nuestra redención.

Pese a todo, incluso “la oscuridad más profunda,” Maria no se marcha, se queda fielmente allí. “Es por ello que todos la queremos como una Madre. No somos huérfanos: tenemos una Madre en el cielo que es la Santa Madre de Dios.”

Aunque no sabía cuál sería el desenlace de la pasión de su hijo, fue leal al plan de Dios, tal como lo había prometido al ángel “en el primer día de su vocación,” aseguró el papa.

“El sufrimiento de las madres: todos conocemos mujeres fuertes que han soportado con entereza los sufrimientos de sus hijos,” expresó.

El papa Francisco nos recuerda que incluso en los albores de la Iglesia, antes de que se conociera la noticia de la resurrección de Cristo, cuando los discípulos estaban atemorizados y escondidos en un salón a puertas cerradas, la “Madre de Esperanza,” permanece allí. “Sencillamente está allí; de la forma más natural, como si todo fuera de lo más normal.”

Así que, “en momentos de dificultad, María, Madre de Jesús, nos lo ha dado todo, apoyándonos siempre a cada paso y diciéndonos de corazón: ‘¡Levántate! Alza la vista al frente, al horizonte,’ porque ella es la Madre de Esperanza.”

Hace 100 años, los niños de Fátima vieron a la Madre de Dios y nuestra madre “parada allí,” invitándolos apaciblemente a ser sus mensajeros de divina esperanza. Hoy en día, miremos a María nuestra madre y a través de su ejemplo encontremos signos del amor de Dios por nosotros y de la profunda esperanza del futuro.
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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