May 3, 2013

Al entregar su vida

Diácono procura seguir el ejemplo de su amigo fallecido mediante una vida de servicio

Bishop Christopher J. Coyne ritually lays hands on then-transitional deacon candidate Martin Rodriguez on June 23, 2012, at SS. Peter and Paul Cathedral in Indianapolis. Deacon Rodriguez, a member of St. Mary Parish in Indianapolis, will be ordained a priest on May 18. (File photo by Mary Ann Garber)

El obispo Christopher J. Coyne realiza la imposición ritual de las manos sobre el entonces candidato a diácono en transición, Martín Rodríguez, el 23 de junio de 2012, en la Catedral de San Pedro y San Pablo en Indianápolis. El diácono Rodríguez, miembro de la parroquia de Santa María en Indianápolis, será ordenado sacerdote el 18 de mayo. (Fotografía de archivo de Mary Ann Garber)

(Nota del editor: El 18 de mayo a las 10 a. m. tres hombres se ordenarán como sacerdotes en la Catedral de San Pedro y San Pablo en Indianápolis: los diáconos en transición Doug Marcotte, Martín Rodríguez y John Francis Kamwendo. Esta semana The Criterion presenta una reseña sobre el diácono Rodríguez.)

Por Sean Gallagher

Martín Rodríguez estaba sentado en el piso del hospital con la ropa todavía mojada y adherida a la piel.

Un médico acababa de anunciarle que su amigo, Anastasio, había muerto. Destrozado, Martín le preguntó a Dios por qué él seguía aún con vida.

A principios de aquella tarde del Domingo de Resurrección en 2004, Martín, Anastasio y otros integrantes de un grupo de jóvenes adultos de la parroquia de Santa María en Indianápolis visitaron el parque Eagle Creek para celebrar el día festivo y los cumpleaños de tres de los integrantes del grupo.

A manera de broma lanzaron a los cumpleañeros en el estanque del parque; en el proceso, Martín se cayó. Como no sabía nadar, se agitó y comenzó a hundirse en el agua fría.

La mayoría de los integrantes del grupo pensó que estaba bromeando y se alejaron.

“Lo último que vi fue a mi amigo Anastasio allí parado mirándome,” dijo Martín. “Se dio cuenta de que no estaba bromeando, que de verdad me estaba ahogando. Se quitó el suéter y se zambulló en el agua.”

Otros se acercaron para ayudarlo y llevaron a Martín a la orilla. Pero Anastasio no aparecía por ningún lado. Llamaron al 911. Los rescatistas encontraron a Anastasio en el agua. Lo llevaron a toda prisa al hospital Methodist en Indianápolis donde posteriormente declararon que había fallecido.

Mientras Martín reflexionaba sobre el significado de su vida, a la luz de la muerte de su amigo para salvarlo, recordó una oración que había elevado a Dios un mes atrás.

Era la primavera de su último año en la secundaria y se preguntaba si Dios lo estaría llamando al sacerdocio. Le prometió a Dios que se convertiría en seminarista, pero no estaba convencido de que el sacerdocio fuera verdaderamente su vocación.

Ahora, luego de ver la inmolación de su amigo, su futuro se le presentaba con más nitidez.

“Lo primero que recordé fue la promesa que había hecho hacía un mes,” relata Martín. “Ahí estaba la respuesta: por eso todavía estaba con vida. Estaba vivo para seguir la vocación al sacerdocio. A partir de ese momento vi muy claramente que Dios probablemente quería que hiciera algo con esa vocación.”

Nueve años atrás Anastasio entregó su vida para que Martín viviera. El 18 de mayo el diácono en transición Martín Rodríguez entregará su vida para servir a Cristo y a la Iglesia cuando reciba el orden sacerdotal en la Catedral de San Pedro y San Pablo en Indianápolis.

Será el primer latino ordenado sacerdote en la Arquidiócesis de Indianápolis desde hace casi medio siglo, y será el primer oriundo de México ordenado como sacerdote en la Iglesia del centro y el sur de Indiana.

El crecimiento de la fe

El diácono Rodríguez se mudó a Indianápolis, procedente de su México natal, con su madre y tres hermanos en 2002, cuando tenía 17 años. Su padre se les había adelantado en 1999.

Al momento de su llegada a Indianápolis, el vínculo entre el diácono Martín y su fe era muy tenue. Casi nunca acudía a Misa y no había participado en ningún programa de ministerio para jóvenes en México.

Todo eso cambió en Indianápolis. El ejemplo de la fe de su madre, un primo de su edad y un líder del grupo de jóvenes adultos lo llevaron a asistir a Misa todos los domingos. También le gustaban los eventos sociales del grupo de jóvenes adultos.

“Eso fue lo que me enganchó,” comenta el diácono Rodríguez. “Más adelante fui a confesarme por primera vez en mucho tiempo. Entonces pude recibir la comunión nuevamente y me involucré activamente en la Iglesia.”

Eliecer de la Cerda era uno de los líderes del grupo de jóvenes adultos y miembro del coro de la parroquia junto con el diácono Rodríguez. Como ex seminarista en México, de la Cerda platicó con él sobre qué vocación le tendría reservado Dios.

“Le pedí a Martín que considerara el sacerdocio y sencillamente se sonrió y me dijo: —El sacerdocio no es lo mío,” recuerda de la Cerda. “Siempre vi algo especial en Martín que lo convertiría en un buen sacerdote, pero necesitaba una señal de Dios para decidirse a escuchar Su llamado al sacerdocio.”

Sus padres, Martín y Ninfa Rodríguez, reconocieron que durante la crianza del mayor de sus cuatro hijos, todos varones, jamás se imaginaron que seguiría una vocación religiosa.

Pero ahora que faltan pocas semanas para la ordenación están emocionados porque será el primer sacerdote de la familia.

“Hemos estado esperando ese momento desde hace cuatro años,” señala su padre.

Admiración compartida

Los acontecimientos inesperados de la Pascua de 2004 fueron parte de la señal de Dios que condujeron al diácono Rodríguez al seminario. Pero también hubo otros factores que lo predispusieron a considerar el sacerdocio: las cenas vocacionales de la parroquia de Santa María y la vida sacerdotal y el ministerio de fe del pastor de la comunidad desde hace mucho tiempo, el padre Michael O’Mara.

El diácono Rodríguez valora la ardua labor del padre O'Mara al servicio de los parroquianos y vivió en carne propia la importancia de la compasión sacerdotal cuando el padre O’Mara se presentó en el hospital, tras la muerte de Anastasio, para pasar un rato con los integrantes del grupo de jóvenes adultos.

“Todos corrimos hacia él, todo el grupo,” comentó el diácono Rodríguez en un entrevista reciente con The Criterion. “Y él tan solo extendió los brazos. Tengo ese recuerdo vívido en la memoria, como si hubiera sido ayer. Sentí como sin un ángel nos hubiera abierto las alas para consolarnos. Ese momento verdaderamente me conmovió.”

Por su parte, el padre O’Mara ha experimentado la renovación de su propia vida sacerdotal y de su ministerio a medida que observaba la evolución de su parroquiano en la formación sacerdotal, en el transcurso de los últimos nueve años.

“Es auténtico en todos los aspectos,” expresó el padre O’Mara. “Cuando estás con él te sientes lleno de energía. Creo que eso es lo que me transmitirá a mí y a todo el presbiterato.”

Cuando el diácono Rodríguez se ordene como sacerdote el 18 de mayo, el padre O’Mara ayudará a colocarle la vestimenta sacerdotal.

“Es un gran honor,” comentó el padre O’Mara. “Resulta una oportunidad estupenda porque, en cierto modo, creo que he procurado investirlo de sacerdote durante los últimos nueve años.”

Su familia también considera que aportará mucho a la institución del sacerdocio.

“Sabemos que será un recurso excelente para la Iglesia católica y quizás marque la diferencia en la vida de muchas personas,” dijo su padre. “Esperamos que transmita más la fe a la comunidad latina.”

Un acontecimiento histórico

El diácono Rodríguez pasará a la historia al convertirse en el primer oriundo de México que se ordena como sacerdote en la Arquidiócesis de Indianápolis. Jamás se sintió atraído a la formación sacerdotal en la diócesis de su país natal.

“En la oración comprendí que en verdad Dios nunca me llamó [en México],” afirmó el diácono Rodríguez. “Me llamó aquí, en Indianápolis, y lo interpreté como una señal de que quería que sirviera en Indianápolis. Así que desde el comienzo quise incorporarme a la Arquidiócesis de Indianápolis.”

Valora el hecho de que su ordenación será un acontecimiento histórico pero lo ve como un reto.

“Si he sido el primero en 50 años quiere decir que hay mucho por hacer en cuanto a conseguir más vocaciones,” comentó el diácono Rodríguez.

A su ordenación como diácono en transición, el pasado junio en la catedral, acudieron católicos latinos de todo el centro y el sur de Indiana. Tras la liturgia el diácono Rodríguez pasó mucho rato platicando y tomándose fotografías con ellos.

“Es un baldazo de humildad que tantas personas estén emocionadas por ti,” dijo. “Conozco a muchos de ellos, pero hay otros a quienes no conozco. Todos me han prometido sus oraciones. ¿Quién soy yo para recibir toda esa atención?”

El 18 de mayo será un día emocionante para el diácono Rodríguez, su familia y muchos católicos latinos del centro y del sur de Indiana. Y sin embargo, en ese histórico día, aún con el torbellino de pensamientos y emociones que invadirán su mente y su corazón, el diácono Rodríguez revivirá con agradecimiento aquel histórico día de 2004 cuando su amigo entregó su propia vida para que él pudiera vivir.

“Creo que durante la ordenación tendré muchas cosas presentes en mi mente y en mi corazón,” comentó. “Por encima de todo estaré muy agradecido con Dios por permitirme ser su sacerdote y por haberme enviado un ángel que me mostró el significado de la amistad verdadera. Mi corazón repetirá constantemente una letanía: Gracias, Dios.”
 

(El editor, Mike Krokos, realizó aportes a esta historia. Para obtener más información sobre la vocación al sacerdocio en la Arquidiócesis de Indianápolis, visite www.HearGodsCall.com.)

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